2010

Ultimo Aggiornamento: 09/08/2013 20:37
Autore
Stampa | Notifica email    
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
03/08/2013 13:46


DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LA ASAMBLEA ORDINARIA DEL CONSEJO SUPERIOR
DE LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS

Sala Clementina
Viernes 21 de mayo de 2010



Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:

Sed bienvenidos. Dirijo mi cordial saludo al cardenal Ivan Dias, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos, a quien agradezco sus cordiales palabras; al secretario, monseñor Robert Sarah; al secretario adjunto, monseñor Piergiuseppe Vacchelli, presidente de las Obras misionales pontificias; a todos los colaboradores del dicasterio; y de modo particular a los directores nacionales de las Obras misionales pontificias, llegados a Roma desde todas las Iglesias para la asamblea ordinaria anual del Consejo superior.

Estoy particularmente agradecido a esta Congregación, a la que el concilio ecuménico Vaticano II, en línea con el acto constitutivo con el que fue fundada en 1622, confirmó su tarea de «regular y coordinar, en todo el mundo, tanto la obra misionera como la cooperación misionera» (Ad gentes, 29). Es inmensa la misión de la evangelización, especialmente en nuestro tiempo, en el que la humanidad sufre cierta falta de pensamiento reflexivo y sapiencial (cf. Caritas in veritate, 19. 31) y se difunde un humanismo que excluye a Dios (cf. ib. 78). Por esto, es aún más urgente y necesario iluminar los nuevos problemas que surgen con la luz del Evangelio que no cambia. De hecho, estamos convencidos de que el Señor Jesucristo, testigo fiel del amor del Padre, «con su muerte y su resurrección, es la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de toda persona humana y de la humanidad entera» (ib. 1). Al inicio de mi ministerio como Sucesor del Apóstol Pedro afirmé con fuerza: «Nosotros existimos para mostrar a Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. (...) Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. Nada hay más bello que conocerlo y comunicar a los otros la amistad con él (Homilía en la misa de inicio del ministerio petrino, 24 de abril de 2005: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de abril de 2005, p. 7). La predicación del Evangelio es un inestimable servicio que la Iglesia puede ofrecer a la humanidad entera que camina en la historia. Procedentes de las diócesis de todo el mundo, vosotros sois un signo elocuente y vivo de la catolicidad de la Iglesia, que se concreta en la dimensión universal de la misión apostólica, «hasta los últimos confines de la tierra» (Hch 1, 8), «hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20), para que ningún pueblo o ambiente se vea privado de la luz y de la gracia de Cristo. Este es el sentido, la trayectoria histórica, la misión y la esperanza de la Iglesia.

La misión de anunciar el Evangelio a todas las naciones es juicio crítico sobre las transformaciones planetarias que están cambiando sustancialmente la cultura de la humanidad. La Iglesia, presente y operante en las fronteras geográficas y antropológicas, es portadora de un mensaje que penetra en la historia, donde proclama los valores inalienables de la persona, con el anuncio y el testimonio del plan salvífico de Dios, hecho visible y operante en Cristo. La predicación del Evangelio es la llamada a la libertad de los hijos de Dios, también para la construcción de una sociedad más justa y solidaria y para prepararnos a la vida eterna. Quien participa en la misión de Cristo, inevitablemente debe afrontar tribulaciones, rechazos y sufrimientos, porque choca con las resistencias y los poderes de este mundo. Y nosotros, como el apóstol san Pablo, no tenemos más armas que la palabra de Cristo y su cruz (cf. 1 Co 1, 22-25). La misión ad gentes requiere a la Iglesia y a los misioneros que acepten las consecuencias de su ministerio: la pobreza evangélica, que les confiere la libertad de predicar el Evangelio con valentía y franqueza; la no violencia, por la que responden al mal con el bien (cf. Mt 5, 38-42; Rm 12, 17-21); y la disponibilidad a dar la propia vida por el nombre de Cristo y por amor a los hombres.

Como el apóstol san Pablo demostraba la autenticidad de su apostolado con las persecuciones, las heridas y los tormentos sufridos (cf. 2 Co 6-7), así la persecución es prueba también de la autenticidad de nuestra misión apostólica. Pero es importante recordar que el Evangelio «toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia sólo con el poder del Espíritu Santo» (cf. Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 64) y la Iglesia y los misioneros han sido hechos idóneos por él para cumplir la misión que se les ha encomendado (cf. ib. 25). Es el Espíritu Santo (cf. 1 Co 14) el que une y preserva a la Iglesia, dándole la fuerza para expandirse, colmando a los discípulos de Cristo con una riqueza desbordante de carismas. Es del Espíritu Santo de quien la Iglesia recibe la autoridad del anuncio y del ministerio apostólico. Por ello deseo reafirmar con fuerza lo que ya dije a propósito del desarrollo (cf. Caritas in veritate, 79), es decir, que la evangelización necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en el gesto de la oración, cristianos movidos por la convicción de que la conversión del mundo a Cristo no la producimos nosotros, sino que nos es dada. La celebración del Año sacerdotal, en verdad, nos ha ayudado a tomar mayor conciencia de que la obra misionera requiere una unión cada vez más profunda con Aquel que es el Enviado de Dios Padre para la salvación de todos; requiere compartir el «nuevo estilo de vida» que inauguró el Señor Jesús y que hicieron suyo los Apóstoles (cf. Discurso a los participantes en la plenaria de la Congregación para el clero, 16 de marzo de 2009).

Queridos amigos, de nuevo os expreso mi agradecimiento a todos vosotros de las Obras misionales pontificias, que de diversos modos os estáis esforzando por mantener despierta la conciencia misionera de las Iglesias particulares, impulsándolas a una participación más activa en la missio ad gentes, con la formación y el envío de misioneros y misioneras y la ayuda solidaria a las Iglesias jóvenes. Un vivo agradecimiento también por la acogida y la formación de presbíteros, religiosas, seminaristas y laicos en los colegios pontificios de la Congregación. A la vez que encomiendo vuestro servicio eclesial a la protección de María santísima, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles, os bendigo a todos de corazón.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
03/08/2013 13:49


Alla delegazione della Repubblica di Bulgaria (22 maggio 2010)

English

Français


----------


Alla delegazione della ex-Repubblica Jugoslava di Macedonia (22 maggio 2010)

English

Français


----------


Ai partecipanti al Convegno promosso dalla Fondazione "Centesimun Annus - Pro Pontifice" (22 maggio 2010)

English

Français


----------


All'Ambasciatore del Benin (28 maggio 2010)

English

Français

[Modificato da Paparatzifan 03/08/2013 13:51]
Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
03/08/2013 13:50


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA 61ª ASAMBLEA GENERAL
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA

Aula del Sínodo
Jueves 27 de mayo de 2010



Venerados y queridos hermanos:

En el Evangelio proclamado el domingo pasado, solemnidad de Pentecostés, Jesús nos prometió: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26). El Espíritu Santo guía a la Iglesia en el mundo y en la historia. Gracias a este don del Resucitado, el Señor está presente en el curso de los acontecimientos; en el Espíritu podemos reconocer en Cristo el sentido de las vicisitudes humanas. El Espíritu Santo nos hace Iglesia, comunión y comunidad incesantemente convocada, renovada y relanzada hacia el cumplimiento del reino de Dios. En la comunión eclesial se encuentra la raíz y la razón fundamental de vuestra reunión y de mi presencia una vez más entre vosotros, con alegría, con ocasión de esta cita anual; es la perspectiva con la cual os exhorto a afrontar los temas de vuestro trabajo, en el cual estáis llamados a reflexionar sobre la vida y la renovación de la acción pastoral de la Iglesia en Italia. Agradezco al cardenal Angelo Bagnasco las amables e intensas palabras que me ha dirigido, haciéndose intérprete de vuestros sentimientos: el Papa sabe que puede contar siempre con los obispos italianos. A través de vosotros saludo a las comunidades diocesanas encomendadas a vuestra solicitud, a la vez que extiendo mi saludo y mi cercanía espiritual a todo el pueblo italiano.

Corroborados por el Espíritu, en continuidad con el camino indicado por el concilio Vaticano II, y en particular con las orientaciones pastorales del decenio que acaba de concluir, habéis decidido escoger la educación como tema fundamental para los próximos diez años. Ese horizonte temporal es proporcional a la radicalidad y a la amplitud de la demanda educativa. Y me parece necesario ir a las raíces profundas de esta emergencia para encontrar también las respuestas adecuadas a este desafío. Yo veo sobre todo dos. Una raíz esencial consiste, a mi parecer, en un falso concepto de autonomía del hombre: el hombre debería desarrollarse sólo por sí mismo, sin imposiciones de otros, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero no entrar en este desarrollo. En realidad, para la persona humana es esencial el hecho de que llega a ser ella misma sólo a partir del otro, el «yo» llega a ser él mismo sólo a partir del «tú» y del «vosotros»; está creado para el diálogo, para la comunión sincrónica y diacrónica. Y sólo el encuentro con el «tú» y con el «nosotros» abre el «yo» a sí mismo. Por eso, la denominada educación anti-autoritaria no es educación, sino renuncia a la educación: así no se da lo que deberíamos dar a los demás, es decir, este «tú» y «nosotros» en el cual el «yo» se abre a sí mismo. Por tanto, me parece que un primer punto es superar esta falsa idea de autonomía del hombre, como un «yo» completo en sí mismo, mientras que llega a ser «yo» en el encuentro colectivo con el «tú» y con el «nosotros».

La segunda raíz de la emergencia educativa yo la veo en el escepticismo y en el relativismo o, con palabras más sencillas y claras, en la exclusión de las dos fuentes que orientan el camino humano. La primera fuente debería ser la naturaleza; la segunda, la Revelación. Pero la naturaleza se considera hoy como una realidad puramente mecánica y, por tanto, que no contiene en sí ningún imperativo moral, ninguna orientación de valores: es algo puramente mecánico y, por consiguiente, el ser en sí mismo no da ninguna orientación. La Revelación se considera o como un momento del desarrollo histórico y, en consecuencia, relativo como todo el desarrollo histórico y cultural; o —se dice― quizá existe Revelación, pero no incluye contenidos, sino sólo motivaciones. Y si callan estas dos fuentes, la naturaleza y la Revelación, también la tercera fuente, la historia, deja de hablar, porque también la historia se convierte sólo en un aglomerado de decisiones culturales, ocasionales, arbitrarias, que no valen para el presente y para el futuro. Por esto es fundamental encontrar un concepto verdadero de la naturaleza como creación de Dios que nos habla a nosotros; el Creador, mediante el libro de la creación, nos habla y nos muestra los valores verdaderos. Así recuperar también la Revelación: reconocer que el libro de la creación, en el cual Dios nos da las orientaciones fundamentales, es descifrado en la Revelación; se aplica y hace propio en la historia cultural y religiosa, no sin errores, pero de una manera sustancialmente válida, que siempre hay que volver a desarrollar y purificar. Por tanto, en este «concierto» —por decirlo así— entre creación descifrada en la Revelación, concretada en la historia cultural que va siempre hacia adelante y en la cual hallamos cada vez más el lenguaje de Dios, se abren también las indicaciones para una educación que no es imposición, sino realmente apertura del «yo» al «tú», al «nosotros» y al «Tú» de Dios.

Por tanto, son grandes las dificultades: redescubrir las fuentes, el lenguaje de las fuentes; pero, aun conscientes del peso de estas dificultades, no podemos caer en la desconfianza y la resignación. Educar nunca ha sido fácil, pero no debemos rendirnos: faltaríamos al mandato que el Señor mismo nos ha confiado al llamarnos a apacentar con amor su rebaño. Más bien, despertemos en nuestras comunidades el celo por la educación, que es un celo del «yo» por el «tú», por el «nosotros», por Dios, y que no se limita a una didáctica, a un conjunto de técnicas y tampoco a la trasmisión de principios áridos. Educar es formar a las nuevas generaciones para que sepan entrar en relación con el mundo, apoyadas en una memoria significativa que no es sólo ocasional, sino que se incrementa con el lenguaje de Dios que encontramos en la naturaleza y en la Revelación, con un patrimonio interior compartido, con la verdadera sabiduría que, a la vez que reconoce el fin trascendente de la vida, orienta el pensamiento, los afectos y el juicio.

Los jóvenes albergan una sed en su corazón, y esta sed es una búsqueda de significado y de relaciones humanas auténticas, que ayuden a no sentirse solos ante los desafíos de la vida. Es deseo de un futuro menos incierto gracias a una compañía segura y fiable, que se acerca a cada persona con delicadeza y respeto, proponiendo valores sólidos a partir de los cuales crecer hacia metas altas, pero alcanzables. Nuestra respuesta es el anuncio del Dios amigo del hombre, que en Jesús se hizo prójimo de cada uno de nosotros. La transmisión de la fe es parte irrenunciable de la formación integral de la persona, porque en Jesucristo se cumple el proyecto de una vida realizada: como enseña el concilio Vaticano ii, «el que sigue a Cristo, hombre perfecto, también se hace él mismo más hombre» (Gaudium et spes, 41). El encuentro personal con Jesús es la clave para intuir la relevancia de Dios en la existencia cotidiana, el secreto para vivirla en la caridad fraterna, la condición para levantarse siempre después de las caídas y moverse a constante conversión.

La tarea educativa, que habéis asumido como prioritaria, valoriza signos y tradiciones, de los cuales Italia es tan rica. Necesita lugares creíbles: ante todo, la familia, con su papel peculiar e irrenunciable; la escuela, horizonte común más allá de las opciones ideológicas; la parroquia, «fuente de la aldea», lugar y experiencia que introduce en la fe dentro del tejido de las relaciones cotidianas. En cada uno de estos ámbitos es decisiva la calidad del testimonio, camino privilegiado de la misión eclesial. En efecto, la acogida de la propuesta cristiana pasa a través de relaciones de cercanía, lealtad y confianza. En un tiempo en el que la gran tradición del pasado corre el riesgo de quedarse en letra muerta, debemos estar al lado de cada persona con disponibilidad siempre nueva, acompañándola en el camino de descubrimiento y asimilación personal de la verdad. Y al hacer esto también nosotros podemos redescubrir de modo nuevo las realidades fundamentales.

La voluntad de promover un nuevo tiempo de evangelización no esconde las heridas que han marcado a la comunidad eclesial, por la debilidad y el pecado de algunos de sus miembros. Pero esta humilde y dolorosa admisión no debe hacer olvidar el servicio gratuito y apasionado de tantos creyentes, comenzando por los sacerdotes. El año especial dedicado a ellos ha querido constituir una oportunidad para promover la renovación interior como condición para un compromiso evangélico y ministerial más incisivo. Al mismo tiempo, también nos ayuda reconocer el testimonio de santidad de cuantos —siguiendo el ejemplo del cura de Ars— se entregan sin reservas para educar en la esperanza, en la fe y en la caridad. A esta luz, lo que es motivo de escándalo, debe traducirse para nosotros en llamada a una «profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender, por una parte, el perdón, pero también la necesidad de la justicia» (Benedicto XVI, Encuentro con la prensa durante el vuelo a Portugal, 11 de mayo de 2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de mayo de 2010, p. 14).

Queridos hermanos, os aliento a recorrer sin vacilaciones el camino del compromiso educativo. Que el Espíritu Santo os ayude a no perder nunca la confianza en los jóvenes, os impulse a salir a su encuentro y os lleve a frecuentar sus ambientes de vida, incluido el que constituyen las nuevas tecnologías de comunicación, que actualmente impregnan la cultura en todas sus expresiones. No se trata de adecuar el Evangelio al mundo, sino de sacar del Evangelio la perenne novedad que permite encontrar en cada tiempo las formas adecuadas para anunciar la Palabra que no pasa, fecundando y sirviendo a la existencia humana. Volvamos, pues, a proponer a los jóvenes la medida alta y trascendente de la vida, entendida como vocación: que llamados a la vida consagrada, al sacerdocio, al matrimonio, sepan responder con generosidad a la llamada del Señor, porque sólo así podrán captar lo que es esencial para cada uno. La frontera educativa constituye el lugar para una amplia convergencia de objetivos: en efecto, la formación de las nuevas generaciones no puede menos de interesar a todos los hombres de buena voluntad, interpelando la capacidad de toda la sociedad de asegurar referencias fiables para el desarrollo armónico de las personas.

También en Italia el tiempo actual está marcado por una incertidumbre sobre los valores, evidente en la dificultad de numerosos adultos a la hora de cumplir los compromisos asumidos: esto es índice de una crisis cultural y espiritual tan grave como la económica. Sería ilusorio —esto quiero subrayarlo— pensar en contrastar una ignorando la otra. Por esta razón, a la vez que renuevo la llamada a los responsables del sector público y a los empresarios a hacer todo lo que esté dentro de sus posibilidades para mitigar los efectos de la crisis de empleo, exhorto a todos a reflexionar sobre los presupuestos de una vida buena y significativa, que fundan la única autoridad que educa y regresa a las verdaderas fuentes de los valores. De hecho, la Iglesia se preocupa por el bien común, que nos compromete a compartir recursos económicos e intelectuales, morales y espirituales, aprendiendo a afrontar juntos, en un contexto de reciprocidad, los problemas y los desafíos del país. Esta perspectiva, ampliamente desarrollada en vuestro reciente documento sobre Iglesia y sur de Italia, encontrará mayor profundización en la próxima Semana social de los católicos italianos, prevista para octubre en Reggio Calabria, donde, junto a las mejores fuerzas del laicado católico, os comprometeréis a declinar una agenda de esperanza para Italia, para que «las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables» (Deus caritas est, 28). Vuestro ministerio, queridos hermanos, y la vitalidad de las comunidades diocesanas bajo vuestra dirección, son la mayor garantía de que la Iglesia seguirá dando con responsabilidad su contribución al crecimiento social y moral de Italia.

Llamado por gracia a ser Pastor de la Iglesia universal y de la espléndida ciudad de Roma, llevo constantemente en mi corazón vuestras preocupaciones y vuestros anhelos, que en los días pasados puse —junto con los de toda la humanidad— a los pies de la Virgen de Fátima. A ella se eleva nuestra oración: «Virgen Madre de Dios y querida Madre nuestra, que tu presencia haga reverdecer el desierto de nuestras soledades y brillar el sol en nuestras tinieblas, y haga que vuelva la calma después de la tempestad, para que todo hombre vea la salvación del Señor, que tiene el nombre y el rostro de Jesús, reflejado en nuestros corazones, unidos para siempre al tuyo. Así sea» (Fátima, 12 de mayo de 2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de mayo de 2010, p. 15). Os doy las gracias de corazón y os bendigo.


English

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
03/08/2013 13:52


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PARTICIPANTES EN LA 19ª ASAMBLEA PLENARIA
DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PASTORAL
DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES

Sala Clementina
Viernes 28 de mayo de 2010



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:

Os acojo con gran alegría con ocasión de la sesión plenaria del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes. Saludo al presidente del dicasterio, monseñor Antonio Maria Vegliò, a quien agradezco sus cordiales palabras; al secretario; a los miembros; a los consultores y a los oficiales. A todos deseo un fructuoso trabajo.

Habéis escogido como tema para esta sesión la «Pastoral de la movilidad humana hoy, en el contexto de la corresponsabilidad de los Estados y de los organismos internacionales». Desde hace tiempo la circulación de las personas es objeto de congresos internacionales, que tienen como objetivo garantizar la protección de los derechos humanos fundamentales y luchar contra la discriminación, la xenofobia y la intolerancia. Se trata de documentos que proporcionan principios y técnicas de tutela supranacionales.

Es de apreciar el esfuerzo por construir un sistema de normas compartidas que contemplen los derechos y los deberes del extranjero, así como los de las comunidades de acogida, teniendo en cuenta, en primer lugar, la dignidad de toda persona humana, creada por Dios a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26). Obviamente, la adquisición de derechos implica también la acogida de deberes. Todos, en efecto, gozan de derechos y deberes que no son arbitrarios, porque derivan de la misma naturaleza humana, como afirma la encíclica Pacem in terris del beato Papa Juan XXIII: «Todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y libre albedrío; y, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto» (n. 9). Así pues, la responsabilidad de los Estados y de los organismos internacionales se realiza especialmente en el compromiso de incidir sobre cuestiones que, exceptuando las competencias del legislador nacional, implican a toda la familia de los pueblos, y exigen una concertación entre los Gobiernos y los organismos más directamente interesados. Pienso en problemáticas como la entrada en el país o el alejamiento forzado del extranjero, el uso de los bienes de la naturaleza, de la cultura y del arte, de la ciencia y de la técnica, que debe ser accesible a todos. Tampoco se debe olvidar el importante papel de mediación a fin de que las resoluciones nacionales e internacionales, que promueven el bien común universal, encuentren acogida en las instancias locales y repercutan en la vida cotidiana.

En ese contexto, los ordenamientos a nivel nacional e internacional que promueven el bien común y el respeto de la persona fomentan la esperanza y los esfuerzos por alcanzar un orden social mundial basado en la paz, en la fraternidad y en la cooperación de todos, a pesar de la fase crítica que están atravesando las instituciones internacionales, comprometidas en resolver las cuestiones cruciales de la seguridad y del desarrollo, en beneficio de todos. Es verdad que, lamentablemente, asistimos a la reaparición de instancias particularistas en algunas áreas del mundo, pero también es verdad que no se han asumido responsabilidades que deberían ser compartidas. Además, todavía no se ha apagado el anhelo de muchos de derribar los muros que separan y de establecer alianzas amplias, también mediante disposiciones legislativas y praxis administrativas que favorezcan la integración, el intercambio mutuo y el enriquecimiento recíproco. En efecto, se pueden ofrecer perspectivas de convivencia entre los pueblos mediante líneas cuidadosas y concertadas para la acogida y la integración, permitiendo ocasiones de entrada en la legalidad, favoreciendo el justo derecho a la reunificación familiar, al asilo y al refugio, compensando las medidas restrictivas necesarias y contrastando el deplorable tráfico de personas. Precisamente aquí las distintas organizaciones de carácter internacional, en cooperación entre sí y con los Estados, pueden dar su peculiar aportación a conciliar, con varias modalidades, el reconocimiento de los derechos de la persona y el principio de soberanía nacional, con referencia específica a las exigencias de la seguridad, del orden público y del control de las fronteras.

Los derechos fundamentales de la persona pueden ser el punto focal del compromiso de corresponsabilidad de las instituciones nacionales e internacionales. Este compromiso, además, está estrechamente vinculado a la «apertura a la vida, que está en el centro del verdadero desarrollo», como destaqué en la encíclica Caritas in veritate (cf. n. 28), donde también hice una llamada a los Estados para que promuevan políticas en favor de la centralidad e integridad de la familia (cf. ib., n. 44). Por otro lado, es evidente que se deben subrayar en los distintos contextos la apertura a la vida y los derechos de la familia, porque «en una sociedad en proceso de globalización, el bien común y el compromiso por él han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones» (ib., n. 7). El futuro de nuestras sociedades se apoya en el encuentro entre los pueblos, en el diálogo entre las culturas respetando las identidades y las legítimas diferencias. En este escenario la familia mantiene su papel fundamental. Por esto la Iglesia, con el anuncio del Evangelio de Cristo en cada sector de la existencia, lleva adelante «el compromiso… no sólo en favor de la persona que emigra, sino también de su familia, lugar y recurso de la cultura de la vida y factor de integración de valores», como reafirmé en el Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado del año 2007 (cf. L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de noviembre de 2006, p. 10).

Queridos hermanos y hermanas, también a vosotros os corresponde sensibilizar a las organizaciones que se dedican al mundo de los emigrantes y de los itinerantes con vistas a formas de corresponsabilidad. Este ámbito pastoral está vinculado a un fenómeno en continua expansión y, por lo tanto, vuestro papel deberá traducirse en respuestas concretas de cercanía y acompañamiento pastoral de las personas, teniendo en cuenta las distintas situaciones locales.

Invoco sobre cada uno de vosotros la luz del Espíritu Santo y la protección materna de la Virgen, renovando mi agradecimiento por el servicio que prestáis a la Iglesia y a la sociedad. Que la inspiración del beato Juan Bautista Scalabrini, definido «Padre de los emigrantes» por el venerable Juan Pablo II y de quien el próximo 1 de junio recordamos los 105 años del nacimiento al cielo, ilumine vuestra actividad en favor de los emigrantes e itinerantes, y os impulse a una caridad cada vez más atenta, que les testimonie el amor indefectible de Dios. Por mi parte os aseguro la oración, mientras os bendigo de corazón.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
03/08/2013 13:53


AUDIENCIA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UNA PEREGRINACIÓN DE LAS DIÓCESIS DE LAS MARCAS
POR EL IV CENTENARIO DE LA MUERTE
DEL PADRE MATTEO RICCI

Sala Pablo VI
Sábado 29 de mayo de 2010

(Video)



Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en sacerdocio;
distinguidas autoridades;
queridos hermanos y hermanas:

Me alegra encontrarme con vosotros para recordar el iv centenario de la muerte del padre jesuita Matteo Ricci. Saludo fraternalmente al obispo de Macerata-Tolentino-Recanati-Cingoli-Treia, monseñor Claudio Giuliodori, que guía esta numerosa peregrinación. Junto a él saludo a los hermanos de la Conferencia episcopal de Las Marcas y a las respectivas diócesis, a las autoridades civiles, militares y académicas; a los sacerdotes, a los seminaristas y a los estudiantes, y también a los pueri cantores. Macerata se siente orgullosa de un ciudadano, un religioso y un sacerdote tan ilustre. Saludo a los miembros de la Compañía de Jesús, de la que formó parte el padre Ricci, en particular al prepósito general, padre Adolfo Nicolás, a sus amigos y colaboradores y a las instituciones educativas vinculadas a ellos. Un saludo también para todos los chinos.

El 11 de mayo de 1610, en Pekín terminaba la vida terrena de este gran misionero, verdadero protagonista del anuncio del Evangelio en China en la era moderna, después de la primera evangelización del arzobispo Giovanni da Montecorvino. Un signo de la gran estima que lo rodeaba en la capital china y en la misma corte imperial es el privilegio extraordinario que se le concedió, impensable para un extranjero, de recibir sepultura en tierra china. Aún hoy se puede venerar su tumba en Pekín, oportunamente restaurada por las autoridades locales. Las múltiples iniciativas promovidas en Europa y en China para honrar al padre Ricci, muestran el vivo interés que su obra sigue suscitando en la Iglesia y en ambientes culturales distintos.

La historia de las misiones católicas comprende figuras de gran talla por el celo y la valentía de llevar a Cristo a tierras nuevas y lejanas, pero el padre Ricci es un caso singular de feliz síntesis entre el anuncio del Evangelio y el diálogo con la cultura del pueblo al que lo anuncia, un ejemplo de equilibrio entre claridad doctrinal y prudente acción pastoral. No sólo el aprendizaje profundo de la lengua, sino también la asunción del estilo de vida y de las costumbres de las clases cultas chinas, fruto del estudio y del ejercicio paciente y clarividente, hicieron que los chinos aceptaran al padre Ricci con respeto y estima, no ya como a un extranjero, sino como al «Maestro del gran Occidente». En el «Museo del milenio» de Pekín sólo se recuerda a dos extranjeros entre los grandes de la historia de China: Marco Polo y el padre Matteo Ricci.

La obra de este misionero presenta dos aspectos que no deben separarse: la inculturación china del anuncio evangélico y la presentación a China de la cultura y de la ciencia occidentales. A menudo los aspectos científicos han despertado mayor interés, pero no hay que olvidar la perspectiva con la cual el padre Ricci entró en relación con el mundo y la cultura chinas: un humanismo que considera a la persona insertada en su contexto, cultiva sus valores morales y espirituales, apreciando todo lo que de positivo se encuentra en la tradición china y ofreciendo enriquecerla con la contribución de la cultura occidental, pero sobre todo con la sabiduría y la verdad de Cristo. El padre Ricci no va a China para llevar la ciencia y la cultura de Occidente, sino para llevarle el Evangelio, para dar a conocer a Dios. Escribe: «Durante más de veinte años cada mañana y cada noche he rezado llorando con la mirada hacia el cielo. Sé que el Señor del cielo tiene piedad de las criaturas vivas y las perdona (…). La verdad sobre el Señor del cielo ya está en el corazón de los hombres. Pero los seres humanos no la comprenden inmediatamente y, además, no están inclinados a reflexionar sobre semejante cuestión» (Il vero significato del «Signore del cielo», Roma 2006, pp. 69-70). Y precisamente mientras lleva el Evangelio, el padre Ricci encuentra en sus interlocutores la petición de una confrontación más amplia, de modo que el encuentro motivado por la fe se convierte también en diálogo entre culturas; un diálogo desinteresado, sin intereses, que no busca poder económico o político, vivido en la amistad, que hace de la obra del padre Ricci y de sus discípulos uno de los puntos más altos y felices en la relación entre China y Occidente. El «Tratado de la amistad» (1595), una de sus primeras y más conocidas obras en chino, es elocuente al respecto. En el pensamiento y en las enseñanzas del padre Ricci ciencia, razón y fe encuentran una síntesis natural: «Quien conoce el cielo y la tierra —escribe en el prólogo a la tercera edición del mapamundi— puede experimentar que quien gobierna el cielo y la tierra es absolutamente bueno, absolutamente grande y absolutamente uno. Los ignorantes rechazan el cielo, pero la ciencia que no se remonta al Emperador del cielo como a la primera causa, no es para nada ciencia».

Sin embargo, la admiración hacia el padre Ricci no debe hacer olvidar el papel y el influjo de sus interlocutores chinos. Las decisiones que tomó no dependían de una estrategia abstracta de inculturación de la fe, sino del conjunto de los acontecimientos, los encuentros y las experiencias que iba haciendo, de modo que lo que pudo realizar fue también gracias al encuentro con los chinos; un encuentro vivido de muchas maneras, pero que se profundizó mediante la relación con algunos amigos y discípulos, especialmente los cuatro célebres convertidos, «pilares de la Iglesia china naciente». El primero y más famoso de estos es Xu Guangqi, nativo de Shanghai, literato y científico, matemático, astrónomo, estudioso de agricultura, que llegó a los más altos grados de la burocracia imperial, hombre íntegro, de gran fe y vida cristiana, dedicado al servicio de su país, y que ocupa un lugar de relieve en la historia de la cultura china. Es él, por ejemplo, quien convence y ayuda al padre Ricci a traducir al chino los «Elementos» de Euclides, obra fundamental de la geometría, o quien obtiene que el emperador confíe a los astrónomos jesuitas la reforma del calendario chino. Asimismo, otro de los estudiosos chinos convertidos al cristianismo —Li Zhizao— ayuda al padre Ricci en la realización de las últimas y más desarrolladas ediciones del mapamundi, que dio a los chinos una nueva imagen del mundo. Describía al padre Ricci con estas palabras: «Creo que es un hombre singular porque vive en el celibato, no busca altos cargos, habla poco, tiene una conducta regulada y esto todos los días, cultiva la virtud en secreto y sirve a Dios continuamente». Por tanto, es justo asociar al padre Matteo Ricci también con sus grandes amigos chinos, que compartieron con él la experiencia de la fe.

Queridos hermanos y hermanas, que el recuerdo de estos hombres de Dios entregados al Evangelio y a la Iglesia, su ejemplo de fidelidad a Cristo, el profundo amor hacia el pueblo chino, el compromiso de inteligencia y de estudio, su vida virtuosa, sean ocasión de oración por la Iglesia en China y por todo el pueblo chino, como hacemos cada año, el 24 de mayo, dirigiéndonos a María santísima, venerada en el célebre santuario de Sheshan en Shanghai; y que sirvan también de estímulo y aliento a vivir con intensidad la fe cristiana, en el diálogo con las distintas culturas, pero en la certeza de que en Cristo se realiza el verdadero humanismo, abierto a Dios, rico en valores morales y espirituales y capaz de responder a los deseos más profundos del alma humana. También yo, como el padre Matteo Ricci, expreso hoy mi profunda estima al noble pueblo chino y a su cultura milenaria, convencido de que un renovado encuentro suyo con el cristianismo aportará frutos abundantes de bien, al igual que entonces favoreció una convivencia pacífica entre los pueblos. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
03/08/2013 13:54


CONCLUSIÓN SOLEMNE DEL MES DE MARÍA

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos
Lunes 31 de mayo de 2010



Queridos hermanos y hermanas:

Con gran alegría me uno a vosotros, al término de este tradicional encuentro de oración, con el que concluye el mes de mayo en el Vaticano. Haciendo referencia a la liturgia de hoy, queremos contemplar a María santísima en el misterio de su Visitación. En la Virgen María que va a visitar a su pariente Isabel reconocemos el ejemplo más límpido y el significado más verdadero de nuestro camino de creyentes y del camino de la Iglesia misma. La Iglesia, por su naturaleza, es misionera, está llamada a anunciar el Evangelio en todas partes y siempre, a transmitir la fe a todo hombre y mujer, y en toda cultura.

«En aquellos días —escribe el evangelista san Lucas— se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá» (Lc 1, 39). El viaje de María es un auténtico viaje misionero. Es un viaje que la lleva lejos de casa, la impulsa al mundo, a lugares extraños a sus costumbres diarias; en cierto sentido, la hace llegar hasta confines inalcanzables para ella. Está precisamente aquí, también para todos nosotros, el secreto de nuestra vida de hombres y de cristianos. Nuestra existencia, como personas y como Iglesia, está proyectada hacia fuera de nosotros. Como ya había sucedido con Abraham, se nos pide salir de nosotros mismos, de los lugares de nuestras seguridades, para ir hacia los demás, a lugares y ámbitos distintos. Es el Señor quien nos lo pide: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos… hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8). Y también es el Señor quien, en este camino, nos pone al lado a María como compañera de viaje y madre solícita. Ella nos tranquiliza, porque nos recuerda que su Hijo Jesús está siempre con nosotros, como lo prometió: «Yo estoy con vosotros todos lo días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

El evangelista anota que «María permaneció con ella (con su prima Isabel) unos tres meses» (Lc 1, 56). Estas sencillas palabras revelan el objetivo más inmediato del viaje de María. El ángel le había anunciado que Isabel esperaba un hijo y que ya estaba en el sexto mes de embarazo (cf. Lc 1, 36). Pero Isabel era de edad avanzada y la cercanía de María, todavía muy joven, podía serle útil. Por esto María va a su casa y permanece con ella unos tres meses, para ofrecerle la cercanía afectuosa, la ayuda concreta y todas las atenciones cotidianas que necesitaba. Isabel se convierte así en el símbolo de tantas personas ancianas y enfermas, es más, de todas las personas que necesitan ayuda y amor. Y son numerosas también hoy, en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras ciudades. Y María —que se había definido «la esclava del Señor» (Lc 1, 38)— se hace esclava de los hombres. Más precisamente, sirve al Señor que encuentra en los hermanos.

Pero la caridad de María no se limita a la ayuda concreta, sino que alcanza su culmen dando a Jesús mismo, «haciendo que lo encuentren». Es de nuevo san Lucas quien lo subraya: «En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno» (Lc 1, 41). Nos encontramos así en el corazón y en el culmen de la misión evangelizadora. Este es el significado más verdadero y el objetivo más genuino de todo camino misionero: dar a los hombres el Evangelio vivo y personal, que es el propio Señor Jesús. Y comunicar y dar a Jesús —como atestigua Isabel— llena el corazón de alegría: «En cuanto llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1, 44). Jesús es el verdadero y único tesoro que nosotros tenemos para dar a la humanidad. De él sienten profunda nostalgia los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, incluso cuando parecen ignorarlo o rechazarlo. De él tienen gran necesidad la sociedad en que vivimos, Europa y todo el mundo.

A nosotros se nos ha confiado esta extraordinaria responsabilidad. Vivámosla con alegría y con empeño, para que en nuestra civilización reinen realmente la verdad, la justicia, la libertad y el amor, pilares fundamentales e insustituibles de una verdadera convivencia ordenada y pacífica. Vivamos esta responsabilidad permaneciendo asiduos en la escucha de la Palabra de Dios, en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones (cf. Hch 2, 42). Pidamos juntos esta gracia a la Virgen santísima esta noche. A todos os imparto mi bendición.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:37


CLAUSURA DEL AÑO SACERDOTAL

VIGILIA CON OCASIÓN
DEL ENCUENTRO INTERNACIONAL DE SACERDOTES

DIÁLOGO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
CON LOS SACERDOTES

Plaza de San Pedro
Jueves 10 de junio de 2010

Imágenes de la celebración



América

Pregunta: Santo Padre, soy José Eduardo Oliveira Silva y vengo de América, en concreto de Brasil. La mayoría de los aquí presentes estamos comprometidos en la pastoral directa, en la parroquia, y no sólo con una comunidad, pues a veces somos párrocos de varias parroquias, o de comunidades particularmente extensas. Con toda la buena voluntad, tratamos de proveer a las necesidades de una sociedad muy cambiada, que ya no es completamente cristiana, pero nos damos cuenta de que no basta con «hacer». ¿A dónde ir, Santidad? ¿En qué dirección?

Respuesta: Queridos amigos, ante todo quiero expresar mi gran alegría porque se han reunido aquí sacerdotes de todas partes del mundo, en el gozo de nuestra vocación y en la disponibilidad a servir al Señor con todas nuestras fuerzas, en nuestro tiempo. Respecto a la pregunta: soy perfectamente consciente de que hoy en día es muy difícil ser párroco, también y sobre todo en los países de cristiandad antigua; son cada vez más extensas las parroquias, las unidades pastorales... Es imposible conocer a todos, es imposible cumplir todas las tareas que uno se esperaría de un párroco. Y así, realmente, nos preguntamos a dónde ir, como usted ha dicho. Pero ante todo quiero decir: sé que hay muchos párrocos en el mundo que realmente dedican todas sus energías a la evangelización, a la presencia del Señor y de sus sacramentos, y a estos párrocos fieles, que trabajan con todas las fuerzas de su vida, de nuestro ser apasionados de Cristo, quiero decir un gran «gracias» en este momento. He dicho que no es posible hacer todo lo que se desea, todo lo que quizá habría que hacer, porque nuestras fuerzas son limitadas y las situaciones son difíciles en una sociedad cada vez más diversificada, más complicada. Yo pienso que lo más importante es que los fieles puedan ver que este sacerdote no desempeña sólo un «oficio», haciendo horas de trabajo, y luego está libre y vive sólo para sí mismo, sino que es un hombre apasionado de Cristo, que lleva dentro el fuego del amor de Cristo. Si los fieles ven que está lleno de la alegría del Señor, comprenden también que no puede hacer todo, aceptan sus limitaciones y ayudan al párroco. Me parece que este es el punto más importante: que se pueda ver y sentir que el párroco realmente se siente una persona llamada por el Señor; está lleno de amor por el Señor y por los suyos. Si es así, se entiende y se puede ver también la imposibilidad de hacerlo todo. Por tanto, la primera condición es estar llenos de la alegría del Evangelio con todo nuestro ser. Luego hay que escoger, tener prioridades, ver lo que es posible y lo que es imposible. Diría que las tres prioridades fundamentales las conocemos: son las tres columnas de nuestro ser sacerdotes. Primero, la Eucaristía, los sacramentos: hacer posible y presente la Eucaristía, sobre todo la dominical, en la medida de lo posible, para todos, y celebrarla de modo que sea realmente el acto visible de amor del Señor por nosotros. Después, el anuncio de la Palabra en todas sus dimensiones: del diálogo personal hasta la homilía. El tercer punto es la «caritas», el amor de Cristo: estar presentes para los que sufren, para los pequeños, para los niños, para las personas que pasan dificultades, para los marginados; hacer realmente presente el amor del Buen Pastor. Y luego, otra prioridad muy importante es la relación personal con Cristo. En el Breviario, el 4 de noviembre leemos un hermoso texto de san Carlos Borromeo, gran pastor, que se entregó totalmente, y que nos dice a todos los sacerdotes: «No descuides tu propia alma: si descuidas tu propia alma, tampoco puedes dar a los demás lo que deberías dar. Por lo tanto, también para ti mismo, para tu alma, debes tener tiempo», o, en otras palabras, la relación con Cristo, el coloquio personal con Cristo es una prioridad pastoral fundamental, es condición para nuestro trabajo por los demás. Y la oración no es algo marginal: precisamente rezar es «oficio» del sacerdote, también como representante de la gente que no sabe rezar o no encuentra el tiempo para rezar. La oración personal, sobre todo el rezo de la liturgia de las Horas, es alimento fundamental para nuestra alma, para toda nuestra acción. Y, por último, reconocer nuestras limitaciones, abrirnos también a esta humildad. Recordemos una escena de Marcos, capítulo 6, donde los discípulos están «estresados», quieren hacerlo todo, y el Señor les dice: «Venid también vosotros aparte, para descansar un poco» (cf. Mc 6, 31). También esto es trabajo —diría— pastoral: encontrar y tener la humildad, la valentía de descansar. Por lo tanto, pienso que el celo por el Señor, el amor al Señor, nos muestra las prioridades, las opciones; nos ayuda a encontrar el camino. El Señor nos ayudará. ¡Gracias a todos vosotros!

África

P.: Santidad, soy Mathias Agnero y vengo de África, en concreto de Costa de Marfil. Usted es un Papa teólogo, mientras que nosotros, cuando lo logramos, apenas leemos algún que otro libro de teología para la formación. Sin embargo, nos parece que se ha creado una fractura entre teología y doctrina y, aún más, entre teología y espiritualidad. Se siente la necesidad de que el estudio no sea totalmente académico sino que alimente nuestra espiritualidad. Sentimos esta necesidad de modo especial en el ministerio pastoral. A veces la teo-logía no parece tener a Dios en el centro y a Jesucristo como primer «lugar teológico», sino que parece seguir más bien los gustos y las tendencias generalizadas; y la consecuencia es la proliferación de opiniones subjetivas que permiten que se introduzca, también en la Iglesia, un pensamiento no católico. ¿Cómo evitar desorientarnos en nuestra vida y en nuestro ministerio, cuando es el mundo el que juzga la fe y no viceversa? ¡Nos sentimos «descentrados»!

R.: Gracias. Usted toca un problema muy difícil y doloroso. Existe realmente una teología que quiere ser sobre todo académica, parecer científica, y olvida la realidad vital, la presencia de Dios, su presencia entre nosotros, su hablar hoy, no sólo en el pasado. San Buenaventura en su tiempo ya distinguió entre dos formas de teología; dijo: «Existe una teología que viene de la arrogancia de la razón, que quiere dominarlo todo, hacer que Dios pase de sujeto a objeto que nosotros estudiamos, mientras que debería ser sujeto que nos habla y nos guía». Existe realmente este abuso de la teología, que es arrogancia de la razón y no nutre la fe, sino que oscurece la presencia de Dios en el mundo. Por otra parte, existe una teología que quiere conocer más por amor al amado; estimulada por el amor y guiada por el amor, quiere conocer más al amado. Y esta es la verdadera teología, que viene del amor de Dios, de Cristo, y quiere entrar más profundamente en comunión con Cristo. En realidad, las tentaciones hoy son grandes; sobre todo, se impone la llamada «visión moderna del mundo» (Bultmann, «modernes Weltbild»), que se convierte en el criterio de lo que sería posible o imposible. Y así, precisamente con este criterio de que todo es como siempre, de que todos los acontecimientos históricos son del mismo tipo, se excluye la novedad del Evangelio, se excluye la irrupción de Dios, la verdadera novedad que es la alegría de nuestra fe. ¿Qué hacer? Yo diría primero de todo a los teólogos: sed valientes. Y quiero dar sinceramente las gracias a los numerosos teólogos que hacen un buen trabajo. Existen los abusos, lo sabemos, pero en todas partes del mundo existen numerosos teólogos que viven verdaderamente de la Palabra de Dios, se alimentan de la meditación, viven la fe de la Iglesia y quieren ayudar a fin de que la fe esté presente en nuestro tiempo. A estos teólogos quiero decir un gran «gracias». Y diría a los teólogos en general: «¡No tengáis miedo de este fantasma de la cientificidad!». Yo sigo la teología desde 1946; comencé a estudiar teología en enero de 1946 y, por consiguiente, he visto casi tres generaciones de teólogos, y puedo decir: las hipótesis que en aquel tiempo, y más tarde en los años sesenta y ochenta eran las más nuevas, absolutamente científicas, absolutamente casi dogmáticas, han quedado anticuadas y ya no valen. Muchas de ellas casi parecen ridículas. Por lo tanto, hay que tener la valentía de resistir a la aparente cientificidad, de no someterse a todas las hipótesis del momento, sino pensar realmente a partir de la gran fe de la Iglesia, que está presente en todos los tiempos y nos abre el acceso a la verdad. Sobre todo, también, no pensar que la razón del positivismo, que excluye lo trascendente —lo considera inaccesible— es la razón verdadera. Esta razón débil, que presenta sólo las cosas experimentables, es realmente una razón insuficiente. Nosotros, los teólogos, debemos usar la razón grande, que está abierta a la grandeza de Dios. Debemos tener la valentía de ir, más allá del positivismo, a la cuestión de las raíces del ser. Esto me parece sumamente importante. Por consiguiente, hay que tener la valentía de la razón grande, amplia, tener la humildad de no someterse a todas las hipótesis del momento, vivir de la gran fe de la Iglesia de todos los tiempos. No existe una mayoría contra la mayoría de los santos: la verdadera mayoría son los santos en la Iglesia y debemos orientarnos hacia los santos. A los seminaristas y a los sacerdotes les digo lo mismo: pensad que la Sagrada Escritura no es un libro aislado, sino que vive en la comunidad viva de la Iglesia, que es el mismo sujeto en todos los siglos y garantiza la presencia de la Palabra de Dios. El Señor nos ha dado la Iglesia como sujeto vivo, con la estructura de los obispos en comunión con el Papa, y esta gran realidad de los obispos del mundo en comunión con el Papa nos garantiza el testimonio de la verdad permanente. Tengamos confianza en este Magisterio permanente de la comunión de los obispos con el Papa, que nos representa la presencia de la Palabra. Y luego, tengamos también confianza en la vida de la Iglesia y, sobre todo, debemos ser críticos. Ciertamente la formación teológica —esto lo quiero decir a los seminaristas— es muy importante. En nuestro tiempo debemos conocer bien la Sagrada Escritura, también contra los ataques de las sectas; debemos ser realmente amigos de la Palabra. Debemos conocer también las corrientes de nuestro tiempo para poder responder razonablemente, para poder dar —como dice san Pedro— «razón de nuestra fe». La formación es muy importante. Pero también debemos ser críticos: el criterio de la fe es el criterio con el que hay que mirar también a los teólogos y las teologías. El Papa Juan Pablo II nos dio un criterio absolutamente seguro en el Catecismo de la Iglesia católica: aquí vemos la síntesis de nuestra fe, y este Catecismo es verdaderamente el criterio para ver a dónde va una teología aceptable o no aceptable. Por tanto, recomiendo la lectura, el estudio de este texto, y así podemos avanzar con una teología crítica en el sentido positivo, es decir, crítica contra las tendencias de moda y abierta a las verdaderas novedades, a la profundidad inagotable de la Palabra de Dios, que se revela nueva en todos los tiempos, también en nuestro tiempo.

Europa

P.: Santo Padre, soy Karol Miklosko y vengo de Europa, en concreto de Eslovaquia, y soy misionero en Rusia. Cuando celebro la santa misa me encuentro a mí mismo y entiendo que allí encuentro mi identidad, la raíz y la energía de mi ministerio. El sacrificio de la cruz me revela al Buen Pastor que da todo por su rebaño, por cada oveja, y cuando digo: «Este es mi Cuerpo ... Esta es mi Sangre» entregado y derramada en sacrificio por vosotros, comprendo la belleza del celibato y de la obediencia, que libremente prometí en el momento de la ordenación. Aunque con las dificultades naturales, mirando a Cristo, el celibato me parece obvio, pero me deja trastornado leer tantas críticas mundanas a este don. Le pido humildemente, Padre Santo, que nos ilumine sobre la profundidad y el sentido auténtico del celibato eclesiástico.

R.: Gracias por las dos partes de su pregunta. La primera muestra el fundamento permanente y vital de nuestro celibato; la segunda muestra todas las dificultades en las cuales nos encontramos en nuestro tiempo. Es importante la primera parte, es decir: el centro de nuestra vida debe ser realmente la celebración diaria de la santa Eucaristía; y aquí son centrales las palabras de la consagración: «Este es mi Cuerpo... Esta es mi Sangre»; es decir: hablamos in persona Christi. Cristo nos permite usar su «yo», hablamos en el «yo» de Cristo, Cristo nos «atrae a sí» y nos permite unirnos, nos une a su «yo». Y así, mediante esta acción, este hecho de que él nos «atrae» a sí mismo, de modo que nuestro «yo» queda unido al suyo, realiza la permanencia, la unicidad de su sacerdocio; así él es siempre realmente el único Sacerdote y, sin embargo, está muy presente en el mundo, porque nos «atrae» a sí mismo y así hace presente su misión sacerdotal. Esto significa que somos «incorporados» en el Dios de Cristo: esta unión con su «yo» es la que se realiza en las palabras de la consagración. También en el «yo te absuelvo» —porque ninguno de nosotros podría absolver de los pecados— es el «yo» de Cristo, de Dios, el único que puede absolver. Esta unificación de su «yo» con el nuestro implica que somos «incorporados» también en su realidad de resucitado, avanzamos hacia la vida plena de la resurrección, de la cual Jesús habla a los saduceos en Mateo, capítulo 22: es una vida «nueva», en la cual ya estamos más allá del matrimonio (cf. Mt 22, 23-32). Es importante que nos dejemos penetrar siempre por esta identificación del «yo» de Cristo con nosotros, por este ser «llevados» hacia el mundo de la resurrección. En este sentido, el celibato es una anticipación. Trascendemos este tiempo y avanzamos, y así «atraemos» nuestra persona y nuestro tiempo hacia el mundo de la resurrección, hacia la novedad de Cristo, hacia la nueva y verdadera vida. Por tanto, el celibato es una anticipación que hace posible la gracia del Señor que nos «atrae» a sí hacia el mundo de la resurrección; nos invita siempre de nuevo a trascender nuestra persona, este presente, hacia el verdadero presente del futuro, que se convierte en presente hoy. Y este es un punto muy importante. Un gran problema de la cristiandad del mundo de hoy es que ya no se piensa en el futuro de Dios: parece que basta el presente de este mundo. Queremos tener sólo este mundo, vivir sólo en este mundo. Así cerramos las puertas a la verdadera grandeza de nuestra existencia. El sentido del celibato como anticipación del futuro significa precisamente abrir estas puertas, hacer más grande el mundo, mostrar la realidad del futuro que debemos vivir ya como presente. Por tanto, vivir testimoniando la fe: si creemos realmente que Dios existe, que Dios tiene que ver con mi vida, que puedo fundar mi vida en Cristo, en la vida futura, afrontemos ahora las críticas mundanas de las cuales usted ha hablado. Es verdad que para el mundo agnóstico, el mundo en el que Dios no cuenta, el celibato es un gran escándalo, porque muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad. Con la vida escatológica del celibato, el mundo futuro de Dios entra en las realidades de nuestro tiempo. Y eso no debería ser así. En cierto sentido, esta crítica permanente contra el celibato puede sorprender, en un tiempo en el que está cada vez más de moda no casarse. Pero el no casarse es algo fundamentalmente muy distinto del celibato, porque el no casarse se basa en la voluntad de vivir sólo para uno mismo, de no aceptar ningún vínculo definitivo, de mantener la vida en una plena autonomía en todo momento, decidir en todo momento qué hacer, qué tomar de la vida; y, por tanto, un «no» al vínculo, un «no» a lo definitivo, un guardarse la vida sólo para sí mismos. Mientras que el celibato es precisamente lo contrario: es un «sí» definitivo, es un dejar que Dios nos tome de la mano, abandonarse en las manos del Señor, en su «yo», y, por tanto, es un acto de fidelidad y de confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio; es precisamente lo contrario de este «no», de esta autonomía que no quiere crearse obligaciones, que no quiere aceptar un vínculo; es precisamente el «sí» definitivo que supone, confirma el «sí» definitivo del matrimonio. Y este matrimonio es la forma bíblica, la forma natural del ser hombre y mujer, fundamento de la gran cultura cristiana, de grandes culturas del mundo. Y, si desapareciera, quedaría destruida la raíz de nuestra cultura. Por esto, el celibato confirma el «sí» del matrimonio con su «sí» al mundo futuro, y así queremos avanzar y hacer presente este escándalo de una fe que basa toda la existencia en Dios. Sabemos que junto a este gran escándalo, que el mundo no quiere ver, existen también los escándalos secundarios de nuestras insuficiencias, de nuestros pecados, que oscurecen el verdadero y gran escándalo, y hacen pensar: «No viven realmente sobre el fundamento de Dios». Pero ¡hay tanta fidelidad! Precisamente las críticas muestran que el celibato es un gran signo de la fe, de la presencia de Dios en el mundo. Pidamos al Señor que nos libre de los escándalos secundarios, para que haga presente el gran escándalo de nuestra fe: la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Cristo Jesús.

Asia

P.: Santo Padre, soy Atsushi Yamashita y vengo de Asia, en concreto de Japón. El modelo sacerdotal que Su Santidad nos propuso en este Año, el cura de Ars, ve en el centro de la existencia y del ministerio la Eucaristía, la Penitencia sacramental y personal y el amor al culto, celebrado dignamente. Llevo en los ojos los signos de la austera pobreza de san Juan María Vianney y, a la vez, de su celo por las cosas preciosas para el culto. ¿Cómo vivir estas dimensiones fundamentales de nuestra existencia sacerdotal, sin caer en el clericalismo o alejarnos de la realidad, cosa que hoy el mundo no nos permite?

R.: Gracias. Su pregunta es: cómo vivir la centralidad de la Eucaristía sin perderse en una vida puramente cultual, extraños a la vida cotidiana de las demás personas. Sabemos que el clericalismo es una tentación de los sacerdotes de todos los siglos, también hoy; por eso, es muy importante encontrar el modo verdadero de vivir la Eucaristía, que no es estar cerrados al mundo, sino precisamente estar abiertos a las necesidades del mundo. Debemos tener presente que en la Eucaristía se realiza este gran drama de Dios que sale de sí mismo, deja —como dice la carta a los Filipenses— su propia gloria, sale y desciende hasta ser uno de nosotros, y se rebaja hasta la muerte de cruz (cf. Flp 2). La aventura del amor de Dios, que deja, se despoja de sí mismo para estar con nosotros, y esto se hace presente en la Eucaristía; el gran acto, la gran aventura del amor de Dios es la humildad de Dios que se entrega a nosotros. En este sentido hay que considerar la Eucaristía como el entrar en este camino de Dios. San Agustín dice en el libro X del De Civitate Dei: «Hoc est sacrificium christianorum: multi unum corpus in Christo», es decir: el sacrificio de los cristianos es estar unidos al amor de Cristo en la unidad del único cuerpo de Cristo. El sacrificio consiste precisamente en salir de nosotros mismos, en dejarnos atraer en la comunión del único pan, del único Cuerpo, y entrar de este modo en la gran aventura del amor de Dios. Así debemos celebrar, vivir, meditar siempre la Eucaristía, como esta escuela de la liberación de mi «yo»: entrar en el único pan, que es pan de todos, que nos une en el único Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, la Eucaristía es, de por sí, un acto de amor, nos obliga a esta realidad del amor por los demás: el sacrificio de Cristo es la comunión de todos en su Cuerpo. De este modo debemos entender la Eucaristía, que es precisamente lo contrario del clericalismo, del encerrarse en sí mismos. Pensemos también en la madre Teresa, verdaderamente el ejemplo grande en este siglo, en este tiempo, de un amor que se despoja de sí mismo, que abandona todo tipo de clericalismo, de alejamiento del mundo, que va a los más marginados, a los más pobres, a las personas cercanas a la muerte y se da totalmente al amor por los pobres, por los marginados. Pero la madre Teresa, que nos dio este ejemplo, y la comunidad que sigue sus huellas, suponía siempre como primera condición de una fundación suya la presencia de un sagrario. Sin la presencia del amor de Dios que se da no habría sido posible realizar ese apostolado, no habría sido posible vivir en ese abandono de sí mismos; sólo insertándose en este abandono de sí en Dios, en esta aventura de Dios, en esta humildad de Dios, podían y pueden cumplir hoy este gran acto de amor, esta apertura a todos. En este sentido, diría: vivir la Eucaristía en su sentido originario, en su verdadera profundidad, es una escuela de vida, es la protección más segura contra toda tentación de clericalismo.

Oceanía

P.: Santo Padre, soy Anthony Denton y vengo de Oceanía, de Australia. Esta noche aquí somos muchísimos sacerdotes. Pero sabemos que nuestros seminarios no están llenos y que, en el futuro, en varias partes del mundo, nos espera una disminución, incluso brusca. ¿Qué hacer que sea realmente eficaz para las vocaciones? ¿Cómo proponer nuestra vida, lo que de grande y bello hay en ella, a un joven de nuestro tiempo?

R.: Gracias. Realmente usted toca de nuevo un problema grande y doloroso de nuestro tiempo: la falta de vocaciones, a causa de la cual hay Iglesias particulares que corren el peligro de secarse, porque falta la Palabra de vida, falta la presencia del sacramento de la Eucaristía y de los demás sacramentos. ¿Qué hacer? Es grande la tentación de ocuparnos nosotros del asunto, de transformar el sacerdocio —el sacramento de Cristo, el ser elegido por él— en una tarea normal y corriente, en un «oficio» que tiene un horario, y por lo demás uno se pertenece sólo a sí mismo; convirtiéndolo así en una vocación como cualquier otra: haciéndolo accesible y fácil. Pero esta es una tentación que no resuelve el problema. Me hace pensar en la historia de Saúl, el rey de Israel, que antes de la batalla contra los filisteos espera a Samuel para el necesario sacrificio a Dios. Y cuando Samuel, en el momento esperado, no llega, él mismo ofrece el sacrificio, aun sin ser sacerdote (cf. 1 S 13); piensa que así puede resolver el problema, que naturalmente no resuelve, porque se asume él la responsabilidad de lo que no puede hacer, se hace él mismo Dios, o casi, y no puede esperarse que las cosas vayan realmente según el modo de Dios. Así, también nosotros, si desempeñáramos sólo una profesión como los demás, renunciando a la sacralidad, a la novedad, a la diversidad del sacramento que da sólo Dios, que puede venir solamente de su vocación y no de nuestro «hacer», no resolveríamos nada. Con más razón debemos —como nos invita el Señor— pedir a Dios, llamar a la puerta, al corazón de Dios, para que nos dé vocaciones; pedir con gran insistencia, con gran determinación y también con gran convicción, porque Dios no se cierra a una oración insistente, permanente, confiada, aunque deje hacer, esperar, como Saúl, más tiempo del que nosotros habíamos previsto. Este me parece el primer punto: alentar a los fieles a tener esta humildad, esta confianza, esta valentía de rezar con insistencia por las vocaciones, de llamar al corazón de Dios para que nos dé sacerdotes. Además de este, creo que hay otros tres puntos. El primero: cada uno de nosotros debería hacer lo posible por vivir su propio sacerdocio de tal modo que resulte convincente, de tal manera que los jóvenes puedan decir: esta es una verdadera vocación, se puede vivir así, así se hace algo esencial por el mundo. Pienso que ninguno de nosotros se habría hecho sacerdote si no hubiera conocido sacerdotes convincentes en los cuales ardía el fuego del amor de Cristo. Por tanto, este es el primer punto: intentemos ser nosotros mismos sacerdotes convincentes. El segundo punto es que debemos invitar, como ya he dicho, a la iniciativa de la oración, a tener esta humildad, esta confianza de hablar con Dios con fuerza, con decisión. El tercer punto: tener la valentía de proponer a los los jóvenes la idea de que piensen si Dios los llama, porque con frecuencia una palabra humana es necesaria para abrir la escucha a la vocación divina; hablar con los jóvenes y sobre todo ayudarles a encontrar un contexto vital en el que puedan vivir. En el mundo de hoy casi parece excluido que madure una vocación sacerdotal; los jóvenes necesitan ambientes en los que se viva la fe, en los que se muestre la belleza de la fe, en los que se vea que este es un modelo de vida, «el» modelo de vida y, por tanto, ayudarles a encontrar movimientos, o la parroquia —la comunidad en parroquia— u otros contextos donde realmente estén rodeados de fe, de amor a Dios, y así puedan estar abiertos a fin de que la vocación de Dios llegue y los ayude. Por lo demás, demos gracias al Señor por todos los seminaristas de nuestro tiempo, por los jóvenes sacerdotes, y recemos. El Señor nos ayudará. Gracias a todos.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:38


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL BANCO DE DESARROLLO DEL CONSEJO DE EUROPA

Sala Clementina
Sábado 12 de junio de 2010

.

Señor gobernador y señores presidentes;
señoras y señores embajadores;
señoras y señores administradores;
queridos amigos:

La 45ª reunión conjunta del Banco de Desarrollo del Consejo de Europa os ha traído a Roma y tengo el placer de recibiros esta mañana en el palacio apostólico al término de vuestro encuentro.

Le agradezco, señor gobernador, sus palabras, que subrayan la importancia que la Santa Sede da al Banco de Desarrollo del Consejo de Europa, del cual es miembro desde 1973. En 1956, el Consejo de Europa fundó un banco con una vocación exclusivamente social, para tener un instrumento cualificado a fin de promover su propia política de solidaridad. Desde sus comienzos, este banco se ha ocupado de los problemas relativos a los refugiados; luego extendió sus competencias a todo el ámbito de la cohesión social. La Santa Sede no puede menos de mirar con interés una institución que sostiene con sus préstamos proyectos sociales, que se preocupa del desarrollo, que responde a situaciones de urgencia y que quiere contribuir a mejorar las condiciones de vida de las personas necesitadas.

Los acontecimientos políticos que tuvieron lugar en Europa a finales del siglo pasado le permitieron respirar por fin con sus dos pulmones, por utilizar de nuevo la expresión de mi venerado predecesor. Todos sabemos que todavía queda un largo camino por recorrer para hacer efectiva esta realidad. En efecto, los intercambios económicos y financieros entre el este y el oeste de Europa se han desarrollado, pero ¿ha habido un progreso humano real? La liberación de las ideologías totalitarias, ¿no se ha usado unilateralmente sólo para el crecimiento económico y en detrimento de un desarrollo más humano que respete la dignidad y la nobleza del hombre?, ¿y no se han desdeñado, a veces, las riquezas espirituales que han modelado la identidad europea? Estoy seguro de que las intervenciones del Banco en favor de los países del este, del centro y del sureste de Europa han permitido corregir los desequilibrios en favor de un proceso basado en la justicia y la solidaridad, elementos indispensables para el presente y el futuro de Europa.

Sabéis tan bien como yo que hoy el mundo y Europa pasan por un momento especialmente grave de crisis económica y financiera. Este tiempo no debe llevar a limitaciones que se basen solamente en un análisis estrictamente financiero. Al contrario, debe permitir al Banco de Desarrollo mostrar su originalidad, reforzando la integración social, la gestión del medio ambiente y el desarrollo de las infraestructuras públicas con vocación social. Animo vivamente el trabajo del Banco en este sentido, así como en el campo de la solidaridad. De este modo será fiel a su vocación.

Frente a los desafíos actuales que el mundo y Europa deben afrontar, en mi última encíclica, Caritas in veritate, llamé la atención sobre la doctrina social de la Iglesia y sobre su aportación positiva a la construcción de la persona humana y de la sociedad. La Iglesia, siguiendo a Cristo, ve el amor a Dios y al prójimo como un motor poderoso capaz de ofrecer auténtica energía, que podrá irrigar el ámbito social, jurídico, cultural, político y económico. Puse de manifiesto que la relación que existe entre el amor y la verdad, si se vive bien, es una fuerza dinámica que regenera todos los vínculos interpersonales y que ofrece una novedad real en la nueva orientación de la vida económica y financiera, que renueva, al servicio del hombre y de su dignidad, para los cuales existen. La economía y las finanzas no existen sólo para sí mismas; son sólo un instrumento, un medio. Su finalidad es únicamente la persona humana y su realización plena en la dignidad. Este es el único capital que conviene salvar. Y en este capital se encuentra la dimensión espiritual de la persona humana. El cristianismo permitió a Europa comprender qué son la libertad, la responsabilidad y la ética que impregnan sus leyes y sus estructuras societarias. Marginar al cristianismo —también excluyendo los símbolos que lo manifiestan— contribuiría a privar a nuestro continente de la fuente fundamental que lo alimenta incansablemente y que contribuye a su verdadera identidad. Efectivamente, el cristianismo está en el origen de los «valores espirituales y morales que son el patrimonio común de los pueblos europeos», valores por los cuales los Estados miembros del Consejo de Europa manifestaron su estima inquebrantable en el preámbulo de los Estatutos del Consejo de Europa. Esta estima, que se reafirmó en la Declaración de Varsovia de 2005, arraiga y garantiza la vitalidad de los principios en los que se funda la vida política y social europea y, especialmente, la actividad del Consejo de Europa.

En este contexto, el Banco de Desarrollo es ciertamente una institución financiera y, por tanto, un instrumento económico. Sin embargo, su creación se realizó para responder a exigencias que superan el ámbito financiero y económico. Su razón de ser es social; por consiguiente, está llamado a ser plenamente aquello para lo que fue instituido: un instrumento técnico que permite la solidaridad. Esta se debe vivir en la fraternidad. La fraternidad es generosa, no calcula. Quizá habría que aplicar estos criterios en mayor medida en las decisiones internas del Banco y en su acción externa. La fraternidad permite espacios de gratuidad que, aun siendo indispensables, es difícil concebirlos o gestionarlos cuando los únicos fines que se persigue son la eficacia y el beneficio. Todos sabemos también que este dualismo no es un determinismo absoluto e insalvable sino que se puede superar. Por esto, la novedad sería introducir una lógica que hiciera de la persona humana, y especialmente de las familias y de quienes pasan por situaciones de grave necesidad, el centro y el objetivo de la economía.

En Europa existe un rico pasado que ha visto cómo se desarrollaban experiencias de economía basadas en la fraternidad. Existen empresas con una finalidad social o mutualista, que han sufrido a causa de las leyes del mercado, pero que desean recobrar la fuerza de la generosidad de los orígenes. Creo también que, para vivir realmente la solidaridad, el Banco de Desarrollo del Consejo de Europa desea responder al ideal de fraternidad que acabo de mencionar, y explorar espacios en los que puedan expresarse la fraternidad y la lógica del don. Se trata de ideales que tienen raíces cristianas y que presidieron, junto al deseo de la paz, el nacimiento del Consejo de Europa.

La medalla que me acaba de regalar, señor gobernador, y que le agradezco, me permitirá recordar nuestro encuentro. Os aseguro, queridos amigos, mi oración y os aliento a seguir trabajando con valentía y lucidez para cumplir el importante deber que se os ha encomendado de contribuir al bien en nuestra querida Europa. Que Dios os bendiga a todos. Muchas gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:39


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA ACADEMIA ECLESIÁSTICA PONTIFICIA

Sala del Consistorio
Lunes 14 de junio de 2010



Venerados hermanos en el episcopado;
queridos sacerdotes:

Siempre os recibo con alegría con motivo de nuestro acostumbrado encuentro, que me brinda la oportunidad de saludaros, alentaros y proponeros algunas reflexiones sobre el trabajo en las representaciones pontificias. Saludo al presidente, el arzobispo Beniamino Stella, que con entrega y sentido eclesial sigue vuestra formación, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Expreso mi saludo y mi agradecimiento a sus colaboradores y a las Hermanas Franciscanas Misioneras del Niño Jesús.

Quisiera detenerme brevemente a comentar lo que significa el concepto de representación. Con frecuencia en la actualidad se considera de manera parcial: se tiende a asociarlo a algo meramente exterior, formal, poco personal.

El servicio de representación para el que os estáis preparando es, sin embargo, algo mucho más profundo, puesto que es participación en la «sollicitudo omnium ecclesiarum» que caracteriza el ministerio del Romano Pontífice. Se trata, por tanto, de una realidad eminentemente personal, destinada a tener una profunda incidencia en quien está llamado a desempeñar esa tarea particular. Precisamente desde esta perspectiva eclesial, el ejercicio de la representación implica la exigencia de acoger y alimentar con atención especial, en la propia vida sacerdotal, algunas dimensiones que quiero indicar, aunque sea brevemente, para que sean motivo de reflexión en vuestro camino formativo.

Ante todo, cultivar una adhesión interior plena a la persona del Papa, a su magisterio y al ministerio universal; es decir, adhesión plena a aquel que ha recibido la misión de confirmar a los hermanos en la fe (cf. Lc 22, 32) y que «es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la multitud de los fieles» (Lumen gentium, 23). En segundo lugar, asumir, como estilo de vida y como prioridad cotidiana, un cuidado atento —una verdadera «pasión»— por la comunión eclesial. Representar al Romano Pontífice significa, además, tener la capacidad de ser un «puente» sólido, un canal seguro de comunicación entre las Iglesias particulares y la Sede Apostólica: por un lado, poniendo a disposición del Papa y de sus colaboradores una visión objetiva, correcta y profunda de la realidad eclesial y social en la que se vive; por otro, esforzándose por transmitir las normas, las indicaciones, las orientaciones que imparte la Santa Sede, no de manera burocrática, sino con profundo amor a la Iglesia y con la ayuda de la confianza personal pacientemente construida, respetando y valorando, al mismo tiempo, los esfuerzos de los obispos y el camino de las Iglesias particulares a las que se ha sido enviado.

Como se puede intuir, el servicio al que os estáis preparando exige una entrega plena y una disponibilidad generosa para sacrificar, si es necesario, intuiciones personales, proyectos propios y otras posibilidades de ejercicio del ministerio sacerdotal. Desde una perspectiva de fe y de respuesta concreta a la llamada de Dios, que hay que alimentar siempre en una relación intensa con el Señor, esto no menoscaba la originalidad de cada uno, sino que, por el contrario, resulta sumamente enriquecedor: el esfuerzo por ponerse en sintonía con la perspectiva universal y con el servicio a la unidad de la grey de Dios, algo propio del ministerio petrino, es capaz de valorizar de manera singular las cualidades y los talentos de cada uno, según la lógica que san Pablo mostró a los cristianos de Corinto (cf. 1 Co 12, 1-31). De este modo, el representante pontificio, junto con sus colaboradores, se convierte verdaderamente en signo de la presencia y de la caridad del Papa. Y si esto es un beneficio para la vida de todas las Iglesias particulares, lo es especialmente en las situaciones particularmente delicadas o difíciles en que, por diversas razones, se puede encontrar la comunidad cristiana. Se trata de un auténtico servicio sacerdotal, caracterizado por una analogía, no remota, con la representación de Cristo, típica del sacerdote que, como tal, tiene una dimensión sacrificial intrínseca.

De aquí deriva también el estilo peculiar del servicio de representación al que estáis llamados a ejercer ante las autoridades estatales o ante las organizaciones internacionales. También en estos ámbitos la figura y la presencia del nuncio, del delegado apostólico, del observador permanente, es determinada no sólo por el ambiente en el que trabaja, sino antes aún y principalmente por aquel a quien se está llamado a representar. Esto pone al representante pontificio en una situación particular respecto a los demás embajadores o enviados. De hecho, él siempre se identificará profundamente, en un sentido sobrenatural, con aquel a quien representa. Ser portavoz del Vicario de Cristo puede ser comprometedor, en ocasiones sumamente exigente, pero nunca será mortificante o despersonalizador. Al contrario, es un modo original de realizar la propia vocación sacerdotal.

Queridos alumnos, deseando que vuestra casa sea, como le gustaba decir a mi predecesor Pablo VI, una «escuela superior de caridad», os acompaño con mi oración y os encomiendo a la intercesión de la santísima Virgen María, Mater Ecclesiae, y de san Antonio abad, patrono de la Academia. A todos vosotros y a vuestros seres queridos imparto de corazón mi bendición.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:40


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
EN LA APERTURA DE LA ASAMBLEA ECLESIAL
DE LA DIÓCESIS DE ROMA

Basílica de San Juan de Letrán
Martes 15 de junio de 2010



Queridos hermanos y hermanas:

Dice el Salmo: «Ved: qué dulzura, qué delicia convivir los hermanos unidos» (Sal 133, 1). Es realmente así: para mí es motivo de profunda alegría encontrarme de nuevo con vosotros y compartir todo el bien —y es mucho— que las parroquias y las demás realidades eclesiales de Roma han realizado en este año pastoral. Saludo con afecto fraterno al cardenal vicario y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido y el empeño que diariamente pone en el gobierno de la diócesis, en el apoyo a los sacerdotes y a las comunidades parroquiales. Saludo a los obispos auxiliares, a todo el presbiterio y a cada uno de vosotros. Dirijo un saludo cordial a todos los que están enfermos y pasan por dificultades especiales, asegurándoles mi oración.

Como ha recordado el cardenal Vallini, desde el año pasado estamos comprometidos en la verificación de la pastoral ordinaria. Esta tarde reflexionamos sobre dos puntos de primordial importancia: «Eucaristía dominical y testimonio de la caridad». Conozco el gran trabajo que han realizado las parroquias, las asociaciones y los movimientos mediante encuentros de formación y de confrontación, para profundizar y vivir mejor estos dos componentes fundamentales de la vida y de la misión de la Iglesia y de cada creyente. Esto también ha favorecido la corresponsabilidad pastoral que, en la diversidad de los ministerios y de los carismas, debe extenderse cada vez más si deseamos realmente que el Evangelio llegue al corazón de cada habitante de Roma. Ya se ha hecho mucho y damos gracias al Señor por ello; pero todavía queda mucho por hacer, siempre con su ayuda.

La fe nunca puede darse por supuesta, porque cada generación necesita recibir este don mediante el anuncio del Evangelio y conocer la verdad que Cristo nos ha revelado. La Iglesia, por tanto, siempre está comprometida en proponer a todos la herencia de la fe, que incluye también la doctrina sobre la Eucaristía —misterio central en el que «se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua» (Presbyterorum ordinis, 5)—; doctrina que, lamentablemente hoy no se comprende suficientemente en su valor profundo y en su relevancia para la existencia de los creyentes. Por esto, es importante que las distintas comunidades de nuestra diócesis de Roma perciban como una exigencia un conocimiento más profundo del misterio del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Al mismo tiempo, con el espíritu misionero que queremos alimentar, es necesario que se extienda el compromiso de anunciar esa fe eucarística, para que todo hombre se encuentre con Jesucristo, que nos ha revelado al Dios «cercano», amigo de la humanidad, y de testimoniarla con una elocuente vida de caridad.

En toda su vida pública Jesús, mediante la predicación del Evangelio y los signos milagrosos, anunció la bondad y la misericordia del Padre para con el hombre. Esta misión alcanzó su culmen en el Gólgota, donde Cristo crucificado reveló el rostro de Dios, para que el hombre, contemplando la cruz, pueda reconocer la plenitud del amor (cf. Deus caritas est, 12). El sacrificio del Calvario se anticipa mistéricamente en la última Cena, cuando Jesús, compartiendo con los Doce el pan y el vino, los transforma en su cuerpo y en su sangre, que poco después ofrecería como Cordero inmolado. La Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, de su amor hasta el final por cada uno de nosotros, memorial que él quiso confiar a la Iglesia para que se celebrara a lo largo de los siglos. Según el significado del verbo hebreo zakar, el «memorial» no es simple recuerdo de algo que sucedió en el pasado, sino celebración que actualiza ese acontecimiento, reproduciendo su fuerza y su eficacia salvífica. Así «hace presente y actual el sacrificio que Cristo ofreció al Padre, una vez para siempre, en la cruz, en favor de la humanidad» (Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, 280). Queridos hermanos y hermanas, en nuestro tiempo no se ama la palabra sacrificio; más aún, parece que pertenece a otras épocas y a otra manera de entender la vida. Sin embargo, bien comprendida, es y sigue siendo fundamental, porque nos revela con qué amor nos ama Dios en Cristo.

En la ofrenda que Jesús hace de sí mismo encontramos toda la novedad del culto cristiano. En la antigüedad los hombres ofrecían en sacrificio a las divinidades los animales o las primicias de la tierra. Jesús, en cambio, se ofrece a sí mismo, ofrece su cuerpo y toda su existencia: él mismo en persona se convierte en el sacrificio que la liturgia ofrece en la santa misa. En efecto, con la consagración el pan y el vino se convierten en su verdadero cuerpo y sangre. San Agustín invitaba a sus fieles a no detenerse en lo que aparecía a su vista, sino a ir más allá: «Reconoced en el pan —decía— el mismo cuerpo que colgó de la cruz, y en el cáliz a la misma sangre que brotó de su costado» (Sermón 228 b, 2). Para explicar esta conversión, la teología ha acuñado la palabra «transubstanciación», palabra que resonó por primera vez en esta basílica durante el IV concilio de Letrán, del cual dentro de cinco años se celebrará el VIII centenario. En aquella ocasión se introdujeron en la profesión de fe las siguientes expresiones: «Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se contienen verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies del pan y del vino, después de transubstanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre» (DS, 802). Por tanto, es fundamental que en los itinerarios de educación de los niños, los adolescentes y los jóvenes en la fe, al igual que en los «centros de escucha» de la Palabra de Dios, se subraye que en el sacramento de la Eucaristía Cristo está verdadera, real y substancialmente presente.

La santa misa, celebrada respetando las normas litúrgicas y con una adecuada valorización de la riqueza de los signos y de los gestos, favorece y promueve el crecimiento de la fe eucarística. En la celebración eucarística nosotros no inventamos nada, sino que entramos en una realidad que nos precede, más aún, que abraza cielo y tierra y, por tanto, también pasado, futuro y presente. Esta apertura universal, este encuentro con todos los hijos y las hijas de Dios es la grandeza de la Eucaristía: salimos al encuentro de la realidad de Dios presente en el cuerpo y sangre del Resucitado entre nosotros. Por tanto, las prescripciones litúrgicas dictadas por la Iglesia no son cosas exteriores, sino que expresan concretamente esta realidad de la revelación del cuerpo y sangre de Cristo, y así la oración revela la fe según el antiguo principio lex orandi, lex credendi. Por esto, podemos decir que «la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien celebrada» (Sacramentum caritatis, 64). Es preciso que en la liturgia se manifieste con claridad la dimensión trascendente, la del Misterio, del encuentro con lo divino, que ilumina y eleva también la «horizontal», o sea, el vínculo de comunión y de solidaridad que existe entre cuantos pertenecen a la Iglesia. En efecto, cuando prevalece esta última no se comprende plenamente la belleza, la profundidad y la importancia del misterio celebrado. Queridos hermanos en el sacerdocio, en el día de la ordenación sacerdotal, el obispo os confió la tarea de presidir la Eucaristía. Apreciad siempre el ejercicio de esta misión: celebrad los misterios divinos con intensa participación interior, para que los hombres y las mujeres de nuestra ciudad puedan ser santificados, puestos en contacto con Dios, verdad absoluta y amor eterno.

Y tengamos presente también que la Eucaristía, vinculada a la cruz, a la resurrección del Señor, ha dictado una nueva estructura a nuestro tiempo. Cristo resucitado se manifestó el día siguiente al sábado, el primer día de la semana, día del sol y de la creación. Desde el principio los cristianos han celebrado su encuentro con Cristo resucitado, la Eucaristía, en este primer día, en este nuevo día del verdadero sol de la historia, Cristo resucitado. Y así el tiempo comienza siempre de nuevo con el encuentro con Cristo resucitado, y este encuentro da contenido y fuerza a la vida de cada día. Por esto, para nosotros, los cristianos, es muy importante seguir este ritmo nuevo del tiempo, encontrarnos con Cristo resucitado los domingos y así «tomar» con nosotros su presencia, que nos transforme y transforme nuestro tiempo. Además, invito a todos a redescubrir la fecundidad de la adoración eucarística: delante del Santísimo Sacramento experimentamos de modo totalmente especial el «permanecer» de Jesús que él mismo, en el Evangelio de san Juan, pone como condición necesaria para dar mucho fruto (cf. Jn 15, 5) y evitar que nuestra acción apostólica se limite a un activismo estéril, sino que sea testimonio del amor de Dios.

La comunión con Cristo también es siempre comunión con su cuerpo que es la Iglesia, como recuerda el apóstol san Pablo diciendo: «El pan que partimos, ¿no es acaso comunión con el cuerpo de Cristo? Porque todos los que participamos de un solo pan, aun siendo muchos, formamos un solo pan y un solo cuerpo» (1 Co 10, 16-17). De hecho, la Eucaristía es la que transforma a un simple grupo de personas en comunidad eclesial: la Eucaristía hace la Iglesia. Por consiguiente, es fundamental que la celebración de la santa misa sea efectivamente el culmen, la «estructura fundamental» de la vida de toda comunidad parroquial. Exhorto a todos a cuidar al máximo, incluso mediante grupos litúrgicos, la preparación y la celebración de la Eucaristía, a fin de que quienes participen en ella puedan encontrarse con el Señor. Es Cristo resucitado quien se hace presente entres nosotros hoy y nos reúne a su alrededor. Alimentándonos de él nos vemos liberados de los vínculos del individualismo y, por medio de la comunión con él, nos convertimos nosotros mismos, juntos, en una cosa sola, en su Cuerpo místico. Así se superan las diferencias debidas a la profesión, a la clase social o a la nacionalidad, porque descubrimos que somos miembros de una única gran familia, la de los hijos de Dios, en la que a cada uno se le da una gracia particular para la utilidad común. El mundo y los hombres no necesitan otra agregación social, sino que necesitan la Iglesia, que es en Cristo como un sacramento, es decir, «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Lumen gentium, 1), llamada a hacer que sobre todas las gentes resplandezca la luz del Señor resucitado.

Jesús vino para revelarnos el amor del Padre, porque «el hombre no puede vivir sin amor» (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10). En efecto, el amor es la experiencia fundamental de todo ser humano, lo que da significado a la vida diaria. También nosotros, alimentados con la Eucaristía, siguiendo el ejemplo de Cristo, vivimos para él, para ser testigos del amor. Al recibir el Sacramento, entramos en comunión de sangre con Jesucristo. En la concepción judía, la sangre indica la vida; así, podemos decir que, alimentándonos del cuerpo de Cristo, acogemos la vida de Dios y aprendemos a mirar la realidad con sus ojos, abandonando la lógica del mundo para seguir la lógica divina del don y de la gratuidad. San Agustín recuerda que durante una visión le pareció oír la voz del Señor que le decía: «Manjar soy de grandes: crece y me comerás. Mas no me transformarás en ti como al manjar de tu carne, sino que tú te transformarás en mí» (cf. Confesiones VII, 10, 16). Cuando recibimos a Cristo, el amor de Dios se expande en lo íntimo de nuestro ser, modifica radicalmente nuestro corazón y nos hace capaces de gestos que, por la fuerza difusiva del bien, pueden transformar la vida de quienes están a nuestro lado. La caridad es capaz de generar un cambio auténtico y permanente de la sociedad, actuando en el corazón y en la mente de los hombres, y cuando se vive en la verdad «es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad» (Caritas in veritate, 1). Para el discípulo de Jesús el testimonio de la caridad no es un sentimiento pasajero sino, al contrario, es lo que plasma la vida en toda circunstancia. Os aliento a todos, especialmente a la Cáritas y a los diáconos, a comprometeros en el delicado y fundamental campo de la educación en la caridad, como dimensión permanente de la vida personal y comunitaria.

Nuestra ciudad pide a los discípulos de Cristo, además de un renovado anuncio del Evangelio, un testimonio más claro y límpido de la caridad. Con el lenguaje del amor, deseoso del bien integral del hombre, la Iglesia habla a los habitantes de Roma. En estos años de mi ministerio como Obispo vuestro, he visitado distintos lugares donde la caridad se vive de modo intenso. Estoy agradecido a cuantos están comprometidos en las diversas instituciones caritativas, por la dedicación y la generosidad con que sirven a los pobres y a los marginados. Las necesidades y la pobreza de numerosos hombres y mujeres nos interpelan profundamente: cada día es Cristo mismo quien, en los pobres, nos pide que le demos de comer y de beber, que lo visitemos en los hospitales y en las cárceles, que lo acojamos y lo vistamos. La Eucaristía celebrada nos impone y, al mismo tiempo, nos hace capaces de ser también nosotros pan partido para los hermanos, saliendo al encuentro de sus necesidades y entregándonos nosotros mismos. Por esto una celebración eucarística que no lleve a encontrarse con los hombres allí donde viven, trabajan y sufren, para llevarles el amor de Dios, no manifiesta la verdad que encierra. Para ser fieles al misterio que se celebra en los altares, como nos exhorta el apóstol san Pablo, debemos ofrecer nuestro cuerpo, nuestro ser, como sacrificio espiritual agradable a Dios (cf. Rm 12, 1) en las circunstancias que requieren hacer que muera nuestro yo y constituyen nuestro «altar» cotidiano. Los gestos de compartir crean comunión, renuevan el tejido de las relaciones interpersonales, inclinándolas a la gratuidad y al don, y permiten la construcción de la civilización del amor. En un tiempo como el actual de crisis económica y social, seamos solidarios con quienes viven en la indigencia, para ofrecer a todos la esperanza de un mañana mejor y digno del hombre. Si vivimos realmente como discípulos del Dios-caridad, ayudaremos a los habitantes de Roma a descubrir que son hermanos e hijos del único Padre.

La naturaleza misma del amor requiere opciones de vida definitivas e irrevocables. Me dirijo en particular a vosotros, queridos jóvenes: no tengáis miedo de elegir el amor como la regla suprema de la vida. Non tengáis miedo de amar a Cristo en el sacerdocio y, si en el corazón sentís la llamada del Señor, seguidlo en esta extraordinaria aventura de amor, abandonándoos con confianza a él. No tengáis miedo de formar familias cristianas que vivan el amor fiel, indisoluble y abierto a la vida. Testimoniad que el amor, como lo vivió Cristo y como lo enseña el Magisterio de la Iglesia, no quita nada a nuestra felicidad; al contrario, da la alegría profunda que Cristo prometió a sus discípulos.

Que la Virgen María acompañe con su intercesión maternal el camino de nuestra Iglesia de Roma. María, que vivió de modo totalmente singular la comunión con Dios y el sacrificio de su propio Hijo en el Calvario, nos obtenga vivir cada vez más intensa, plena y conscientemente el misterio de la Eucaristía, para anunciar con la palabra y la vida el amor que Dios alberga por todo hombre. Queridos amigos, os aseguro mi oración y os imparto de corazón a todos la bendición apostólica. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:41


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE LA REGIÓN ESTE 2 DE BRASIL
EN VISITA «AD LIMINA»

Sábado 19 de junio de 2010



Queridos hermanos en el episcopado:

«Llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos: gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo» (1 Co 1, 2-3). Con estas palabras os acojo a todos, amados pastores de la región este 2 en visita ad limina y os saludo con gran afecto en la conciencia del vínculo colegial que une al Papa con los obispos mediante el lazo de la unidad, de la caridad y de la paz. Agradezco a monseñor Walmor las amables palabras con las que ha interpretado vuestros sentimientos de homenaje a la Sede de Pedro y ha ilustrado los desafíos y los problemas que son objeto de vuestro compromiso por el bien de la Iglesia que Dios os ha encomendado en los Estados del Espíritu Santo y de Minas Gerais.

Veo que amáis profundamente vuestras diócesis y también yo participo íntimamente en este amor vuestro, acompañándoos con la oración y la solicitud apostólica. La nuestra es una bella historia con un inicio tangible en las bulas promulgadas por el Sucesor de Pedro para el ordenamiento episcopal y en aquel «aquí estoy» que cada uno pronunció al inicio de la ceremonia de su consagración y de su consiguiente incorporación al Colegio episcopal. Comenzáis a formar parte de este colegio «en virtud de la consagración episcopal y por la comunión jerárquica con la cabeza y con los miembros» (nota explicativa previa, anexa a la constitución Lumen gentium), convirtiéndoos en sucesores de los Apóstoles con la triple función de enseñar, santificar y gobernar al pueblo de Dios.

Como maestros y doctores de la fe, tenéis la misión de enseñar con audacia la verdad que se debe creer y vivir, presentándola de modo auténtico. Tal y como os dije en Aparecida, «la Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles (...) que, en virtud de su Bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo» (Discurso inaugural de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano y del Caribe, 13 de mayo de 2007, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de mayo de 2007, p. 9). Por tanto, ayudad a los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral a descubrir la alegría de la fe, el gozo de ser amados personalmente por Dios, que entregó a su Hijo por nuestra salvación. Como sabéis, creer consiste sobre todo en abandonarse a este Dios que nos conoce y nos ama personalmente, aceptando la Verdad que él reveló en Jesucristo con la actitud que nos lleva a tener confianza en él como revelador del Padre. Queridos hermanos, tened gran confianza en la gracia y sabed infundir esta confianza en vuestro pueblo, a fin de que la fe sea siempre custodiada, defendida y transmitida en su pureza e integridad.

Como administradores del supremo sacerdocio, debéis procurar que la liturgia sea verdaderamente una epifanía del misterio, o sea, expresión de la naturaleza genuina de la Iglesia que activamente rinde el culto a Dios por Cristo en el Espíritu Santo. De todos los deberes de vuestro ministerio, «el de celebrar la Eucaristía es el cometido principal y más apremiante», y os corresponde a vosotros «procurar que los fieles tengan la posibilidad de acceder a la mesa del Señor, sobre todo el domingo, que es el día en que la Iglesia, comunidad y familia de los hijos de Dios, expresa su específica identidad cristiana en torno a sus presbíteros» (Juan Pablo II, Pastores gregis, 37). Asimismo, el oficio de santificar que habéis recibido os impone ser promotores y animadores de la oración en la ciudad humana, a menudo agitada, ruidosa y olvidada de Dios: debéis crear lugares y ocasiones, donde en el silencio, en la escucha de Dios, en la oración personal y comunitaria, el hombre pueda encontrar y hacer la experiencia viva de Jesucristo que revela el rostro auténtico del Padre. Es necesario que las parroquias y los santuarios, los ambientes de educación y sufrimiento y las familias se conviertan en lugares de comunión con el Señor.

Por último, como guías del pueblo cristiano, debéis promover la participación de todos los fieles en la edificación de la Iglesia, gobernando con corazón de siervo humilde y pastor afectuoso, mirando a la gloria de Dios y a la salvación de las almas. En virtud del oficio de gobernar, el obispo está llamado también a juzgar y reglamentar la vida del pueblo de Dios encomendado a su solicitud pastoral, mediante leyes, directrices y sugerencias, como prevé la disciplina universal de la Iglesia. Este derecho y deber es muy importante para que la comunidad diocesana permanezca unida en su seno y camine en sincera comunión de fe, de amor y de disciplina con el Obispo de Roma y con toda la Iglesia. Por esto, no os canséis de alimentar en los fieles el sentido de pertenencia a la Iglesia y la alegría de la comunión fraterna.

Por otra parte, el gobierno del obispo sólo será pastoralmente eficaz si «se apoya en la autoridad moral que le da su santidad de vida. Esta dispondrá los ánimos para acoger el Evangelio que proclama en su Iglesia, así como las normas que establezca para el bien del pueblo de Dios» (ib., 43). Por tanto, cada uno de vosotros, plasmado interiormente por el Espíritu Santo, hágase «todo a todos» (cf. 1 Co 9, 22), proponiendo la verdad de la fe, celebrando los sacramentos de nuestra santificación y testimoniando la caridad del Señor. Acoged con el corazón abierto a cuantos llaman a vuestra puerta: aconsejadlos, consoladlos y sostenedlos en el camino de Dios, procurando guiarlos a todos hacia la unidad en la fe y en el amor del cual, por voluntad del Señor, debéis ser principio y fundamento visible en vuestras diócesis (cf. Lumen gentium, 23).

Queridos hermanos en el episcopado, al concluir nuestro encuentro, deseo renovaros a cada uno mis sentimientos de gratitud por el servicio que prestáis a la Iglesia con gran entrega y amor. Por intercesión de la Virgen María, «ejemplo de aquel amor de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva» (ib., 65), invoco a Cristo, sumo y eterno Sacerdote, para que conceda a vuestro ministerio abundancia de dones y consolaciones celestiales, y os imparto una bendición apostólica especial, extensiva a los sacerdotes y diáconos, a los consagrados y consagradas, a los seminaristas y a los fieles laicos de vuestras comunidades diocesanas.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:42


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
DURANTE SU VISITA AL CENTRO DON ORIONE EN MONTE MARIO

Roma, jueves 24 de junio de 2010

(Vídeo)



Queridos hermanos y hermanas:

En primer lugar, os quiero saludar cordialmente a todos, reunidos aquí para el significativo evento de hoy. La majestuosa estatua de la Virgen, que la furia del viento derribó hace algunos meses, ha vuelto a la cima de esta colina para velar sobre nuestra ciudad. Ante todo, saludo al cardenal vicario Agostino Vallini y a los obispos presentes. Dirijo un pensamiento especial a don Flavio Peloso, reelegido para la dirección de la Obra don Orione, y le agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme. Extiendo este saludo a los religiosos participantes en el 13 capítulo general, a quienes trabajan en esta institución al servicio de los jóvenes y de los que sufren, y a toda la familia espiritual orionina. Dirijo mi deferente saludo al señor alcalde de Roma, Gianni Alemanno, que celebra hoy su onomástico: deseo manifestarle ya desde ahora mi aprecio por el concierto que el Capitolio me ofrecerá la tarde del 29 de junio; es un gesto que testimonia el afecto de toda la ciudad de Roma por el Papa. Saludo también a las demás autoridades civiles y militares. Por último, no puedo dejar de dar las gracias de corazón a todos aquellos que de distintas maneras han contribuido a restituir a la estatua de la Virgen su esplendor original.

Acepté de buena gana la invitación a unirme a vosotros para rendir homenaje a María Salus populi romani, representada en esta maravillosa estatua tan amada por el pueblo romano. Estatua que es memoria de acontecimientos dramáticos y providenciales, escritos en la historia y en la conciencia de la ciudad. En efecto, fue colocada en lo alto de la colina de Monte Mario en 1953, para cumplir un voto popular pronunciado durante la segunda guerra mundial, cuando las hostilidades y las armas hacían temer por la suerte de Roma. De las obras romanas de don Orione partió entonces la iniciativa de una recogida de firmas para un voto a la Virgen, a la que se adhirieron un millón de ciudadanos. El venerable Pío XII acogió la devota iniciativa del pueblo que se encomendaba a María y el 4 de junio de 1944 se pronunció el voto ante la imagen de la Virgen del Divino Amor. Justamente ese día tuvo lugar la liberación pacífica de Roma. ¿Cómo no renovar también hoy con vosotros, queridos amigos de Roma, ese gesto de devoción a María Salus populi romani bendiciendo esta hermosa estatua?

Los Orioninos quisieron que fuera grande y que fuera colocada en lo alto, dominando la ciudad, para rendir homenaje a la santidad excelsa de la Madre de Dios, la cual, humilde en la tierra, «fue exaltada, por encima de los coros angélicos, en el reino de los cielos» (Gregorio VII, A Adelaida de Hungría) y, al mismo tiempo, para tener un signo familiar de su presencia en la vida cotidiana. Que María, Madre de Dios y Madre nuestra, esté siempre en la cima de vuestros pensamientos y de vuestros afectos, amable consuelo de vuestras almas, guía segura de vuestras voluntades y sostén de vuestros pasos, inspiradora persuasiva de la imitación de Jesucristo. Que la Madonnina —como les gusta llamarla a los romanos— en el gesto de contemplar desde lo alto los lugares de la vida familiar, civil y religiosa de Roma, proteja a las familias, suscite propósitos de bien y sugiera a todos deseos de cielo. «Mirar al cielo, rezar y luego adelante con valentía y trabajar. Ave María y ¡adelante!», exhortaba san Luis Orione.

En su voto a la Virgen, los romanos, además de prometer oración y devoción, se comprometieron también en obras de caridad. Por su parte, los Orioninos, aun antes de la estatua, acogieron en este centro de Monte Mario a niños mutilados y huérfanos. El programa de san Luis Orione —«Sólo la caridad salvará el mundo»— tuvo aquí una concreción significativa y se convirtió en un signo de esperanza para Roma, junto con la Madonnina situada en la cima de la colina. Queridos hermanos y hermanas, herederos espirituales del santo de la caridad, Luis Orione, el capítulo general que acaba de concluir tuvo por tema esta expresión que tanto le gustaba a vuestro fundador, «Sólo la caridad salvará el mundo». Bendigo el propósito y las decisiones adoptadas para relanzar ese dinamismo espiritual y apostólico que siempre debe distinguiros.

Don Orione vivió lúcida y apasionadamente la tarea de la Iglesia de vivir el amor para que entre en el mundo la luz de Dios (cf. Deus caritas est, 39). Dejó esa misión a sus discípulos como camino espiritual y apostólico, convencido de que «la caridad abre los ojos a la fe y enciende los corazones de amor a Dios». Seguid esta línea carismática iniciada por él, queridos hijos de la Divina Providencia, porque, como él decía, «la caridad es la mejor apología de la fe católica», «la caridad arrastra, la caridad mueve, lleva a la fe y a la esperanza» (Verbali, 26 de noviembre de 1930, p. 95). Las obras de caridad, como actos personales o como servicios a las personas débiles prestados en las grandes instituciones, nunca pueden limitarse a ser un gesto filantrópico, sino que siempre deben ser expresión tangible del amor providente de Dios. Para hacer esto —recuerda don Orione— es preciso estar «llenos de la caridad dulcísima de nuestro Señor» (Escritos, 70, 231) mediante una vida espiritual auténtica y santa. Sólo así es posible pasar de las obras de caridad a la caridad de las obras, porque —añade vuestro fundador— «las obras sin la caridad de Dios que les infunda valor ante él, no valen nada» (Alle PSMC, 19 de junio de 1920, p. 141).

Queridos hermanos y hermanas, de nuevo gracias por haberme invitado y por vuestra acogida. Que cada día os acompañe la materna protección de María, a quien invocamos juntos por cuantos trabajan en este centro y por toda la población romana. Y, a la vez que aseguro a cada uno mi recuerdo en la oración, os bendigo a todos con afecto.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:43


DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA REUNIÓN DE LAS OBRAS DE AYUDA
A LAS IGLESIAS ORIENTALES (ROACO)

Viernes 25 de julio de 2010



Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos miembros y amigos de la ROACO:

Os acojo con alegría para la sesión de verano de la Reunión de las Obras de ayuda a las Iglesias orientales y agradezco de corazón al cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales, el saludo que me ha dirigido. Le correspondo con mi saludo, acompañado por el recuerdo al Señor, y lo extiendo al arzobispo secretario, al subsecretario y a los colaboradores del dicasterio. Asimismo, saludo cordialmente al representante pontificio en Jerusalén, en Israel y en Palestina, al arzobispo maronita de Chipre y al padre custodio de Tierra Santa, aquí presentes junto a los representantes de las Agencias católicas internacionales y de la Universidad de Belén. Expreso a todos mi gratitud y la de toda la Iglesia, en particular de los pastores y de los fieles orientales y latinos de los territorios encomendados a la Congregación oriental y de cuantos han emigrado de la madre patria.

Todos deseamos a Tierra Santa, a Irak y a Oriente Medio el don de una paz estable y de una convivencia sólida, que nacen del respeto de los derechos de la persona, de las familias, de las comunidades y de los pueblos, y de la superación de toda discriminación religiosa, cultural o social. Confío a Dios, pero también a vosotros, el llamamiento que lancé en Chipre en favor del Oriente cristiano. Como instrumentos de la caridad eclesial, colaborad cada vez más en la edificación de la justicia en la libertad y en la paz.

Aliento a los hermanos y hermanas que comparten en Oriente el don inestimable del Bautismo a que perseveren en la fe y, a pesar de los numerosos sacrificios, permanezcan en la tierra donde nacieron. Al mismo tiempo, exhorto a los emigrantes orientales a no olvidar sus orígenes, especialmente religiosos. Su fidelidad y su coherencia humanas y cristianas dependen de ello. Deseo rendir un homenaje especial a los cristianos que sufren la violencia a causa del Evangelio, y los encomiendo al Señor. Cuento siempre con los responsables de las naciones a fin de que garanticen de manera real, sin distinción y en todas partes, la profesión pública y comunitaria de las convicciones religiosas de cada persona.

El año pasado, en esta ocasión y con motivo del Año sacerdotal, pedí que se dedicara especial atención a los ministros de Cristo y de la Iglesia. Se produjeron frutos abundantes de santificación no sólo para los sacerdotes sino también para todo el pueblo de Dios. Supliquemos al Espíritu Santo que confirme estos signos de la benevolencia divina mediante el don de vocaciones, que la comunidad eclesial tanto necesita, en Occidente y en Oriente.

Me alegra constatar que las Iglesias orientales católicas han colaborado con celo para el logro de los objetivos del Año sacerdotal y han querido sostener las obras de ayuda de la ROACO también en este ámbito. No habéis considerado sólo la formación de los candidatos al orden sagrado, que es una prioridad constante, sino también las exigencias del clero activo en la pastoral, como por ejemplo una profundización espiritual y cultural y ayudas a los sacerdotes, sobre todo en la difícil, pero al mismo tiempo fecunda, etapa de la enfermedad y la vejez. De ese modo, contribuís a irradiar en la Iglesia y en la sociedad actual el don precioso e indispensable del servicio sacerdotal. En el mundo antiguo Oriente era sede de grandes escuelas de espiritualidad sacerdotal. La Iglesia de Antioquía, por citar un ejemplo, dio santos excepcionales: sacerdotes sumamente cultos, que en primera línea no se pusieron a sí mismos, sino a Cristo y a los Apóstoles. Se dedicaron totalmente al anuncio de la Palabra y a la celebración de los misterios divinos. Estaban en condiciones de conmover profundamente la conciencia de las personas y de llegar a donde con medios meramente humanos no se habría podido llegar.

Queridos amigos, con vuestro compromiso contribuís sobre todo a que los sacerdotes de las Iglesias orientales en nuestro tiempo puedan ser eco de esta herencia espiritual. A la red de instituciones escolares y sociales, que es justamente una instancia vuestra, esto dará un fuerte impulso siempre que desemboque en una perspectiva pastoral firme. Cuando en su servicio los sacerdotes se guían por motivos realmente espirituales, también los laicos se ven fortalecidos en su compromiso de ocuparse de las cosas temporales según la propia vocación cristiana.

Ahora tenemos la tarea común de preparar la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos. Doy gracias a Dios por esta iniciativa, que ya está dando buenos frutos de «comunión y testimonio» para los cuales se convocó inicialmente el Sínodo. El año pasado en Castelgandolfo tuve el placer de anunciar esta Asamblea sinodal durante un encuentro de oración y reflexión fraterna con los patriarcas y los arzobispos mayores de las Iglesias orientales. Durante mi reciente visita a Chipre, que recuerdo con mucha gratitud a Dios y a quienes me acogieron, entregué el Instrumentum laboris de esta Asamblea especial a los representantes del Episcopado de Oriente Medio. Me alegra la amplia cooperación que hasta ahora han ofrecido las Iglesias orientales y el trabajo que desde el principio ha realizado y sigue realizando la ROACO para este acontecimiento histórico. Este esfuerzo conjunto dará resultados fecundos gracias a la presencia de algunos de vuestros representantes en esa asamblea episcopal y a la relación constante con la Congregación para las Iglesias orientales.

Queridos amigos, os pido que contribuyáis con vuestras obras a mantener viva la «esperanza que no falla» entre los cristianos de Oriente (Rm 5, 5; cf. Instrumentum laboris, Conclusiones). En el «pequeño rebaño» (Lc 12, 32) que forman estos cristianos ya es operante el futuro de Dios y el Evangelio describe el «camino estrecho» que están recorriendo como «camino que lleva a la vida» (Mt 7, 13-14). Quisiéramos estar siempre a su lado. Confiando en la intercesión de la santísima Madre de Dios y de los apóstoles san Pedro y san Pablo, encomiendo al Señor a los benefactores, los amigos y los colaboradores vivos y difuntos, vinculados de distintos modos a la ROACO, con un recuerdo especial para monseñor Padovese, recientemente desaparecido, mientras imparto a cada uno de vosotros, a los miembros de las Agencias internacionales y a quienes las sostienen, al igual que a todas las amadas Iglesias orientales católicas, la confortadora bendición apostólica.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:44


Alla delegazione del Circolo San Pietro (26 giugno 2010)

English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
04/08/2013 19:45


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA DELEGACIÓN DEL PATRIARCADO ECUMÉNICO
DE CONSTANTINOPLA

Lunes 28 de junio de 2010



Queridos hermanos en Cristo:

«Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre» (Col 1, 2). Con gran alegría y afecto sincero os acojo en el Señor en esta ciudad de Roma, con ocasión de la celebración anual del martirio de san Pedro y san Pablo. Su fiesta, que la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas celebran el mismo día, es una de las más antiguas del año litúrgico, y constituye el testimonio de una época en que nuestras comunidades vivían en plena comunión unas con otras. Vuestra presencia aquí hoy, por la cual estoy profundamente agradecido al Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé I, y al Santo Sínodo del Patriarcado ecuménico, embarga de gran alegría el corazón de todos nosotros.

Doy gracias al Señor de que las relaciones entre nosotros se caracterizan por sentimientos de confianza mutua, de estima y fraternidad, como lo han atestiguado ampliamente las numerosas reuniones que ya han tenido lugar en el transcurso de este año.

Todo esto da motivos para esperar que el diálogo católico-ortodoxo también seguirá progresando de forma significativa. Su eminencia es consciente de que la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico, de la cual usted es co-secretario, se encuentra en un punto crucial, después de haber comenzado a debatir, el pasado mes de octubre en Pafos, sobre «El papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio». Con todo nuestro corazón suplicamos que, iluminados por el Espíritu Santo, los miembros de la Comisión continúen por este camino durante la próxima reunión plenaria que se celebrará en Viena, y dediquen el tiempo necesario para estudiar a fondo esta cuestión tan delicada e importante. Para mí es un signo alentador que el Patriarca ecuménico Bartolomé I y el Santo Sínodo de Constantinopla compartan nuestra firme convicción de la importancia de este diálogo, como Su Santidad dijo tan claramente en la carta encíclica patriarcal y sinodal con ocasión del domingo de la Ortodoxia, el 21 de febrero de 2010.

Estoy seguro de que en la próxima Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos, que he convocado para el mes de octubre aquí, en Roma, se volverá a prestar gran atención al tema de la cooperación ecuménica entre los cristianos de esta región. De hecho, se pone de relieve en el Instrumentum laboris, que entregué a los obispos católicos de Oriente Medio durante mi reciente visita a Chipre, donde fui recibido con gran afecto fraterno por Su Beatitud Crisóstomos II, arzobispo de Nueva Justiniana y de todo Chipre. Las dificultades que los cristianos de Oriente Medio están experimentando son en gran medida comunes a todos: vivir como una minoría, y el anhelo de una auténtica libertad religiosa y de paz. Es necesario el diálogo con las comunidades musulmana y judía. En este contexto, me complacerá dar la bienvenida a la delegación fraterna que el Patriarca ecuménico enviará para participar en los trabajos de la Asamblea sinodal.

Eminencia, queridos miembros de la delegación, os doy las gracias por vuestra visita. Os pido que transmitáis mi saludo fraterno a Su Santidad Bartolomé I, al Santo Sínodo, al clero y a todos los fieles del Patriarcado ecuménico. Que el Señor, por la intercesión de los apóstoles Pedro y Pablo, nos conceda abundantes bendiciones, y nos conserve siempre en su amor.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
05/08/2013 12:23


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL SR. HABBEB MOHAMMED HADI ALI AL-SADR
NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE IRAK
ANTE LA SANTA SEDE*

Viernes 2 de julio de 2010



Excelencia:

Me alegra darle la bienvenida al comienzo de su misión y aceptar las cartas que le acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Irak ante la Santa Sede. Le agradezco sus amables palabras y le pido que transmita al presidente Jalal Talabani mis saludos respetuosos y le asegure mis oraciones por la paz y el bienestar de todos los ciudadanos de su país.

El 7 de marzo de 2010 los ciudadanos iraquíes manifestaron claramente al mundo que desean ver el fin de la violencia y que han elegido el camino de la democracia, a través del cual aspiran a vivir en armonía unos con otros en una sociedad justa, pluralista e inclusiva. A pesar de los intentos de intimidación por parte de quienes no comparten esta visión, los ciudadanos mostraron gran valentía y determinación acudiendo a las urnas en gran número. Ahora hay que esperar que la formación de un nuevo Gobierno proceda rápidamente, para que se cumpla la voluntad del pueblo de un Irak más estable y unificado. Quienes han sido elegidos para la función política deberán mostrar gran valentía y determinación, a fin de satisfacer las grandes expectativas que se han depositado en ellos. Puede estar seguro de que la Santa Sede, que ha valorado siempre las excelentes relaciones diplomáticas con su país, seguirá proporcionando toda la ayuda posible para que Irak desempeñe su justo papel como nación líder en la región, contribuyendo en gran medida a la comunidad internacional. El nuevo Gobierno deberá dar prioridad a medidas destinadas a mejorar la seguridad de todos los sectores de la población, en particular de las diversas minorías. Usted ha hablado de las dificultades que afrontan los cristianos, y aprecio sus comentarios acerca de los pasos que ha dado el Gobierno para proporcionarles mayor protección. Naturalmente, la Santa Sede comparte la preocupación que usted ha expresado respecto a que los cristianos iraquíes deberían permanecer en su tierra ancestral, y que quienes se vieron obligados a emigrar pronto deberían considerar que volver es algo seguro. Desde los comienzos de la Iglesia, los cristianos han estado presentes en la tierra de Abraham, tierra que es parte del patrimonio común del judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Cabe esperar que en el futuro la sociedad iraquí se caracterice por una coexistencia pacífica, en armonía con las aspiraciones de quienes están arraigados en la fe de Abraham. Aunque los cristianos forman una pequeña minoría de la población de Irak, pueden dar una valiosa contribución a su reconstrucción y reactivación económica, mediante su apostolado en la educación y en la sanidad, al igual que su compromiso en proyectos humanitarios proporciona una asistencia muy necesaria para la construcción de la sociedad. Pero para hacer su parte, los cristianos iraquíes necesitan saber que no corren peligro si permanecen o vuelven a sus casas, y tener la garantía de que les serán restituidas sus propiedades y respetados sus derechos. Durante los últimos años se han verificado numerosos y trágicos sucesos de violencia perpetrados contra miembros inocentes de la población, tanto musulmanes como cristianos; hechos que, como usted ha puntualizado, son contrarios tanto a las enseñanzas del islam como a las del cristianismo. Este dolor común puede crear un vínculo profundo, reforzando la determinación tanto de musulmanes como de cristianos de trabajar por la paz y la reconciliación. La historia ha mostrado que algunos de los incentivos más fuertes para superar la división derivan del ejemplo de hombres y mujeres que, habiendo elegido el camino valiente del testimonio no violento de valores más elevados, han perdido la vida a causa de actos cobardes de violencia. Cuando las dificultades actuales hayan quedado relegadas al pasado, los nombres del arzobispo Paulos Faraj Rahhoh, del padre Ragheed Ganni y de muchos otros seguirán viviendo como ejemplos luminosos del amor que los impulsó a dar su vida por los demás. Ojalá que su sacrificio, y el sacrificio de muchos otros como ellos, fortalezca en el pueblo iraquí la determinación moral que se necesita para que las estructuras políticas destinadas a una mayor justicia y estabilidad logren el efecto deseado.

Usted ha hablado del compromiso de su Gobierno de respetar los derechos humanos. De hecho, es de máxima importancia para cualquier sociedad que se respete la dignidad humana de cada uno de sus ciudadanos, tanto en la ley como en la práctica; en otras palabras, que se reconozcan, garanticen y promuevan los derechos fundamentales de todos. Sólo así se puede servir verdaderamente al bien común, es decir, las condiciones sociales que permiten a la gente, tanto a los grupos como a los individuos, prosperar, alcanzar su plena realización y contribuir al bien de los demás (cf. Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 164-170). Entre los derechos que deben respetarse plenamente, si se quiere promover efectivamente el bien común, los derechos a la libertad de religión y a la libertad de culto son fundamentales, puesto que permiten a los ciudadanos vivir en conformidad con su dignidad trascendente como personas creadas a imagen de su divino Creador. Por tanto, espero —y pido por ello— que estos derechos no sólo sean incorporados en la legislación, sino que también impregnen el tejido social. Todos los iraquíes tienen un papel que desempeñar en la construcción de un ambiente justo, moral y pacífico.

Señor embajador, usted comienza su mandato en los meses que preceden a una iniciativa particular de la Santa Sede para apoyar a las Iglesias particulares en toda la región, es decir, la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de obispos. Será una ocasión importante para examinar el papel y el testimonio de los cristianos en tierras bíblicas, y también dará un impulso a la importante tarea del diálogo interreligioso, que tanto puede contribuir al objetivo de la coexistencia pacífica mediante el respeto y la estima recíproca entre los seguidores de las diferentes religiones. Espero sinceramente que Irak emerja de las experiencias difíciles del pasado decenio como un modelo de tolerancia y cooperación entre musulmanes, cristianos y otros, al servicio de las personas necesitadas.

Excelencia, ruego para que la misión diplomática que usted comienza hoy fortalezca aún más los vínculos de amistad entre la Santa Sede y su país. Le aseguro que los diversos dicasterios de la Curia romana estarán siempre dispuestos a ofrecerle ayuda y apoyo en el cumplimiento de su deber. Con mis mejores y sinceros deseos, invoco sobre usted, sobre su familia y sobre todo el pueblo de la República de Irak abundantes bendiciones divinas.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
05/08/2013 12:24


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN DE PROMOTORES
DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 2011

Viernes 2 de julio de 2010

Eminencia,
querido hermano en el episcopado,
distinguidos señores y señoras,
amigos todos:

Agradezco vivamente las amables palabras que el Señor Cardenal Arzobispo de Madrid ha tenido la bondad de dirigirme en nombre del Patronato de la Fundación “Madrid vivo”, así como de todos vosotros, en este camino de preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en la capital de España en agosto del año próximo.

Son muchos los jóvenes que tienen puestos sus ojos en esa hermosa ciudad, con el gozo de poder encontrarse en ella, dentro de pocos meses, para escuchar juntos la Palabra de Cristo, siempre joven, y poder compartir la fe que los une y el deseo que tienen de construir un mundo mejor, inspirados en los valores del Evangelio.

Os invito a todos a seguir colaborando generosamente en esta bella iniciativa, que no es una simple reunión multitudinaria, sino una ocasión privilegiada para que los jóvenes de vuestro país y del mundo entero se dejen conquistar por el amor de Cristo Jesús, el Hijo de Dios y de María, el amigo fiel, el vencedor del pecado y de la muerte. Quien confía en Él, jamás queda defraudado, sino que halla la fuerza necesaria para elegir el camino justo en la vida.

A todos vosotros y a vuestras familias os recordaré fervientemente en la oración, pidiendo a Dios que bendiga los esfuerzos que estáis realizando para que la próxima Jornada Mundial de la Juventud alcance copiosos frutos. Que María Santísima os acompañe siempre con amor de Madre. Muchas gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
05/08/2013 12:25


VISITA PASTORAL A SULMONA

ENCUENTRO CON LOS JÓVENES

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Catedral de Sulmona
Domingo 4 de julio de 2010

(Vídeo)



Queridos jóvenes:

¡Ante todo quiero deciros que estoy muy contento de encontrarme con vosotros! Doy gracias a Dios por la posibilidad que me brinda de quedarme un poco con vosotros, como un padre de familia, junto a vuestro obispo y vuestros sacerdotes. ¡Os agradezco el afecto que me manifestáis con tanta calidez! Pero os doy también las gracias por lo que me habéis dicho, a través de vuestros dos «portavoces», Francesca y Cristian. Me habéis hecho preguntas con mucha franqueza y, a la vez, habéis demostrado tener puntos de apoyo, convicciones. Y esto es muy importante. Sois chicos y chicas que reflexionáis, que os hacéis preguntas y que tenéis también el sentido de la verdad y del bien. O sea, sabéis utilizar la mente y el corazón, ¡y no es poco! Es más, diría que es lo principal en este mundo: aprender a usar bien la inteligencia y la sabiduría que Dios nos ha dado. La gente de esta tierra vuestra, en el pasado, no disponía de muchos medios para estudiar ni para afirmarse en la sociedad, pero poseía lo que enriquece verdaderamente a un hombre y a una mujer: la fe y los valores morales. ¡Esto es lo que construye a las personas y la convivencia civil!

De vuestras palabras se desprenden dos aspectos fundamentales: uno positivo y otro negativo. El aspecto positivo procede de vuestra visión cristiana de la vida, una educación que evidentemente habéis recibido de vuestros padres, abuelos y otros educadores: sacerdotes, profesores, catequistas. El aspecto negativo está en las sombras que oscurecen vuestro horizonte: hay problemas concretos que dificultan contemplar el futuro con serenidad y optimismo; pero también existen falsos valores y modelos ilusorios que se os proponen y que prometen llenar al vida, cuando en cambio la vacían. Entonces, ¿qué hacer para que estas sombran no sean demasiado pesadas? Ante todo, ¡veo que sois jóvenes con buena memoria! Sí, me ha impresionado el hecho de que hayáis retomado expresiones que pronuncié en Sydney, en Australia, durante la Jornada mundial de la juventud de 2008. Y además habéis recordado que las JMJ nacieron hace 25 años. Pero sobre todo habéis demostrado que tenéis una memoria histórica propia vinculada a vuestra tierra: me habéis hablado de un personaje nacido hace ocho siglos, san Pedro Celestino V, y habéis dicho que le consideráis todavía muy actual. Veis, queridos amigos, que de esta forma tenéis, como se suele decir, «una marcha más». Sí, la memoria histórica es verdaderamente una «marcha más» en la vida, porque sin memoria no hay futuro. Una vez se decía que la historia es maestra de vida. La actual cultura consumista tiende en cambio a aplanar al hombre en el presente, a hacer que pierda el sentido del pasado, de la historia; pero actuando así le priva también de la capacidad de comprenderse a sí mismo, de percibir los problemas y de construir el mañana. Así que, queridos jóvenes, quiero deciros: el cristiano es alguien que tiene buena memoria, que ama la historia y procura conocerla.

Os doy las gracias por ello, pues me habláis de san Pedro del Morrone, Celestino V, y sois capaces de valorar su experiencia hoy, en un mundo tan distinto, pero precisamente por esto necesitado de redescubrir algunas cosas que valen siempre, que son perennes, por ejemplo la capacidad de escuchar a Dios en el silencio exterior y sobre todo interior. Hace poco me habéis preguntado: ¿cómo se puede reconocer la llamada de Dios? Pues bien, el secreto de la vocación está en la capacidad y en la alegría de distinguir, escuchar y seguir su voz. Pero para hacer esto es necesario acostumbrar a nuestro corazón a reconocer al Señor, a escucharle como a una Persona que está cerca y me ama. Como dije esta mañana, es importante aprender a vivir momentos de silencio interior en las propias jornadas para ser capaces de escuchar la voz del Señor. Estad seguros de que si uno aprende a escuchar esta voz y a seguirla con generosidad, no tiene miedo de nada, sabe y percibe que Dios está con él, con ella, que es Amigo, Padre y Hermano. En una palabra: el secreto de la vocación está en la relación con Dios, en la oración que crece justamente en el silencio interior, en la capacidad de escuchar que Dios está cerca. Y esto es verdad tanto antes de la elección, o sea, en el momento de decidir y partir, como después, si se quiere ser fiel y perseverar en el camino. San Pedro Celestino fue, antes de todo esto: un hombre de escucha, de silencio interior, un hombre de oración, un hombre de Dios. Queridos jóvenes: ¡encontrad siempre un espacio en vuestras jornadas para Dios, para escucharle y hablarle!

Y aquí desearía deciros una segunda cosa: la verdadera oración no es en absoluto ajena a la realidad. Si orar os alienara, os sustrajera de vuestra vida real, estad en guardia: ¡no sería verdadera oración! Al contrario: el diálogo con Dios es garantía de verdad, de verdad con uno mismo y con los demás, y así de libertad. Estar con Dios, escuchar su Palabra, en el Evangelio, en la liturgia de la Iglesia, defiende de los desaciertos del orgullo y de la presunción, de las modas y de los conformismos, y da la fuerza para ser auténticamente libres, también de ciertas tentaciones disfrazadas de cosas buenas. Me habéis preguntado: ¿cómo podemos estar «en» el mundo sin ser «del» mundo? Os respondo: precisamente gracias a la oración, al contacto personal con Dios. No se trata de multiplicar las palabras —lo decía Jesús—, sino de estar en presencia de Dios, haciendo propias, en la mente y en el corazón, las expresiones del «Padre Nuestro», que abraza todos los problemas de nuestra vida, o bien adorando la Eucaristía, meditando el Evangelio en nuestra habitación o participando con recogimiento en la liturgia. Todo esto no aparta de la vida, sino que ayuda a ser verdaderamente uno mismo en cada ambiente, fieles a la voz de Dios que habla a la conciencia, libres de los condicionamientos del momento. Así fue para san Celestino V: supo actuar según su conciencia en obediencia a Dios, y por ello sin miedo y con gran valentía, también en los momentos difíciles, como aquellos ligados a su breve pontificado, no temiendo perder la propia dignidad, sino sabiendo que esta consiste en estar en la verdad. Y el garante de la verdad es Dios. Quien le sigue no tiene miedo ni siquiera de renunciar a sí mismo, a su propia idea, porque «quien a Dios tiene, nada le falta», como decía santa Teresa de Ávila.

Queridos amigos: La fe y la oración no resuelven los problemas, pero permiten afrontarlos con nueva luz y fuerza, de manera digna del hombre, y también de un modo más sereno y eficaz. Si contemplamos la historia de la Iglesia, veremos que es rica en figuras de santos y beatos que, precisamente partiendo de un diálogo intenso y constante con Dios, iluminados por la fe, supieron hallar soluciones creativas, siempre nuevas, para dar respuesta a necesidades humanas concretas en todos los siglos: la salud, la educación, el trabajo, etcétera. Su audacia estaba animada por el Espíritu Santo y por un amor fuerte y generoso a los hermanos, especialmente los más débiles y desfavorecidos. Queridos jóvenes: ¡Dejaos conquistar totalmente por Cristo! Entrad también vosotros, con decisión, en el camino de la santidad —que está abierto a todos—, esto es, de estar en contacto, en conformidad con Dios porque ello hará que seáis cada vez más creativos al buscar soluciones a los problemas que encontráis, y a buscarlas juntos. He aquí otro signo distintivo del cristiano: jamás es individualista. A lo mejor me diréis: pero si contemplamos, por ejemplo, a san Pedro Celestino, en la elección de la vida eremítica, ¿no se trataba tal vez de individualismo, de fuga de las responsabilidades? Cierto; esta tentación existe. Pero en las experiencias aprobadas por la Iglesia, la vida solitaria de oración y de penitencia está siempre al servicio de la comunidad, se abre a los demás, nunca se contrapone a las necesidades de la comunidad. Las ermitas y los monasterios son oasis y manantiales de vida espiritual de los que todos pueden beber. El monje no vive para sí, sino para los demás, y es por el bien de la Iglesia y de la sociedad que cultiva la vida contemplativa, para que la Iglesia y la sociedad siempre estén irrigadas de energías nuevas, de la acción del Señor. Queridos jóvenes: ¡Amad a vuestras comunidades cristianas, no tengáis miedo de comprometeros a vivir juntos la experiencia de fe! Quered mucho a la Iglesia: ¡os ha dado la fe, os ha permitido conocer a Cristo! Y quered mucho a vuestro obispo, a vuestros sacerdotes: con todas nuestras debilidades, los sacerdotes son presencias preciosas en la vida.

El joven rico del Evangelio, después de que Jesús le propuso que dejara todo y le siguiera —como sabemos—, se marchó triste porque estaba demasiado apegado a sus bienes (cf. Mt 19, 22). ¡En cambio en vosotros leo la alegría! Y también esto es un signo de que sois cristianos: de que para vosotros Jesucristo vale mucho; aunque sea exigente seguirle, vale más que cualquier otra cosa. Habéis creído que Dios es la perla preciosa que da valor a todo lo demás: a la familia, al estudio, al trabajo, al amor humano... a la vida misma. Habéis comprendido que Dios no os quita nada, sino que os da «el ciento por uno» y hace eterna vuestra vida, porque Dios es Amor infinito: el único que sacia nuestro corazón. Me gusta recordar la experiencia de san Agustín, un joven que buscó con gran dificultad, por largo tiempo, fuera de Dios, algo que saciara su sed de verdad y de felicidad. Pero al final de este camino de búsqueda comprendió que nuestro corazón no tiene paz hasta que encuentra a Dios, hasta que descansa en él (cf. Las Confesiones 1, 1). Queridos jóvenes: ¡Conservad vuestro entusiasmo, vuestra alegría, aquella que nace de haber encontrado al Señor, y sabed comunicarla también a vuestros amigos, a vuestros coetáneos! Ahora debo marcharme y tengo que deciros cuánto lamento dejaros. ¡Con vosotros siento que la Iglesia es joven! Pero regreso contento, como un padre que está tranquilo porque ha visto que sus hijos crecen y lo están haciendo bien. ¡Caminad, queridos chicos y queridas chicas! Caminad por la vía del Evangelio; amad a la Iglesia, nuestra madre; sed sencillos y puros de corazón; sed mansos y fuertes en la verdad; sed humildes y generosos. Os encomiendo a todos a vuestros santos patronos, a san Pedro Celestino y sobre todo a la Virgen María, y con gran afecto os bendigo.

Amén.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
05/08/2013 12:26


INAUGURACIÓN Y BENDICIÓN EN LOS JARDINES VATICANOS
DE LA NUEVA FUENTE
DEDICADA A SAN JOSÉ

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Plaza del Palacio de la Gobernación
Lunes 5 de julio de 2010



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
ilustres señores y señoras:

Para mí es un motivo de alegría inaugurar esta fuente en los jardines vaticanos, en un contexto natural de singular belleza. Es un obra que va a incrementar el patrimonio artístico de este encantador espacio verde de la Ciudad del Vaticano, rico de testimonios histórico-artísticos de varias épocas. De hecho, no sólo los prados, las flores, las plantas, los árboles, sino también las torres, las casitas, los templetes, las fuentes, las estatuas y las demás construcciones hacen de estos jardines un unicum fascinante. Para mis predecesores fueron —y son también para mí— un espacio vital, un lugar que frecuento de buena gana para pasar un poco de tiempo en oración y en serena distensión.

Al dirigir a cada uno de vosotros mi cordial saludo, deseo manifestar vivo reconocimiento por este don que me habéis ofrecido, dedicándolo a san José. ¡Gracias por este detalle delicado y amable! Fue una ardua tarea, que ha contado con la colaboración de muchas personas. Doy las gracias ante todo al cardenal Giovanni Lajolo, también por las palabras que me ha dirigido y la interesante presentación de los trabajos realizados. Asimismo, doy las gracias al arzobispo Carlo María Viganò y al obispo Giorgio Corbellini, respectivamente secretario general y subsecretario general de la Gobernación. Expreso mi vivo aprecio a la Dirección de los Servicios técnicos, al proyectista y al escultor, a los asesores y al equipo de trabajo, con un pensamiento especial para los cónyuges Hintze y para el señor Castrignano, de Londres, que han financiado generosamente la obra, y para las hermanas del Monasterio de San José en Kyoto. Unas palabras de gratitud a la provincia de Trento, a los ayuntamientos y a las empresas trentinas, por su contribución.

Esta fuente está dedicada a san José, una figura querida y cercana para el corazón del pueblo de Dios y para mi corazón. Los seis paneles de bronce que la embellecen evocan diversos momentos de su vida. Deseo detenerme brevemente a reflexionar sobre estos. El primer panel representa las nupcias entre José y María; se trata de un episodio que reviste gran importancia. José era del linaje real de David y, en virtud de su matrimonio con María, conferirá al Hijo de la Virgen —al Hijo de Dios— el título legal de «hijo de David», cumpliendo así las profecías. Las nupcias de José y María son, por tanto, un acontecimiento humano, pero determinante en la historia de salvación de la humanidad, en la realización de las promesas de Dios; de modo que también tienen una connotación sobrenatural, que los dos protagonistas aceptan con humildad y confianza.

Muy pronto para José llega el momento de la prueba, una dura prueba para su fe. Prometido de María, antes de ir a vivir con ella, descubre su misteriosa maternidad y queda turbado. El evangelista Mateo subraya que, como era justo, no quería repudiarla y, por tanto, resolvió despedirla en secreto (cf. Mt 1,19). Pero en sueños —como representa el segundo panel— el ángel le hizo comprender que lo que sucedía en María era obra del Espíritu Santo; y José, fiándose de Dios, accede y coopera en el plan de la salvación. Ciertamente, la intervención divina en su vida no podía no turbar su corazón. Confiarse a Dios no significa ver todo claro según nuestros criterios, no significa realizar lo que hemos proyectado; confiarse a Dios quiere decir vaciarse de sí mismos, renunciar a sí mismos, porque sólo quien acepta perderse por Dios puede ser «justo» como san José, es decir, puede conformar su propia voluntad a la de Dios y así realizarse.

El Evangelio, como sabemos, no ha conservado ninguna palabra de José, el cual desempeñó su actividad en el silencio. Es el estilo que lo caracteriza en toda su existencia, tanto antes de encontrarse frente al misterio de la acción de Dios en su esposa, como cuando —consciente de este misterio— está al lado de María en el nacimiento, representado en la tercera placa. En aquella santa noche, en Belén, con María y el Niño está José, al cual el Padre celestial ha encomendado el cuidado diario de su Hijo en la tierra, un cuidado realizado en la humildad y en el silencio.

El cuarto panel reproduce la escena dramática de la huida a Egipto para escapar de la violencia homicida de Herodes. José se ve obligado a dejar su tierra con su familia, de prisa: se trata de otro momento misterioso en su vida; otra prueba en la que se le pide plena fidelidad al designio de Dios.

Después, en los Evangelios, José aparece sólo en otro episodio, cuando se dirige a Jerusalén y vive la angustia de perder al hijo Jesús. San Lucas describe la afanosa búsqueda y la maravilla de encontrarlo en el Templo —como se ve en la quinta placa—, pero aún más el asombro de sentir las misteriosas palabras: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» (Lc 2, 49). Estas dos preguntas del Hijo de Dios nos ayudan a entender el misterio de la paternidad de José. Recordando a sus padres el primado de aquel al que llama «mi Padre», Jesús afirma la primacía de la voluntad de Dios sobre cualquier otra voluntad, y revela a José la verdad profunda de su papel: también él está llamado a ser discípulo de Jesús, dedicando su existencia al servicio del Hijo de Dios y de la Virgen Madre, en obediencia al Padre celestial.

El sexto panel representa el trabajo de José en su taller de Nazaret. A su lado trabajó Jesús. El Hijo de Dios está escondido para los hombres y sólo María y José custodian su misterio y lo viven cada día: el Verbo encarnado crece como hombre a la sombra de sus padres, pero, al mismo tiempo, estos permanecen a su vez escondidos en Cristo, en su misterio, viviendo su vocación.

Queridos hermanos y hermanas, esta hermosa fuente dedicada a san José constituye una referencia simbólica a los valores de la sencillez y de la humildad a la hora de cumplir diariamente la voluntad de Dios, valores que caracterizaron la vida silenciosa, pero preciosa del Custodio del Redentor. A su intercesión encomiendo los anhelos de la Iglesia y del mundo. Que, junto con la Virgen María, su esposa, guíe siempre mi camino y el vuestro, a fin de que seamos instrumentos gozosos de paz y de salvación.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
05/08/2013 12:27


PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DE LA PROYECCIÓN DE UNA PELÍCULA
DE LA RADIO BÁVARA SOBRE SU PONTIFICADO

Sala de los Suizos del palacio pontificio de Castelgandolfo
Jueves 29 de julio de 2010



Eminencia;
excelencias;
querido profesor Fuchs;
querido Mandlik;
queridos amigos; señoras y señores:

En este momento sólo deseo dar las gracias a la Radio Bávara por este viaje espiritual extraordinario, que nos ha permitido revivir y recordar momentos determinantes y culminantes de estos cinco años de mi servicio petrino y de la vida de la Iglesia misma.

Para mí personalmente ha sido muy conmovedor ver algunos momentos, sobre todo aquel en el que el Señor impuso sobre mis hombros el servicio petrino. Un peso que nadie podría llevar por sí mismo sólo con sus fuerzas, y que sólo se puede llevar porque el Señor nos lleva y me lleva. En esta película, a mi parecer, hemos visto la riqueza de la vida de la Iglesia, la multiplicidad de las culturas, de los carismas, de los diversos dones que viven en la Iglesia y cómo en esta multiplicidad y gran diversidad vive siempre la misma, única, Iglesia. Y el primado petrino tiene esta misión de hacer visible y concreta la unidad, en la multiplicidad histórica, concreta; en la unidad de presente, pasado, futuro y de la eternidad.

Hemos visto que la Iglesia también hoy, aunque sufra tanto, como sabemos, es una Iglesia gozosa, no es una Iglesia envejecida; al contrario, hemos visto que la Iglesia es joven y que la fe crea alegría. Por ello me ha parecido muy interesante —una buena idea— insertar todo en el marco de la novena sinfonía de Beethoven, del «Himno a la alegría», que muestra cómo detrás de toda la historia está la alegría de nuestra redención. También me ha parecido acertado que el filme termine con la visita a la Madre de Dios, que nos enseña la humildad, la obediencia y la alegría de que Dios está con nosotros.

Un cordial «Dios se lo pague» a usted, querido señor Fuchs; a usted, querido señor Mandlik; y a todas las personas que han colaborado, por este magnífico momento que nos han brindado.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
05/08/2013 12:28


PALABRAS DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL INICIO DE LA MISA CELEBRADA CON SUS EX ALUMNOS

Capilla del Centro Mariápolis, Castelgandolfo
Domingo 29 de agosto de 2010



Queridos amigos:

Al final del Evangelio de hoy, el Señor nos hace notar que en realidad seguimos viviendo como los paganos; que invitamos, por reciprocidad, sólo a quien corresponderá la invitación; que damos sólo a quien devolverá. Pero el estilo de Dios es distinto: lo experimentamos en la Santa Eucaristía. Él nos invita a su mesa a nosotros, quienes en su presencia somos cojos, ciegos y sordos; él nos invita, cuando no tenemos nada que darle. Durante este acontecimiento de la Eucaristía, dejémonos tocar sobre todo por la gratitud por el hecho de que Dios existe; de que él es como es; de que él es así como es Jesucristo; de que él —a pesar de que nada tenemos que darle y estamos llenos de culpas— nos invita a su mesa y quiere sentarse con nosotros. Pero queremos también dejarnos tocar por el sentimiento de culpa porque nos apartamos tan poco del estilo pagano, de vivir tan poco la novedad, el estilo de Dios. Y por ello iniciamos la santa misa pidiendo perdón: un perdón que nos cambie, que nos haga ser verdaderamente parecidos a Dios, a su imagen y semejanza.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
06/08/2013 20:40


Concerto offerto dalla Pontificia Accademia delle Scienze (7 settembre 2010) (Video)

English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
06/08/2013 20:42


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DEL «BUREAU» DE LA ASAMBLEA
PARLAMENTARIA DEL CONSEJO DE EUROPA*

Miércoles 8 de septiembre de 2010



Señor presidente;
queridos miembros del Bureau de la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa:

Agradezco al honorable señor Çavuşoğlu las amables palabras que me ha dirigido en nombre del Bureau y os doy a todos una cordial bienvenida. Me alegra recibiros con ocasión del 60° aniversario de la Convención europea sobre los derechos humanos que, como sabemos muy bien, compromete a los Estados miembros del Consejo de Europa a promover y defender la dignidad inviolable de la persona humana.

Sé que la Asamblea parlamentaria tiene en agenda importantes temas relativos sobre todo a las personas que pasan por situaciones especialmente difíciles o son objeto de graves violaciones de su dignidad. Pienso en las personas afectadas por discapacidades, en los niños que sufren violencia, en los inmigrantes, en los prófugos, en los que pagan el precio más alto de la actual crisis económica y financiera, en los que son víctimas del extremismo o de nuevas formas de esclavitud como el tráfico de seres humanos, el comercio ilegal de drogas y la prostitución. Vuestro trabajo también concierne a las víctimas de la guerra y a las personas que viven en democracias frágiles. También conozco vuestros esfuerzos para defender la libertad religiosa y combatir la violencia y la intolerancia contra los creyentes, tanto en Europa como en todo el mundo.

Teniendo presente el contexto de la sociedad actual, en la cual se confrontan pueblos y culturas diferentes, es imperativo desarrollar tanto la validez universal de estos derechos como su inviolabilidad, inalienabilidad e indivisibilidad.

En diferentes ocasiones he subrayado los riesgos asociados al relativismo en el campo de los valores, los derechos y los deberes. Si se vieran privados de un fundamento objetivo racional, común a todos los pueblos, y se basaran exclusivamente en culturas, decisiones legislativas o sentencias de los tribunales particulares, ¿cómo podrían ofrecer un terreno sólido y duradero para las instituciones supranacionales como el Consejo de Europa, y para vuestra tarea dentro de esta prestigiosa institución? ¿Como podría existir un diálogo fecundo entre las culturas sin valores comunes, derechos y principios estables, universales, entendidos del mismo modo por todos los Estados miembros del Consejo de Europa? Estos valores, derechos y deberes están arraigados en la dignidad natural de toda persona, algo que es accesible a la razón humana. La fe cristiana no impide, sino que favorece esta búsqueda, y es una invitación a buscar una base sobrenatural para esta dignidad.

Estoy convencido de que estos principios, observados fielmente, de modo especial cuando se trata de la vida humana, desde su concepción hasta la muerte natural, del matrimonio —basado en el don exclusivo e indisoluble de sí entre un hombre y una mujer— y de la libertad de religión y de educación, son condiciones necesarias para responder de modo adecuado a los decisivos y urgentes desafíos que la historia os plantea a cada uno de vosotros.

Queridos amigos, sé que también vosotros deseáis tender la mano a quienes sufren. Esto me llena de gozo y os aliento a cumplir vuestra delicada e importante misión con moderación, sabiduría y valentía al servicio del bien común de Europa. Os agradezco que hayáis venido y os aseguro mis oraciones. Que Dios os bendiga.

*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.37 p.2.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
07/08/2013 17:48


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE LA REGIÓN NORDESTE 3
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE BRASIL
EN VISITA «AD LIMINA»

Viernes 10 de septiembre de 2010



Señor cardenal;
queridos arzobispos y obispos de Brasil:

Os saludo cordialmente a todos, con ocasión de vuestra visita ad limina a Roma, donde habéis venido para reforzar los vínculos de comunión fraterna con el Sucesor de Pedro y para que él os anime en la guía del rebaño de Cristo. Agradezco a monseñor Czeslaw Stanula, obispo de Itabuna, las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, y os aseguro mis oraciones por vuestras intenciones y por el amado pueblo de vuestra región Nordeste 3.

Hace más de cinco siglos, precisamente en vuestra región, se celebraba la primera misa en Brasil, haciendo realmente presente el Cuerpo y la Sangre de Cristo para la santificación de los hombres y las mujeres de esa nación bendita, que nació bajo los auspicios de la Santa Cruz. Era la primera vez que se proclamaba el evangelio de Cristo a ese pueblo, iluminando su vida diaria. Esta acción evangelizadora de la Iglesia católica fue y sigue siendo fundamental en la formación de la identidad del pueblo brasileño caracterizada por la convivencia armoniosa entre personas llegadas de distintas regiones y culturas. Sin embargo, aunque los valores de la fe católica hayan moldeado el corazón y el espíritu brasileños, hoy se observa una creciente influencia de nuevos elementos en la sociedad, que hace algunas décadas eran prácticamente extraños. Esto está provocando que numerosos católicos abandonen la vida eclesial o incluso la Iglesia, mientras en el panorama religioso de Brasil se asiste a la rápida expansión de comunidades evangélicas y neopentecostales.

En cierto sentido, las razones que están en la base del éxito de estos grupos son una señal de la generalizada sed de Dios entre vuestro pueblo. También son indicio de una evangelización, a nivel personal, a veces superficial; de hecho, los bautizados que no han sido suficientemente evangelizados son fácilmente influenciables, porque su fe es frágil y muy a menudo se basa en un devocionismo ingenuo, aunque conserven —como he dicho— una religiosidad innata. Frente a esta situación emerge, por un lado, la clara necesidad de que la Iglesia católica en Brasil se comprometa en una nueva evangelización que no escatime esfuerzos para llegar tanto a los católicos que se han alejado como a aquellas personas que poco o nada conocen del mensaje evangélico, llevándolos a un encuentro personal con Jesucristo, vivo y operante en su Iglesia. Por otro lado, con el crecimiento de nuevos grupos que dicen ser seguidores de Cristo, aunque estén subdivididos en distintas comunidades y confesiones, se hace más necesario, de parte de los pastores católicos, el compromiso de crear puentes para establecer contactos a través de un sano diálogo ecuménico en la verdad.

Este esfuerzo es necesario, ante todo, porque la división entre los cristianos está en contraste con la voluntad del Señor de que «todos sean uno» (Jn 17, 21). Además de esto, la falta de unidad es causa de escándalo y acaba por minar la credibilidad del mensaje cristiano proclamado en la sociedad. Y su proclamación hoy es tal vez aún más necesaria que en las décadas pasadas porque, como demuestran muy bien vuestras relaciones, incluso en las pequeñas ciudades del interior de Brasil se observa una creciente influencia negativa del relativismo intelectual y moral en la vida de las personas.

No son pocos los obstáculos que se oponen a la búsqueda de la unidad de los cristianos. En primer lugar, se debe rechazar una visión errónea del ecumenismo, que conlleva cierto indiferentismo doctrinal que trata de nivelar, en un irenismo acrítico, todas las «opiniones» en una especie de relativismo eclesiológico. Paralelamente existe el desafío de la incesante multiplicación de nuevos grupos cristianos, algunos de los cuales actúan un proselitismo agresivo, lo cual muestra que el paisaje del ecumenismo es todavía muy variado y confuso. En este contexto —como dije en 2007, en la catedral da Sé de São Paulo, en el inolvidable encuentro que mantuve con vosotros, los obispos brasileños—, «es indispensable una buena formación histórica y doctrinal, que posibilite el necesario discernimiento y ayude a entender la identidad específica de cada una de las comunidades, los elementos que dividen y los que ayudan en el camino hacia la construcción de la unidad. El gran campo común de colaboración debería ser la defensa de los valores morales fundamentales, transmitidos por la tradición bíblica, contra su destrucción en una cultura relativista y consumista; y también la fe en Dios creador y en Jesucristo, su Hijo encarnado» (Discurso del 11 de mayo de 2007, n. 6: L'Osservatore Romano: edición en lengua española, 18 de mayo de 2007, p. 11). Por este motivo, os aliento a seguir dando pasos positivos en esta dirección, como es el caso del diálogo con las Iglesias y comunidades eclesiales que pertenecen al Consejo nacional de Iglesias cristianas, que con iniciativas como la Campaña de fraternidad ecuménica, contribuyen a promover los valores del Evangelio en la sociedad brasileña.

Queridos hermanos, el diálogo entre los cristianos es un imperativo del tiempo presente y una opción irreversible de la Iglesia. Mientras tanto, como recuerda el concilio Vaticano II, en el centro de todos los esfuerzos en favor de la unidad deben estar la oración, la conversión y la santificación de la vida (cf. Unitatis redintegratio, 8). El Señor es quien concede la unidad, que no es una creación de los hombres; a los pastores corresponde la obediencia a la voluntad del Señor, promoviendo iniciativas concretas, libres de cualquier reduccionismo conformista, pero realizadas con sinceridad y realismo, con paciencia y perseverancia, que brotan de la fe en la acción providencial del Espíritu Santo.

Queridos y venerados hermanos, en este encuentro he tratado de poner de relieve brevemente algunos aspectos del gran desafío del ecumenismo encomendado a vuestra solicitud apostólica. Al despedirme de vosotros, os confirmo una vez más mi estima y os aseguro mis oraciones por todos vosotros y por vuestras diócesis. En particular, deseo renovar aquí mi solidaridad paterna con los fieles de la diócesis de Barreiras, recientemente privados de la guía de su primer y celoso pastor, monseñor Ricardo José Weberberger, que ya se encuentra en la casa del Padre, meta de los pasos de todos nosotros. Descanse en paz. Invocando la intercesión de Nuestra Señora Aparecida, imparto a cada uno de vosotros, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los seminaristas, a los catequistas y a todo el pueblo que se os ha encomendado, una afectuosa bendición apostólica.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
07/08/2013 17:48


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE RECIENTE NOMBRAMIENTO
PARTICIPANTES EN UN CURSO PROMOVIDO POR LA
CONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS

Palacio pontificio de Castelgandolfo
Sábado 11 de septiembre de 2010



Queridos hermanos en el episcopado:

Me alegra acogeros, y os saludo con gran afecto, con ocasión del curso de actualización que la Congregación para la evangelización de los pueblos ha organizado para vosotros, los obispos recién nombrados. Estas jornadas de reflexión en Roma para profundizar en las tareas de vuestro ministerio y renovar la profesión de vuestra fe ante la tumba de san Pedro son también una experiencia singular de la colegialidad, fundada en la ordenación episcopal y en la comunión jerárquica. Que esta experiencia de fraternidad, de oración y de estudio en la Sede apostólica aumente en cada uno de vosotros la comunión con el Sucesor de Pedro y con vuestros hermanos, con quienes compartís la solicitud por toda la Iglesia. Agradezco al cardenal Ivan Dias sus cordiales palabras, y doy las gracias al secretario y al secretario adjunto que, junto a los colaboradores del dicasterio, han organizado este simposio.

En vosotros, queridos hermanos, llamados desde hace poco al ministerio episcopal, la Iglesia pone no pocas esperanzas, y os sigue con la oración y con el afecto. También yo quiero aseguraros mi cercanía espiritual en vuestro servicio cotidiano al Evangelio. Conozco los desafíos que debéis afrontar, especialmente en las comunidades cristianas que viven su fe en contextos nada fáciles, donde, además de varias formas de pobreza, a veces se verifican formas de persecución a causa de la fe cristiana. A vosotros os corresponde la tarea de alimentar su esperanza, de compartir sus dificultades, inspirándoos en la caridad de Cristo que consiste en la atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad e interés por los problemas de la gente, por la cual estamos dispuestos a dar la vida (cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial de las misiones de 2008, n. 2).

En cada una de vuestras tareas os sostiene el Espíritu Santo, que en la ordenación os configuró a Cristo, sumo y eterno Sacerdote. De hecho, el ministerio episcopal sólo se comprende a partir de Cristo, la fuente del único y supremo sacerdocio, del que el obispo es partícipe. Por tanto, este «se esforzará en adoptar un estilo de vida que imite la kénosis de Cristo siervo, pobre y humilde, de manera que el ejercicio de su ministerio pastoral sea un reflejo coherente de Jesús, Siervo de Dios, y lo lleve a ser, como él, cercano a todos, desde el más grande al más pequeño» (Juan Pablo II, Pastores gregis, 11). Pero, para imitar a Cristo, es preciso dedicar un tiempo adecuado a «estar con él» y contemplarle en la intimidad orante del coloquio de corazón a corazón. El pastor está llamado ante todo a estar con frecuencia en la presencia de Dios, a ser hombre de oración y de adoración. A través de la oración, como dice la carta a los Hebreos (cf. 9, 11-14), se convierte en víctima y altar, para la salvación del mundo. La vida del obispo debe ser una oblación continua a Dios para la salvación de su Iglesia, y especialmente para la salvación de las almas que se le han encomendado.

Esta oblatividad pastoral constituye también la verdadera dignidad del obispo: le deriva de hacerse siervo de todos, hasta dar la propia vida. De hecho, el episcopado, ―como el presbiterado, nunca hay que malinterpretarlo según categorías mundanas. Es un servicio de amor. El obispo está llamado a servir a la Iglesia con el estilo del Dios hecho hombre, convirtiéndose cada vez más plenamente en siervo del Señor y en siervo de la humanidad. Sobre todo es servidor y ministro de la Palabra de Dios, la cual es también su verdadera fuerza. El deber primario del anuncio, acompañado de la celebración de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, brota de la misión recibida, como subraya la exhortación apostólica Pastores gregis: «Aunque el deber de anunciar el Evangelio es propio de toda la Iglesia y de cada uno de sus hijos, lo es por un título especial de los obispos que, en el día de la sagrada ordenación, la cual los introduce en la sucesión apostólica, asumen como compromiso principal predicar el Evangelio a los hombres y hacerlo invitándolos a creer por la fuerza del Espíritu y confirmándolos en la fe viva» (n. 26). De esta Palabra de salvación el obispo debe alimentarse abundantemente, poniéndose siempre a su escucha, como dice san Agustín: «Aunque seamos pastores, el pastor escucha con temblor no sólo lo que va dirigido a los pastores, sino también lo que va dirigido al rebaño» (Sermón 47, 2). Al mismo tiempo, la acogida y el fruto de la proclamación de la Buena Nueva están estrechamente vinculados a la calidad de la fe y de la oración. Los que están llamados al ministerio de la predicación deben creer en la fuerza de Dios que brota de los sacramentos y que los acompaña en la tarea de santificar, gobernar y anunciar; deben creer y vivir cuanto anuncian y celebran. Al respecto, resultan actuales las palabras del siervo de Dios Pablo VI: «Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación» (Evangelii nuntiandi, 76).

Sé que las comunidades que os han sido encomendadas se encuentran, por decirlo así, en las «fronteras» religiosas, antropológicas y sociales, y, en muchos casos, son presencia minoritaria. En estos contextos la misión de un obispo es particularmente ardua; pero precisamente en esas circunstancias el Evangelio puede mostrar, a través de vuestro ministerio, todo su poder salvífico. No debéis caer en el pesimismo y el desaliento, porque es el Espíritu Santo quien guía a la Iglesia y le da, con su poderoso soplo, la valentía de perseverar y de buscar nuevos métodos de evangelización, para llegar a ámbitos hasta ahora inexplorados. La verdad cristiana es atractiva y persuasiva precisamente porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana, anunciando de manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy, como lo fue al comienzo del cristianismo, cuando se llevó a cabo la primera gran expansión misionera del Evangelio.

Queridos hermanos en el episcopado, en el poder del Espíritu Santo encontraréis la sabiduría y la fuerza para hacer que vuestras Iglesias sean testigos de salvación y de paz. Él os guiará por los caminos de vuestro ministerio episcopal, que encomiendo a la intercesión materna de María santísima, reina de los Apóstoles. Por mi parte, os acompaño con la oración y con una afectuosa bendición apostólica, que os imparto a cada uno de vosotros y a todos los fieles de vuestras comunidades.

En las comunidades cristianas a veces hay persecución por la fe Os corresponde alimentar su esperanza compartir sus dificultades según la caridad de Cristo dispuestos a dar la vida.


English

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
07/08/2013 17:49


All'Ambasciatore della Repubblica Federale di Germania (13 settembre 2010)

English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
07/08/2013 17:50


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS NOMBRADOS EN LOS ÚLTIMOS DOCE MESES
QUE PARTICIPAN EN EL CURSO ANUAL ORGANIZADO
POR LA CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS

Palacio pontificio de Castelgandolfo
Lunes 13 de septiembre de 2010



Queridos hermanos en el episcopado:

Me alegra mucho encontrarme con vosotros, obispos recién nombrados, provenientes de distintos países del mundo y reunidos en Roma para el curso anual organizado por la Congregación para los obispos. Agradezco al cardenal Marc Ouellet las amables palabras que me ha dirigido, también en nombre de todos vosotros; y al inicio de su servicio como prefecto de este dicasterio quiero expresarle un deseo especial: me alegra, venerable hermano, que usted comience con esta hermosa experiencia de comunión eclesial entre los nuevos pastores de varias Iglesias particulares. También saludo cordialmente al cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales, y expreso mi agradecimiento a cuantos colaboran en la organización de este encuentro.

Según una costumbre muy significativa, ante todo habéis realizado una peregrinación a la tumba del apóstol san Pedro, el cual se conformó a Cristo Maestro y Pastor hasta la muerte y una muerte de cruz. A este propósito, son iluminadoras algunas expresiones de santo Tomás de Aquino, que pueden constituir un verdadero programa de vida para cada obispo. Comentando la expresión de Jesús en el Evangelio según san Juan: «El buen pastor da la vida por sus ovejas», santo Tomás observa: «Él les consagra su persona en el ejercicio de la autoridad y de la caridad. Son necesarias dos cosas: que ellas lo obedezcan y que él las ame. En efecto, la primera sin la segunda no es suficiente» (Exp. in Johan., 10, 3). La constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, especifica: «El obispo, enviado por el Padre de familias para gobernar su familia, debe tener ante sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que vino no a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20, 28; Mc 10, 45) y a dar su vida por sus ovejas (cf. Jn 10, 11). Al estar escogido de entre los hombres y lleno de debilidades, puede disculpar a los ignorantes y extraviados (cf. Hb 5, 1-2). No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a los que cuida como verdaderos hijos y a los que anima a colaborar con él llenos de entusiasmo. Puesto que tiene que dar cuenta a Dios de sus almas (cf. Hb 13, 17), debe preocuparse de todos ellos, incluso de los que todavía no pertenecen al único rebaño, por medio de la oración, de la predicación y de todas las obras de caridad. De hecho, Dios se los ha encomendado. Pues él mismo, como el apóstol san Pablo, se debe a todos» (n. 27).

La misión del obispo no se puede entender con la mentalidad de la eficiencia y de la eficacia, poniendo atención principalmente en lo que hay que hacer, sino que es preciso tener siempre en cuenta la dimensión ontológica, que está en la base de la funcional. En efecto, el obispo, por la autoridad de Cristo de la que está revestido, cuando se sienta en su cátedra está situado «sobre» y «frente a» la comunidad, puesto que está «para» la comunidad hacia la cual orienta su solicitud pastoral (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 29). La Regla pastoral del Papa san Gregorio Magno, que se podría considerar el primer «directorio» de la historia de la Iglesia para los obispos define el gobierno pastoral como «el arte de las artes» (I, 1. 4), y precisa que la potestad de gobierno «la administra bien quien con ella sabe alzarse contra las culpas y quien con ella sabe ser igual a los demás... y domina sus vicios antes que a sus hermanos» (II, 6).

Hacen reflexionar las palabras explicativas del rito de la entrega del anillo en la liturgia de la ordenación episcopal: «Recibe el anillo, signo de fidelidad, y en la integridad de la fe y en la pureza de la vida custodia la santa Iglesia, esposa de Cristo». La Iglesia es «esposa de Cristo» y el obispo es el «custodio» (epískopos) de este misterio. Por tanto, el anillo es un signo de fidelidad: se trata de la fidelidad a la Iglesia y a la pureza de su fe. Al obispo, pues, se le confía una alianza nupcial: la de la Iglesia con Cristo. Son significativas las palabras que leemos en el Evangelio de san Juan: «La esposa pertenece al esposo; pero el amigo del esposo, que está presente y lo escucha, exulta de gozo al oír la voz del esposo» (3, 29). El concepto de «custodiar» no significa sólo conservar lo que ya se ha establecido —aunque este elemento no debe faltar nunca—, sino que incluye, en su esencia, también el aspecto dinámico, es decir, una tendencia perpetua y concreta al perfeccionamiento, en plena armonía y continua adecuación a las exigencias nuevas derivadas del desarrollo y del progreso de ese organismo vivo que es la comunidad.

Son grandes las responsabilidades de un obispo para el bien de la diócesis, pero también de la sociedad. Está llamado a ser «fuerte y decidido, justo y sereno» (Congregación para los obispos, Directorio para el ministerio pastoral de los obispos «Apostolorum successores», n. 44), para un discernimiento sapiencial de las personas, de la realidad y de los acontecimientos, requerido por su tarea de ser «padre, hermano y amigo» (ib., nn. 76-77) en el camino cristiano y humano. El ministerio del obispo se sitúa en una profunda perspectiva de fe y no simplemente humana, administrativa o de carácter sociológico, pues no es un mero gobernante, o un burócrata, o un simple gestor y organizador de la vida diocesana. La paternidad y la fraternidad en Cristo son las que dan al superior la capacidad de crear un clima de confianza, de acogida, de afecto, y también de franqueza y de justicia. Al respecto son particularmente iluminadoras las palabras de una antigua oración de san Aelredo de Rievaulx, abad: «Tú, dulce Señor, has puesto a uno como yo a la cabeza de tu familia, de las ovejas de tu grey (...) para que se manifestara tu misericordia y se revelara tu sabiduría. Por tu benevolencia has querido gobernar bien a tu familia mediante un hombre así, a fin de que se viera la sublimidad de tu fuerza, no la del hombre, para que no se gloríe el sabio en su sabiduría, ni el justo en su justicia ni el fuerte en su fuerza: ya que cuando estos gobiernan bien a tu pueblo, eres tú quien lo gobierna, y no ellos. Y, por esto, no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria» (Speculum caritatis, PL CXCV). Queridos hermanos, confiándoos estas breves reflexiones, invoco la protección maternal de María santísima, Regina Apostolorum, e imparto de corazón a cada uno de vosotros, a vuestros sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a los seminaristas y a los fieles de vuestras diócesis, una especial bendición apostólica.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
07/08/2013 17:51


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA PONTIFICIA PABLO VI
DE LAS MAESTRAS PÍAS FILIPINAS

Patio del palacio pontificio de Castelgandolfo
Jueves 23 de septiembre de 2010



Queridos niños;
queridos maestros;
queridos padres;
queridos amigos:

Bienvenidos aquí, al palacio, a la casa del Papa. Me alegra muchísimo acogeros por fin y ver esta Escuela pontificia Pablo VI de las Hermanas Maestras Pías Filipinas, para estar con vosotros al menos un rato. Espiritualmente estamos siempre juntos, aquí, en este hermoso Castelgandolfo, pero ahora también os puedo ver y me siento muy feliz.

Queridos niños, vosotros vais a la escuela, aprendéis naturalmente, y he pensado que han pasado 77 años desde que yo comencé a ir al colegio. Estaba en un pequeño pueblo de 300 almas, un poco «detrás de la luna», se diría; sin embargo, aprendimos lo esencial. Sobre todo aprendimos a leer y escribir, y pienso que es algo grande poder escribir y leer, porque así podemos conocer el pensamiento de los demás, leer los periódicos, los libros; podemos conocer todo lo que se ha escrito hace dos mil años o incluso hace más tiempo; podemos conocer los continentes espirituales del mundo y comunicarnos; y sobre todo hay algo extraordinario: Dios ha escrito un libro, es decir, nos ha hablado a los hombres y ha encontrado a personas que han escrito el libro con la Palabra de Dios, de modo que, leyéndolo, también podemos leer lo que Dios nos dice. Y esto es muy importante: aprender en la escuela todas las cosas necesarias para la vida y aprender también a conocer a Dios, conocer a Jesús y así conocer cómo se vive bien. En la escuela encontráis a muchos amigos y es hermoso; así se forma una gran familia. Pero entre los grandes amigos, el primero que encontramos, que conocemos, debería ser Jesús, que es amigo de todos y que nos da realmente el camino de la vida.

Gracias por vuestra presencia, por vuestra alegría y os deseo lo mejor a todos.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
07/08/2013 17:54


Ai Vescovi della Conferenza Episcopale del Brasile (Regione Leste I), in Visita "ad Limina Apostolorum" (25 settembre 2010)

English

Français


----------


Alle delegazioni del Comune di Castel Gandolfo, alle Autorità civili e Militari, alle Comunità Religiose e ai Dipendenti che hanno assicurato il servizio durante il periodo estivo (27 settembre 2010)

English

Français


---------


Saluto ai Dipendenti delle Ville Pontificie di Castel Gandolfo (29 settembre 2010)

English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
08/08/2013 14:34


Concerto in onore del Santo Padre offerto dall'Eni (1° ottobre 2010)

English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
Nuova Discussione
 | 
Rispondi
Cerca nel forum

Feed | Forum | Bacheca | Album | Utenti | Cerca | Login | Registrati | Amministra
Crea forum gratis, gestisci la tua comunità! Iscriviti a FreeForumZone
FreeForumZone [v.6.1] - Leggendo la pagina si accettano regolamento e privacy
Tutti gli orari sono GMT+01:00. Adesso sono le 16:32. Versione: Stampabile | Mobile
Copyright © 2000-2024 FFZ srl - www.freeforumzone.com