2012

Ultimo Aggiornamento: 28/08/2013 13:05
Autore
Stampa | Notifica email    
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:33


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UN GRUPO DE OBISPOS DE ESTADOS UNIDOS
CON OCASIÓN DE SU VISTA «AD LIMINA APOSTOLORUM»

Sábado 5 de mayo de 2012



Queridos hermanos en el episcopado:

Os saludo a todos con afecto en el Señor y os expreso mis mejores deseos para una peregrinación ad limina Apostolorum llena de gracia. Durante nuestros encuentros he reflexionado con vosotros y con vuestros hermanos en el episcopado sobre los desafíos intelectuales y culturales de la nueva evangelización en el contexto de la sociedad estadounidense contemporánea. Hoy deseo afrontar la cuestión de la educación religiosa y de la formación en la fe de la próxima generación de católicos en vuestro país.

Ante todo, quiero expresar mi aprecio por los grandes progresos que se han logrado en los últimos años para mejorar la catequesis, revisar los textos y adecuarlos al Catecismo de la Iglesia católica. También se han realizado importantes esfuerzos para preservar el gran patrimonio de las escuelas católicas primarias y secundarias de Estados Unidos, que se han visto profundamente afectadas por los cambios demográficos y el aumento de los costes, aun asegurando que la educación que proporcionan sigue estando al alcance de todas las familias, independientemente de su situación económica. Como se ha mencionado a menudo en nuestros encuentros, estas escuelas siguen siendo un recurso fundamental para la nueva evangelización, y la significativa contribución que dan a la sociedad estadounidense en su conjunto debería ser más apreciada y sostenida con más generosidad.

En el ámbito de la educación superior, muchos de vosotros habéis señalado un creciente reconocimiento, por parte de los institutos y las universidades católicos, de la necesidad de reafirmar su identidad distintiva con fidelidad a sus ideales fundacionales y a la misión de la Iglesia al servicio del Evangelio. Pero queda aún mucho por hacer, especialmente en áreas fundamentales como la conformidad con el mandato establecido en el canon 812 para quienes enseñan disciplinas teológicas. La importancia de esta norma canónica, como expresión tangible de comunión eclesial y de solidaridad en el apostolado educativo de la Iglesia, resulta aún más evidente si tenemos en cuenta la confusión creada por casos de aparentes divergencias entre algunos representantes de las instituciones católicas y la dirección pastoral de la Iglesia: dichas divergencias perjudican el testimonio de la Iglesia y, como ha demostrado la experiencia, pueden ser fácilmente aprovechadas para comprometer su autoridad y su libertad.

No es exagerado afirmar que proporcionar a los jóvenes una sólida educación en la fe representa el desafío interno más urgente que debe afrontar la comunidad católica en vuestro país. El depósito de la fe es un tesoro inestimable que cada generación debe transmitir a la sucesiva, conquistando corazones para Jesucristo y formando las mentes en el conocimiento, en la comprensión y en el amor a su Iglesia. Es gratificante constatar cómo también en nuestros días la visión cristiana, presentada en su amplitud e integridad, se demuestra inmensamente atractiva para la imaginación, el idealismo y las aspiraciones de los jóvenes, que tienen derecho a conocer la fe en toda su belleza, su riqueza intelectual y sus exigencias radicales.

Aquí quiero simplemente proponer algunos puntos que espero sean útiles para vuestro discernimiento al afrontar este desafío.

Ante todo, como sabemos, la tarea fundamental de una educación auténtica en todos los niveles no consiste meramente en transmitir conocimientos, aunque eso sea esencial, sino también en formar los corazones. Existe la necesidad constante de conjugar el rigor intelectual al comunicar de modo eficaz, atractivo e integral la riqueza de la fe de la Iglesia con la formación de los jóvenes en el amor a Dios, en la práctica de la moral cristiana y en la vida sacramental y, además, en el cultivo de la oración personal y litúrgica.

De ahí se sigue que la cuestión de la identidad católica, también a nivel universitario, implica mucho más que la enseñanza de la religión o la mera presencia de una capellanía en el campus. Con demasiada frecuencia, al parecer, las escuelas y las universidades católicas no han logrado impulsar a los estudiantes a reapropiarse de su fe como parte de los estimulantes descubrimientos intelectuales que caracterizan la experiencia de la educación superior. El hecho de que muchos nuevos estudiantes se encuentran separados de su familia, de su escuela y de los sistemas de apoyo comunitarios que antes facilitaban la transmisión de la fe, debería impulsar constantemente a las instituciones educativas católicas a crear redes de apoyo nuevas y eficaces. En todos los aspectos de su educación, a los estudiantes se los debe alentar a articular una visión de la armonía entre fe y razón capaz de guiar una búsqueda del conocimiento y de la virtud que dure toda la vida. Como siempre, en este proceso desempeñan un papel esencial los profesores que estimulan a otros con su amor evidente a Cristo, su testimonio de sólida devoción y su compromiso por la sapientia christiana que integra la fe y la vida, la pasión intelectual y el aprecio por el esplendor de la verdad, tanto divina como humana.

De hecho, la fe, por su misma naturaleza, exige una conversión constante e integral a la plenitud de la verdad revelada en Cristo. Él es el Logos creador, en el que todas las cosas han sido creadas y en el que todas las realidades subsisten (cf. Col 1, 17); es el nuevo Adán, que revela la verdad última sobre el hombre y sobre el mundo en el que vivimos. En un tiempo, semejante al nuestro, de grandes cambios culturales y de transformaciones sociales, san Agustín indicaba esta relación intrínseca entre fe y empresa intelectual humana recurriendo a Platón, el cual afirmaba que, según él, «amar la sabiduría es amar a Dios» (De Civitate Dei, VIII, 8). El compromiso cristiano en favor del aprendizaje, que hizo nacer las universidades medievales, se fundaba en esta convicción de que el único Dios, como fuente de toda verdad y bondad, también es la fuente del deseo ardiente del intelecto de conocer y del deseo de la voluntad de realizarse en el amor.

Sólo en esta luz podemos apreciar la contribución peculiar de la educación católica, que realiza una «diakonía de la verdad» inspirada por una caridad intelectual consciente de que guiar a los demás hacia la verdad es, en el fondo, un acto de amor (cf. Discurso a los educadores católicos, Washington, 17 de abril de 2008). El hecho de que la fe reconozca la unidad esencial de todo conocimiento constituye un baluarte contra la alienación y la fragmentación que se producen cuando el uso de la razón se separa de la búsqueda de la verdad y de la virtud; en este sentido, las instituciones católicas desempeñan un papel específico para ayudar a superar la crisis actual de las universidades. Sólidamente arraigados en esta visión de la interrelación intrínseca entre fe, razón y búsqueda de la excelencia humana, todo intelectual cristiano y todas las instituciones educativas de la Iglesia deben estar convencidos, y deseosos de convencer a otros, de que ningún aspecto de la realidad permanece ajeno o no tocado por el misterio de la redención y por el dominio del Señor resucitado sobre toda la creación.

Durante mi visita pastoral a Estados Unidos hablé de la necesidad que tiene la Iglesia estadounidense de cultivar «un modo de pensar, una “cultura” intelectual que sea auténticamente católica» (Homilía en el Nationals Stadium de Washington, 17 de abril de 2008: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de abril de 2008, p. 5). Asumir esta tarea conlleva ciertamente una renovación de la apologética y un énfasis en los rasgos distintivos católicos; pero, en última instancia, debe orientarse a proclamar la verdad liberadora de Cristo y a fomentar un diálogo y una cooperación más amplios para construir una sociedad cada vez más sólidamente arraigada en un humanismo auténtico, inspirado por el Evangelio y fiel a los valores más altos de la herencia cívica y cultural estadounidense. En el momento actual de la historia de vuestra nación, este es el desafío y la oportunidad que espera a toda la comunidad católica y que las instituciones educativas de la Iglesia deberían ser las primeras en reconocer y abrazar.

Al concluir estas breves reflexiones, deseo expresar una vez más mi gratitud, y la de toda la Iglesia, por el generoso compromiso, a menudo acompañado por el sacrificio personal, demostrado por tantos profesores y administradores que trabajan en la vasta red de escuelas católicas en vuestro país. A vosotros, queridos hermanos, y a todos los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral, imparto de corazón mi bendición apostólica como prenda de sabiduría, alegría y paz en el Señor resucitado.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:34


PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
DURANTE LA AUDIENCIA A LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA
CON OCASIÓN DEL JURAMENTO DE LOS NUEVOS RECLUTAS

Sala Clementina
Lunes 7 de mayo de 2012



Señor comandante,
monseñor capellán,
queridos oficiales y miembros de la Guardia Suiza,
ilustres huéspedes,
queridos hermanos y hermanas:

Deseo dirigiros a todos vosotros un cordial saludo. En particular doy mi bienvenida a los reclutas, hoy rodeados de sus padres, familiares y amigos; así como a los representantes de las autoridades suizas, llegados para esta feliz circunstancia. Vosotros, queridos guardias, tenéis el privilegio de trabajar durante algunos años en el corazón de la cristiandad y vivir en la «Ciudad Eterna». Vuestros familiares, y cuantos han querido compartir con vosotros estos días de fiesta, han asociado su participación en la ceremonia de juramento a una peregrinación a la tumba de los Apóstoles. A todos deseo que tengáis aquí, en Roma, la singular experiencia de la universalidad de la Iglesia y que os fortalezcáis y profundicéis en la fe, sobre todo con los momentos de oración y los encuentros que caracterizan esta jornada.

Las funciones que cumple la Guardia Suiza constituyen un servicio directo al Sumo Pontífice y a la Sede Apostólica. Por ello es motivo de vivo aprecio el hecho de que haya jóvenes que elijan consagrar algunos años de su existencia en total disponibilidad al Sucesor de Pedro y a sus colaboradores. Vuestro trabajo se sitúa en el surco de una indiscutida fidelidad al Papa, que fue heroica en el «Saqueo de Roma» en 1527, cuando, el 6 de mayo, vuestros predecesores sacrificaron su vida. El peculiar servicio de la Guardia Suiza no podía entonces ni puede tampoco hoy llevarse a cabo sin aquellas características que distinguen a cada miembro del cuerpo: solidez en la fe católica, fidelidad y amor hacia la Iglesia de Jesucristo, diligencia y perseverancia en las pequeñas y grandes tareas cotidianas, valentía y humildad, altruismo y disponibilidad. De estas virtudes debe estar lleno vuestro corazón cuando prestáis el servicio de honor y de seguridad en el Vaticano.

Sed atentos los unos con los otros, para sosteneros en el trabajo cotidiano y edificaros recíprocamente, y conservad el estilo de caridad evangélica con las personas que encontréis cada día. En la Sagrada Escritura la llamada al amor del prójimo está vinculada al mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (cf. Mc 12, 29-31). Para dar amor a los hermanos es necesario sacarlo de la forja de la caridad divina, gracias a pausas prolongadas de oración, a la constante escucha de la Palabra de Dios y a una existencia totalmente centrada en el misterio de la Eucaristía.

El secreto de la eficacia de vuestro trabajo aquí, en el Vaticano, así como de cada proyecto vuestro es, por lo tanto, la continua referencia a Cristo. Este es también el testimonio de no pocos de vuestros predecesores, que se caracterizaron no sólo en el cumplimiento de su trabajo, sino también en el compromiso de vida cristiana. Algunos han sido llamados a seguir al Señor en el camino del sacerdocio o de la vida consagrada, y han respondido con prontitud y entusiasmo. Otros coronaron felizmente con el sacramento del Matrimonio su vocación conyugal. Doy gracias a Dios, fuente de todo bien, por los diversos dones y las distintas misiones que él os confía, y ruego para que también vosotros, que iniciáis vuestro servicio, respondáis plenamente a la llamada de Cristo siguiéndole con fiel generosidad.

Queridos amigos, aprovechad el tiempo que paséis aquí, en Roma, para crecer en la amistad con Cristo, amar cada vez más a su Iglesia y caminar hacia la meta de toda verdadera vida cristiana: la santidad.

Que os ayude la Virgen María, a quien honramos de modo especial en el mes de mayo, a experimentar cada día más la comunión profunda con Dios, que para nosotros, creyentes, empieza en la tierra y será completa en el cielo. De hecho estamos llamados, como recuerda san Pablo, a ser «conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios» (Ef 2, 19). Con estos sentimientos os aseguro mi constante recuerdo en la oración y de corazón os imparto a cada uno la bendición apostólica.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:35


SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
UNA DELEGACIÓN DEL CONGRESO JUDÍO LATINOAMERICANO

Sala de los Papas
Jueves 10 de mayo de 2012



Queridos amigos judíos:

Mucho me complace dar la bienvenida a esta delegación del Congreso Judío Latinoamericano. Nuestro encuentro es particularmente significativo, pues ustedes son el primer grupo que representa a organizaciones y comunidades judías en América Latina con el que me he encontrado aquí en el Vaticano. En toda Latinoamérica hay comunidades judías dinámicas, especialmente en Argentina y Brasil, que viven junto a una gran mayoría de católicos. A partir de los años del Concilio Vaticano II, las relaciones entre judíos y católicos se han fortalecido también en su región, y hay diversas iniciativas que siguen profundizando la mutua amistad.

Como ustedes saben, el próximo mes de octubre se celebra el cincuentenario del comienzo del Concilio Vaticano II, cuya Declaración Nostra Aetate sigue siendo la base y guía en nuestros esfuerzos por promover mayor comprensión, respeto y cooperación entre nuestras dos comunidades. Esta Declaración no sólo asumió una neta posición contra toda forma de antisemitismo, sino que sentó también las bases para una nueva valoración teológica de la relación de la Iglesia con el judaísmo, y manifestó su confianza en que el aprecio de la herencia espiritual compartida por judíos y cristianos llevaría a una comprensión y estima mutua cada vez mayor (n. 4)

Al considerar el progreso adquirido en los últimos cincuenta años de relaciones judeo-católicas en todo el mundo, no podemos por menos que dar gracias al Todopoderoso por este signo evidente de su bondad y providencia. Con el crecimiento de la confianza, el respeto y la buena voluntad, grupos que inicialmente se relacionaban con cierta desconfianza, se han convertido paso a paso en socios de confianza y amigos, buenos amigos incluso, capaces de hacer frente juntos a la crisis y superar los conflictos de manera positiva. Ciertamente, aún queda mucho por hacer en la superación de los lastres del pasado, en el fomento de mejores relaciones entre nuestras dos comunidades, y en la respuesta a los desafíos que afrontan cada vez más los creyentes en el mundo actual. Sin embargo, es un motivo para dar gracias el que estemos comprometidos a recorrer juntos el camino del diálogo, la reconciliación y la cooperación.

Queridos amigos, en un mundo cada vez más amenazado por la pérdida de los valores espirituales y morales, que son los que pueden garantizar el respeto de la dignidad humana y la paz duradera, un diálogo sincero y respetuoso entre religiones y culturas es crucial para el futuro de nuestra familia humana. Tengo la esperanza de que esta visita de hoy sea una fuente de aliento y confianza renovada a la hora de afrontar el reto de construir lazos cada vez más fuertes de amistad y colaboración, y de dar testimonio profético de la fuerza de la verdad de Dios, la justicia y el amor reconciliador, para el bien de toda la humanidad.

Con estos sentimientos, queridos amigos, pido al tres veces Santo que les bendiga a ustedes y a sus familias con abundantes dones espirituales, y que guíe sus pasos por el camino de la paz.

Shalom elichém.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:35


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA COMUNIDAD DEL PONTIFICIO COLEGIO ESPAÑOL DE ROMA

Sala Clementina
Jueves 10 de mayo de 2012



Señores cardenales,
Venerados hermanos en el episcopado,
Querido señor rector, superiores, religiosas,
alumnos del Pontificio Colegio Español de San José de Roma:

Es para mí un motivo de alegría recibiros en la conmemoración de los cincuenta años de la sede actual del Pontificio Colegio Español de San José, y precisamente en la memoria litúrgica de san Juan de Ávila, patrono del clero secular español, y al que próximamente declararé Doctor de la Iglesia universal. Saludo al señor cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, al que agradezco sus amables palabras, así como a los señores arzobispos miembros del Patronato, al señor rector, a los formadores, religiosas y a vosotros, queridos alumnos.

Esta efeméride marca una relevante etapa del ya dilatado itinerario de este convictorio, que comenzó a finales del siglo diecinueve, cuando el beato Manuel Domingo y Sol, fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, se lanzó a la aventura de crear un colegio en Roma, con la bendición de mi venerado predecesor, León XIII, y el interés del episcopado español.

Por vuestro colegio han pasado miles de seminaristas y sacerdotes que han servido a la Iglesia en España con amor entrañable y fidelidad a su misión. La formación específica de los sacerdotes es siempre una de las mayores prioridades de la Iglesia. Al ser enviados a Roma para profundizar en vuestros estudios sacerdotales debéis pensar sobre todo, no tanto en vuestro bien particular, cuanto en el servicio al pueblo santo de Dios, que necesita pastores que se entreguen al hermoso servicio de la santificación de los fieles con alta preparación y competencia.

Pero recordad que el sacerdote renueva su vida y saca fuerzas para su ministerio de la contemplación de la divina Palabra y del diálogo intenso con el Señor. Es consciente de que no podrá llevar a Cristo a sus hermanos ni encontrarlo en los pobres y en los enfermos, si no lo descubre antes en la oración ferviente y constante. Es necesario fomentar el trato personal con Aquel al que después se anuncia, celebra y comunica. Aquí está el fundamento de la espiritualidad sacerdotal, hasta llegar a ser signo transparente y testimonio vivo del Buen Pastor. El itinerario de la formación sacerdotal es, también, una escuela de comunión misionera: con el Sucesor de Pedro, con el propio obispo, en el propio presbiterio, y siempre al servicio de la Iglesia particular y universal.

Queridos sacerdotes, que la vida y doctrina del Santo Maestro Juan de Ávila iluminen y sostengan vuestra estancia en el Pontificio Colegio Español de San José. Su profundo conocimiento de la Sagrada Escritura, de los santos padres, de los concilios, de las fuentes litúrgicas y de la sana teología, junto con su amor fiel y filial a la Iglesia, hizo de él un auténtico renovador, en una época difícil de la historia de la Iglesia. Precisamente por ello, fue «un espíritu clarividente y ardiente, que a la denuncia de los males, a la sugerencia de remedios canónicos, ha añadido una escuela de intensa espiritualidad» (Pablo VI, Homilía durante la canonización de san Juan de Ávila, 31 mayo 1970).

La enseñanza central del Apóstol de Andalucía es el misterio de Cristo, Sacerdote y Buen Pastor, vivido en sintonía con los sentimientos del Señor, a imitación de san Pablo (cf. Flp 2,5). «En este espejo sacerdotal se ha de mirar el sacerdote para conformarse en los deseos y oración con Él» (Tratado sobre el sacerdocio,10). El sacerdocio requiere esencialmente su ayuda y amistad: «Esta comunicación del Señor con el sacerdote… es trato de amigos», dice el Santo (ibíd., 9).

Animados por las virtudes y el ejemplo de san Juan de Ávila, os invito, pues, a ejercer vuestro ministerio presbiteral con el mismo celo apostólico que lo caracterizaba, con su misma austeridad de vida, así como con el mismo afecto filial que tenía a la santísima Virgen María, Madre de los sacerdotes.

Bajo la entrañable advocación de «Mater clementissima», han sido innumerables los alumnos que han confiado a ella su vocación, sus estudios, sus afanes y proyectos más nobles, como también sus tristezas y preocupaciones. No dejéis de invocarla cada día, ni os canséis de repetir su nombre con devoción. Escuchad a san Juan de Ávila, cuando exhortaba a los sacerdotes a imitarla: «Mirémonos, padres, de pies a cabeza, alma y cuerpo, y nos veremos hechos semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trujo a Dios a su vientre... Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración» (Plática 1ª a los sacerdotes). La Madre de Cristo es modelo de aquel amor que lleva a dar la vida por el Reino de Dios, sin esperar nada a cambio.

Que, bajo el amparo de Nuestra Señora, la comunidad del Pontificio Colegio Español de Roma pueda seguir cumpliendo sus objetivos de profundización y actualización de los estudios eclesiásticos, en el clima de honda comunión presbiteral y alto rigor científico que lo distingue, con vistas a realizar, ya desde ahora, la íntima fraternidad pedida por el concilio Vaticano II «en virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión» (Lumen gentium, 28). Así se formarán pastores que, como reflejo de la vida de Dios Amor, uno y trino, sirvan a sus hermanos con rectitud de intención y total dedicación, promoviendo la unidad de la Iglesia y el bien de toda la sociedad humana.

Con estos sentimientos, os imparto una especial Bendición Apostólica, que complacido hago extensiva a vuestros familiares, comunidades de origen y a cuantos colaboran en vuestro itinerario formativo durante vuestra estancia en Roma. Muchas gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:36


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS DIRECTORES NACIONALES
DE LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS

Sala Clementina
Viernes 11 de mayo de 2012



Señor cardenal,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:

Os dirijo a todos mi cordial saludo, comenzando por el señor cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos, a quien agradezco sus amables palabras y las informaciones sobre la actividad de las Obras misionales pontificias. Extiendo mi saludo y mi agradecimiento al secretario monseñor Savio Hon Tai-Fai; al secretario adjunto monseñor Pergiuseppe Vacchelli, presidente de las Obras misionales pontificias; a los directores nacionales y a todos los colaboradores, así como a quienes prestan su generoso servicio en el dicasterio. Mi pensamiento, como el vuestro, se dirige en este momento al padre Massimo Cenci, subsecretario, que acaba de fallecer improvisamente. Que el Señor lo recompense por todo el trabajo que realizó en misión y al servicio de la Santa Sede.

El encuentro de hoy se realiza en el contexto de la Asamblea anual del Consejo superior de las Obras misionales pontificias, al que está confiada la cooperación misionera de todas las Iglesias del mundo.

La evangelización, que siempre tiene un carácter de urgencia, en estos tiempos impulsa a la Iglesia a obrar con un paso aún más ágil por las sendas del mundo, para llevar a todos los hombres a conocer a Cristo. De hecho, solamente en la verdad, que es Cristo mismo, la humanidad puede descubrir el sentido de la existencia, encontrar la salvación y crecer en la justicia y en la paz. Todos los hombres y todos los pueblos tienen derecho a recibir el Evangelio de la verdad. En esta perspectiva asume un significado particular vuestro compromiso de celebrar el Año de la fe, ya cercano, para reforzar el empeño de difusión del reino de Dios y del conocimiento de la fe cristiana. Esto exige de parte de quienes ya encontraron a Jesucristo «una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (Carta ap. Porta fidei, 6). En efecto, las comunidades cristianas «necesitan escuchar de nuevo la voz del Esposo que las invita a la conversión, las impulsa a intentar cosas nuevas y las llama a comprometerse en la gran obra de la nueva evangelización». (Juan Pablo II, Ex. ap. postsin. Ecclesia in Europa, 23). Jesús, el Verbo encarnado, siempre es el centro del anuncio, el punto de referencia para el seguimiento y para la metodología misma de la misión evangelizadora, porque él es el rostro humano de Dios que quiere encontrarse con cada hombre y cada mujer para hacerlos entrar en comunión con él, en su amor. Recorrer las sendas del mundo para proclamar el Evangelio a todos los pueblos de la tierra y guiarlos al encuentro con el Señor (cf. Cart. ap. Porta fidei, 7), exige, por tanto, que el anunciador tenga una relación personal y cotidiana con Cristo, que lo conozca y lo ame profundamente.

La misión hoy necesita renovar la confianza en la acción de Dios; necesita una oración más intensa para que venga su reino, para que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Es necesario invocar luz y fuerza del Espíritu Santo, y comprometerse con decisión y generosidad para inaugurar, en cierto sentido, «una nueva época de anuncio del Evangelio (...) no sólo porque, después de dos mil años, gran parte de la familia humana aún no reconoce a Cristo, sino también porque la situación en que la Iglesia y el mundo se encuentran (...) plantea particulares desafíos a la fe religiosa» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Asia, 29). Por eso, me alegra alentar el proyecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos y de las Obras misionales pontificas, en apoyo al Año de la fe. Ese proyecto prevé una campaña mundial que, a través de la oración del santo rosario, acompañe la obra de evangelización en el mundo y, para muchos bautizados, el redescubrimiento y la profundización de la fe.

Queridos amigos, sabéis bien que el anuncio del Evangelio conlleva no pocas veces dificultades y sufrimiento; de hecho, el crecimiento del reino de Dios en el mundo con frecuencia se realiza al precio de la sangre de sus servidores. En esta fase de cambios económicos, culturales y políticos, donde a menudo el ser humano se siente solo, presa de la angustia y la desesperación, los mensajeros del Evangelio, aunque sean anunciadores de esperanza y de paz, siguen siendo perseguidos como su Maestro y Señor. Pero, a pesar de los problemas y la trágica realidad de la persecución, la Iglesia no se desalienta, permanece fiel al mandato de su Señor, consciente de que «como siempre en la historia cristiana, los mártires, es decir, los testigos, son numerosos e indispensables para el camino del Evangelio» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 45). El mensaje de Cristo, hoy como ayer, no puede acomodarse a la lógica de este mundo, porque es profecía y liberación, es semilla de una humanidad nueva que crece, y solamente al final de los tiempos tendrá su plena realización.

A vosotros se os ha confiado de manera especial la tarea de sostener a los ministros del Evangelio, ayudándoles a «conservar la alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 80). Vuestro peculiar compromiso consiste también en mantener viva la vocación misionera de todos los discípulos de Cristo, de manera que cada uno, según el carisma recibido del Espíritu Santo, pueda tomar parte en la misión universal que el Resucitado confió a su Iglesia. Vuestra obra de animación y formación misionera forma parte del alma de la solicitud pastoral, porque la missio ad gentes constituye el paradigma de toda la acción apostólica de la Iglesia. Sed cada vez más expresión visible y concreta de la comunión de personas y de medios entre las Iglesias, que, como vasos comunicantes, viven la misma vocación y tensión misionera, y en cada rincón de la tierra trabajan para sembrar el Verbo de Verdad en todos los pueblos y las culturas. Estoy seguro de que seguiréis esforzándoos para que las Iglesias locales asuman, cada vez más generosamente, su parte de responsabilidad en la misión universal de la Iglesia.

Que la Virgen santísima, Reina de las misiones, os acompañe en este servicio y sostenga cada uno de vuestros esfuerzos para promover la conciencia y la colaboración misionera. Con este deseo, que tengo siempre presente en mi oración, os manifiesto mi agradecimiento a vosotros y a todos los que cooperan en la causa de la evangelización, y de corazón imparto a cada uno la bendición apostólica.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:37


PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DEL CONCIERTO OFRECIDO EN SU HONOR
POR EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ITALIANA

Aula Pablo VI
Viernes 11 de mayo de 2012



Señor presidente de la República,
señores cardenales,
honorables ministros y autoridades,
venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado,
amables señores y señoras:

Un afectuoso y deferente saludo al presidente de la República italiana, honorable Giorgio Napolitano, y a su amable esposa, al cual uno mi sincero agradecimiento por sus cordiales palabras, por el regalo de un violín y de una valiosa partitura, y por este concierto de música sacra de dos grandes autores italianos. Son signos que manifiestan, una vez más, el vínculo entre el Sucesor de Pedro y esta querida nación. Un saludo al presidente del Consejo, senador Mario Monti, y a todas las autoridades. Un sincero agradecimiento a la orquesta y al coro del Teatro de la Ópera de Roma, a las dos sopranos y, sobre todo, al maestro Riccardo Muti por la intensa interpretación y ejecución. Es conocida la sensibilidad del maestro Muti por la música sacra, así como su compromiso para que se conozca más este rico repertorio que expresa con música la fe de la Iglesia. También por este motivo me alegra concederle una condecoración pontificia. Expreso mi gratitud al ayuntamiento de Cremona, al Centro de musicología Walter Stauffer y a la Fundación Antonio Stradivari-La Triennale por haber puesto a disposición de las primeras partes de la orquesta algunos antiguos y valiosos instrumentos de sus propias colecciones.

Antonio Vivaldi es un gran exponente de la tradición musical veneciana. ¿Quién no conoce al menos sus Cuatro Estaciones? Pero sigue siendo aún poco conocida su producción sacra, que ocupa un lugar significativo en su obra y es de gran valor, sobre todo porque expresa su fe. El Magníficat que hemos escuchado es el canto de alabanza de María y de todos los humildes de corazón, que reconocen y celebran con alegría y gratitud la acción de Dios en su vida y en la historia; de Dios, que tiene un «estilo» distinto del hombre, porque siempre toma partido por los últimos, para darles esperanza. Y la música de Vivaldi expresa la alabanza, el júbilo, la acción de gracias y también la admiración ante la obra de Dios, con una extraordinaria riqueza de sentimientos: desde el solemne coral al inicio, en el que toda la Iglesia alaba al Señor, pasando por el brioso «Et exultavit», hasta el bellísimo momento coral del «Et misericordia», en el que se detiene con audaces armonías, ricas en modulaciones improvisas, para invitarnos a meditar en la misericordia de Dios, que es fiel y se extiende de generación en generación.

Con las dos piezas sacras de Giuseppe Verdi, que hemos escuchado, el registro cambia: nos hallamos ante el dolor de María al pie de la cruz: Stabat Mater dolorosa. El gran operista italiano, como había indagado y expresado el drama de numerosos personajes en sus obras, aquí esboza el de la Virgen, que contempla a su Hijo en la cruz. La música se hace esencial, casi se «aferra» a las palabras para expresar del modo más intenso posible su contenido, en una gran gama de sentimientos. Basta pensar en el doloroso sentido de «piedad» con el que comienza la Secuencia, en el dramático «Pro peccatis suae gentis», en el susurrado «dum emisit spiritum» y en las invocaciones corales llenas de emoción, pero también de serenidad, dirigidas a María, «fons amoris», a fin de que podamos participar en su dolor materno y nuestro corazón arda de amor a Cristo, hasta llegar a la estrofa final, súplica intensa y fuerte a Dios para que al alma se le otorgue la gloria del paraíso, aspiración última de la humanidad.

También el Te Deum es una sucesión de contrastes, pero la atención de Verdi por el texto sacro es minuciosa y hace una lectura diversa de la tradición. No ve tanto el canto de las victorias o de las coronaciones, sino —como escribe— una sucesión de situaciones: el júbilo inicial, «Te Deum», «Sanctus»; la contemplación del Cristo encarnado, que libera y abre el reino de los cielos; la invocación al «Judex venturus» para que tenga misericordia; y, al final, el grito repetido por la soprano y el coro «In te, Domine speravi», con que se concluye el pasaje, casi una súplica del mismo Verdi para tener esperanza y luz en el último tramo de la vida (cf. Giuseppe Verdi, Carta a Giovanni Tebaldini, 1 de marzo de 1896). Esta tarde hemos escuchado las dos últimas piezas escritas por el compositor, no destinadas a la publicación, sino escritas sólo para sí mismo; más aún, habría querido que lo enterraran con la partitura del Te Deum.

Queridos amigos, deseo que esta noche repitamos a Dios, con fe: En ti, Señor, pongo con alegría mi esperanza; haz que te ame como tu santa Madre, para que a mi alma, al final del camino, se le otorgue la gloria del paraíso. Renuevo mi agradecimiento al señor presidente de la República italiana, a las solistas, a los conjuntos del Teatro de la Ópera de Roma, al maestro Muti, a los organizadores y a todos los presentes. Que el Señor os bendiga a vosotros y a vuestros seres queridos. Gracias de corazón.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:38


VISITA PASTORAL A AREZZO, LA VERNA Y SANSEPOLCRO
(13 DE MAYO DE 2012)

SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
DESDE LA VENTANA DE LA CURIA DIOCESANA DE AREZZO

Domingo 13 de mayo de 2012

Gracias de corazón por esta hermosísima presentación de vuestra gran cultura renacentista, que me ha tocado el corazón. Quien es capaz de hacer presente de un modo tan perfecto la cultura del pasado también es capaz de abrir cultura para el futuro, porque conoce al hombre, ama al hombre, que tiene su grandísima dignidad de ser no sólo hombre, sino imagen de Dios. Y esta dignidad del hombre nos obliga, pero también nos consuela y nos estimula: si somos realmente imagen de Dios, también somos capaces de salir adelante y de superar los problemas del presente y de abrir caminos al nuevo futuro. Gracias de corazón por todo esto. El Señor os bendiga.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:39


VISITA PASTORAL A AREZZO, LA VERNA Y SANSEPOLCRO
(13 DE MAYO DE 2012)

VISITA AL SANTUARIO DE LA VERNA

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Domingo13 de mayo de 2012



La etapa prevista en La Verna, que el Papa pensaba visitar el domingo 13 de mayo por la tarde, se anuló a causa del mal tiempo. Sin embargo, publicamos el discurso que había preparado el Pontífice para la ocasión.



Queridos frailes menores,
queridas hijas de la santa madre Clara,
queridos hermanos y hermanas: ¡Que el Señor os dé paz!

¡Contemplar la cruz de Cristo! Hemos subido como peregrinos al Sasso Spicco de La Verna donde «dos años antes de su muerte» (Celano, Vida primera, III, 94: FF, 484) san Francisco recibió en su cuerpo los estigmas de la gloriosa pasión de Cristo. Su camino de discípulo lo había llevado a una unión tan profunda con el Señor que compartía incluso sus señales exteriores del acto supremo de amor de la cruz. Un camino iniciado en San Damián ante Cristo crucificado contemplado con la mente y con el corazón. La continua meditación de la cruz, en este lugar santo, ha sido camino de santificación para numerosos cristianos que, a lo largo de ocho siglos, se han arrodillado aquí para orar, en el silencio y en el recogimiento.

La cruz gloriosa de Cristo resume el sufrimiento del mundo, pero es sobre todo señal tangible del amor, medida de la bondad de Dios hacia el hombre. En este lugar también nosotros estamos llamados a recuperar la dimensión sobrenatural de la vida, a levantar los ojos de lo que es contingente, para volver a abandonarnos totalmente al Señor, con corazón libre y en perfecta alegría, contemplando al Crucificado para que nos hiera con su amor.

«Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición» (Cántico del hermano sol: FF, 263). Sólo dejándose iluminar por la luz del amor de Dios, el hombre y la naturaleza entera pueden ser rescatados; sólo así la belleza puede finalmente reflejar el esplendor del rostro de Cristo, como la luna refleja el sol. Brotando de la cruz gloriosa, la Sangre de Cristo crucificado vuelve a vivificar los huesos secos del Adán que está en nosotros, para que cada uno vuelva a encontrar la alegría de encaminarse hacia la santidad, de subir hacia las alturas, hacia Dios. Desde este lugar bendito, me uno a la oración de todos los franciscanos y las franciscanas de la tierra: «Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos aquí y en todas las iglesias que hay en el mundo, porque con tu santa cruz redimiste al mundo».

¡Arrebatados por el amor de Cristo! No se sube a La Verna sin dejarse guiar por la oración de san Francisco del absorbeat, que reza: «Te suplico, Señor, que la fuerza abrasadora y meliflua de tu amor absorba de tal modo mi mente que la separe de todas las cosas que hay debajo del cielo, para que yo muera por amor de tu amor, ya que por amor de mi amor tú te dignaste morir» (Oración «absorbeat», 1: FF, 277). La contemplación de Cristo crucificado es obra de la mente, pero no logra elevarse hacia lo alto sin el apoyo, sin la fuerza del amor. En este mismo lugar, fray Buenaventura de Bagnoregio, insigne hijo de san Francisco, proyectó su Itinerarium mentis in Deum indicándonos el camino que es preciso recorrer para elevarnos a las cimas donde podemos encontrar a Dios. Este gran Doctor de la Iglesia nos comunica su misma experiencia, invitándonos a la oración. Ante todo, es necesario dirigir la mente a la Pasión del Señor, porque el sacrificio de la cruz es el que borra nuestro pecado, una falta que sólo puede ser colmada por el amor de Dios: «Exhorto al lector —escribe—, ante todo al gemido de la oración a Cristo crucificado, cuya sangre lava las manchas de nuestras culpas» (Itinerarium mentis in Deum, Prol. 4). Pero, para tener eficacia, nuestra oración necesita las lágrimas, es decir, la participación interior, nuestro amor que responda al amor de Dios. Además, es necesaria la admiratio, que san Buenaventura ve en los humildes del Evangelio, capaces de asombro ante la obra salvífica de Cristo. Y precisamente la humildad es la puerta de todas las virtudes. De hecho, no es posible alcanzar a Dios con el orgullo intelectual de la búsqueda encerrada en sí misma, sino con la humildad, según una célebre expresión de san Buenaventura: «[el hombre] no crea que le baste la lectura sin la unción, la especulación sin la devoción, la búsqueda sin la admiración, la consideración sin el júbilo, la diligencia sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia divina, el espejo sin la sabiduría divinamente inspirada» (ib.).

La contemplación de Cristo crucificado tiene una eficacia extraordinaria, porque nos hace pasar del orden de las cosas pensadas a la experiencia vivida; de la salvación esperada, a la patria feliz. San Buenaventura afirma: «Aquel que lo mira atentamente [a Cristo crucificado]... realiza con él la Pascua, es decir, el paso» (ib., VII, 2). Este es el corazón de la experiencia de La Verna, de la experiencia que hizo aquí el Poverello de Asís. En este Sacro Monte, san Francisco vive en sí mismo la profunda unidad entre sequela, imitatio y conformatio Christi. Y así nos dice también a nosotros que no basta declararse cristianos para ser cristianos, y tampoco tratar de realizar obras buenas. Hace falta configurarse con Jesús, con un lento, progresivo esfuerzo de transformación del propio ser, a imagen del Señor, para que, por gracia divina, todo miembro de su Cuerpo, que es la Iglesia, muestre la necesaria semejanza con la Cabeza, Cristo Señor. Y también en este camino se parte —como nos enseñan los maestros medievales siguiendo al gran Agustín— del conocimiento de sí mismos, de la humildad de mirar con sinceridad a lo más íntimo de sí mismos.

¡Llevar el amor de Cristo! ¡Cuántos peregrinos han subido y suben a este Sacro Monte a contemplar el Amor de Dios crucificado y dejarse arrebatar por él! ¡Cuántos peregrinos han subido buscando a Dios, que es la verdadera razón por la que la Iglesia existe: hacer de puente entre Dios y el hombre! Y aquí os encuentran también a vosotros, hijos e hijas de san Francisco. Recordad siempre que la vida consagrada tiene la misión específica de testimoniar, con la palabra y con el ejemplo de una vida según los consejos evangélicos, la fascinante historia de amor entre Dios y la humanidad, que atraviesa la historia.

El medievo franciscano dejó una huella indeleble en vuestra Iglesia de Arezzo. Los repetidos pasos del Poverello de Asís y sus estancias en vuestro territorio son un tesoro precioso. Único y fundamental fue el episodio de La Verna, por la singularidad de los estigmas impresos en el cuerpo del seráfico padre Francisco, pero también la historia colectiva de sus frailes y de vuestra gente, que redescubre aún, en el Sasso Spicco, la centralidad de Cristo en la vida del creyente. Montauto de Anghiari, Las Celdas de Cortona y el Eremitorio de Montecasale, y el de Cerbaiolo, pero también otros lugares menores del franciscanismo toscano, siguen marcando la identidad de las comunidades de Arezzo, Cortona y Sansepolcro.

Muchas luces han iluminado estas tierras, como santa Margarita de Cortona, figura poco conocida de penitente franciscana, capaz de revivir en sí misma con extraordinaria vivacidad el carisma del Poverello de Asís, uniendo la contemplación de Cristo crucificado con la caridad hacia los últimos. El amor a Dios y al prójimo sigue animando la valiosa obra de los franciscanos en vuestra comunidad eclesial. La profesión de los consejos evangélicos es un camino real para vivir la caridad de Cristo. En este lugar bendito, pido al Señor que siga enviando obreros a su viña y sobre todo a los jóvenes dirijo la apremiante invitación, para que quien sea llamado por Dios responda con generosidad y tenga la valentía de entregarse en la vida consagrada y en el sacerdocio ministerial.

Me he hecho peregrino en La Verna, como Sucesor de Pedro, y quisiera que cada uno de nosotros volviera a escuchar la pregunta de Jesús a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?... Apacienta mis corderos» (Jn 21, 15). El amor a Cristo está en la base de la vida del Pastor, así como de la del consagrado; un amor que no tiene miedo al compromiso y al esfuerzo. Llevad este amor al hombre de nuestro tiempo, a menudo cerrado en su propio individualismo; sed signo de la inmensa misericordia de Dios. La piedad sacerdotal enseña a los sacerdotes a vivir lo que se celebra, a partir la propia vida para aquellos con quienes nos encontramos: compartiendo el dolor, prestando atención a los problemas, acompañando el camino de fe.

Gracias al ministro general José Carballo por sus palabras, a toda la Familia franciscana y a todos vosotros. Perseverad, como vuestro santo padre, en la imitación de Cristo, para que quien se encuentre con vosotros se encuentre con san Francisco y, encontrándose con san Francisco, se encuentre con el Señor.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:40


VISITA PASTORAL A AREZZO, LA VERNA Y SANSEPOLCRO
(13 DE MAYO DE 2012)

ENCUENTRO CON LA POBLACIÓN

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Plaza Torre di Berta, Sansepolcro
Domingo 13 de mayo de 2012

[Vídeo]



Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra encontrarme en Sansepolcro y unirme a vuestra acción de gracias a Dios por el milenario de fundación de la ciudad, por los prodigios de gracia y todos los beneficios que, en diez siglos, la Providencia ha otorgado. En esta histórica plaza, repitamos las palabras del Salmo responsorial de hoy: «Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas… Aclama al Señor tierra entera; gritad, vitoread, tocad» (Sal 97).

Queridos amigos de Sansepolcro, os saludo a todos con afecto, comenzando por el arzobispo monseñor Riccardo Fontana; con él saludo a los sacerdotes, a las personas consagradas y a los fieles laicos que se dedican activamente al apostolado. Un deferente saludo dirijo a las autoridades civiles y militares, en particular a la alcaldesa, doctora Daniela Frullani, a la que agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido.

Hace mil años, los santos peregrinos Arcano y Egidio, ante las grandes transformaciones de la época, se pusieron a buscar la verdad y el sentido de la vida, dirigiéndose a Tierra Santa. Al volver, trajeron consigo no sólo las piedras que recogieron en el monte Sión, sino también la especial idea que habían elaborado en la tierra de Jesús: construir en el alto valle del Tíber la civitas hominis a imagen de Jerusalén, que en su mismo nombre evoca la justicia y la paz. Un proyecto que recuerda la gran visión de la historia de san Agustín en la obra «La ciudad de Dios». Cuando los godos de Alarico entraron en Roma y el mundo pagano acusó al Dios de los cristianos de no haber salvado la ciudad caput mundi, el santo obispo de Hipona aclaró lo que debemos esperar de Dios, la justa relación entre esfera política y esfera religiosa. Él ve en la historia la presencia de dos amores: «amor a sí», que lleva a la indiferencia respecto de Dios, y «amor a Dios», que lleva a la plena libertad para los demás y a construir una ciudad del hombre regida por la justicia y por la paz (cf. La ciudad de Dios, XIV, 28).

Ciertamente, esta visión no fue extraña a los fundadores de Sansepolcro. Ellos idearon un modelo de ciudad articulado y lleno de esperanza para el futuro, en el que los discípulos de Cristo estaban llamados a ser el motor de la sociedad en la promoción de la paz, a través de la práctica de la justicia. Su valiente desafío se convirtió en realidad, con la perseverancia de un camino que, primero gracias al apoyo del carisma benedictino, y después de los monjes camaldulenses, ha proseguido durante generaciones. Fue necesario un fuerte compromiso para fundar una comunidad monástica y luego, en torno a la iglesia abacial, vuestra ciudad. No fue sólo un proyecto que marca el plan urbanístico del «Borgo» de Sansepolcro, porque la misma colocación de la catedral tiene un fuerte valor simbólico: es el punto de referencia a partir del cual cada uno puede orientarse en el camino, y sobre todo en la vida; constituye una fuerte llamada a mirar hacia las alturas, a elevarse de la cotidianidad para dirigir los ojos al cielo, en una continua tensión hacia los valores espirituales y hacia la comunión con Dios, que no aliena de lo cotidiano, sino que lo orienta y lo hace vivir de un modo aún más intenso. Esta perspectiva es válida también hoy para recuperar el gusto de la búsqueda de la «verdad», para percibir la vida como un camino que acerca a la «verdad» y a la «justicia».

Queridos amigos, el ideal de vuestros fundadores ha llegado hasta nuestros días y constituye no sólo el eje de la identidad de Sansepolcro y de la Iglesia diocesana, sino también un desafío a conservar y promover el pensamiento cristiano, que está en el origen de esta ciudad. El milenario es la ocasión para hacer una reflexión que es, al mismo tiempo, camino interior por las sendas de la fe y esfuerzo por redescubrir las raíces cristianas, a fin de que los valores evangélicos sigan fecundando las conciencias y la historia diaria de la población. Hoy es especialmente necesario que el servicio de la Iglesia al mundo se exprese con fieles laicos iluminados, capaces de actuar dentro de la ciudad del hombre, con la voluntad de servir más allá del interés privado, más allá de las visiones parciales. El bien común cuenta más que el bien del individuo, y toca también a los cristianos contribuir al nacimiento de una nueva ética pública. Nos lo recuerda la espléndida figura del nuevo beato Giuseppe Toniolo. A la desconfianza hacia el compromiso en el ámbito político y social, los cristianos, especialmente los jóvenes, están llamados a contraponer el compromiso y el amor a la responsabilidad, animados por la caridad evangélica, que pide no encerrarse en sí mismos, sino de interesarse por los demás. A los jóvenes dirijo la invitación a saber pensar en grande: ¡tened la valentía de osar! Estad dispuestos a dar un nuevo sabor a toda la sociedad civil, con la sal de la honradez y del altruismo desinteresado. Es necesario recuperar sólidas motivaciones para servir al bien de los ciudadanos.

El desafío que afronta este antiguo «Borgo» es armonizar el redescubrimiento de su propia identidad milenaria con la acogida y la incorporación de culturas y sensibilidades diversas. San Pablo nos enseña que la Iglesia, pero también toda la sociedad, son como el cuerpo humano, donde cada parte es diferente de las demás, pero todas concurren al bien del organismo (cf. 1 Co 12, 12-26). Demos gracias a Dios porque vuestra comunidad diocesana ha madurado en los siglos una ardiente apertura misionera, como lo atestigua el hermanamiento con el Patriarcado latino de Jerusalén. Me ha complacido saber que ese hermanamiento ha producido frutos de colaboración y obras de caridad en favor de los hermanos más necesitados en Tierra Santa. Los antiguos vínculos indujeron a vuestros antepasados a construir aquí una copia en piedra del Santo Sepulcro de Jerusalén, para hacer sólida la identidad de los habitantes y para mantener viva la devoción y la oración hacia la ciudad santa. Este vínculo continúa y hace que vosotros percibáis todo lo que atañe a Tierra Santa como realidad que os implica; como, por lo demás, en Jerusalén, vuestro nombre y la presencia de peregrinos de la diócesis, hacen activas las relaciones fraternas. Al respecto, estoy seguro de que os abriréis a nuevas perspectivas de solidaridad, imprimiendo un renovado impulso apostólico al servicio del Evangelio. Y este será uno de los resultados más significativos de las celebraciones jubilares de vuestra ciudad.

Quiero hacer también una alusión a la catedral, donde he contemplado la belleza del «Santo Rostro». Esta basílica es el lugar de la alabanza de toda la ciudad a Dios, la sede de la recuperada armonía entre los momentos de culto y de la vida cívica, el punto de referencia para la pacificación de los ánimos. Y como vuestros padres supieron construir el espléndido templo de piedra, para que fuera signo y llamada a la comunión de vida, a vosotros corresponde hacer visible y creíble el significado del edificio sacro, viviendo en paz en la comunidad eclesial y civil. En pleno Renacimiento, los habitantes de Sansepolcro pidieron al pintor Durante Alberti que representara a Belén en la iglesia madre, para que nadie olvidara que Dios está con nosotros en la pobreza del pesebre. Recordando el pasado y atentos al presente, pero también proyectados hacia el futuro, los cristianos de la diócesis de Arezzo-Cortona-Sansepolcro sabéis que el progreso espiritual de vuestras comunidades eclesiales e incluso la promoción del bien común de las comunidades civiles exigen el compromiso con vistas a una inserción cada vez más vital de vuestras parroquias y asociaciones en el territorio. Que el camino recorrido y la fe que os anima os infundan valor e impulso para continuar. Mirando vuestro rico patrimonio espiritual, sed una Iglesia viva al servicio del Evangelio. Una Iglesia hospitalaria y generosa, que con su testimonio haga presente el amor de Dios a todo ser humano, especialmente a los que sufren y a los necesitados.

Que la Virgen santísima, venerada de modo especial en este mes de mayo, vele por cada uno de vosotros y sostenga los esfuerzos por un futuro mejor. ¡Oh María, Reina de la paz, escucha nuestra oración: haznos testigos de tu Hijo Jesús y artífices incansables de justicia y de paz! Amén. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:41


PROYECCIÓN DE LA PELÍCULA «MARÍA DE NAZARET»

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Sala Clementina
Miércoles 16 de mayo de 2012



Queridos amigos:

Gracias a todos vosotros por este momento que invita a reflexionar a través de las imágenes y los diálogos del filme «María de Nazaret». En especial, gracias a la rai con su directora general, señora Lorenza Lei, y los demás representantes, así como a «Lux Vide», con la familia Bernabei y el equipo de producción.

Expreso mi cordial gratitud al director del Bayerischer Rundfunk, profesor Gerhard Fuchs, al productor Martin Choroba, a la Tellux-Film-Gesellschaft de Múnich, así como a todos los que han colaborado, a los actores presentes y al grupo de los camarógrafos, por esta presentación en el palacio apostólico.

Gracias también a los representantes de Telecinco de España.

No es fácil delinear la figura de una madre, porque contiene una riqueza de vida difícil de describir; y eso resulta aún más arduo si se trata de María de Nazaret, una mujer que es Madre de Jesús, del Hijo de Dios hecho hombre.

Habéis centrado el filme en tres figuras femeninas, cuyas vidas se entrecruzan, pero que hacen opciones profundamente diferentes. Herodías permanece cerrada en sí misma, en su mundo; no logra elevar la mirada para leer los signos de Dios y no sale del mal. María Magdalena tiene una vida más compleja: sufre la fascinación de una vida fácil, basada en las cosas, y usa varios medios para alcanzar sus objetivos, hasta el momento dramático en el que es juzgada, es puesta ante su vida, y aquí el encuentro con Jesús le abre el corazón, le cambia la existencia. Pero el centro es María de Nazaret. En ella se encuentra la riqueza de una vida que fue un «Heme aquí» a Dios: es una madre que albergaba el deseo de tener siempre consigo a su Hijo, pero sabe que es de Dios; tiene una fe y un amor tan grandes que acepta que parta y cumpla su misión; es un repetir «Heme aquí» a Dios desde la Anunciación hasta la cruz.

Tres experiencias, un paradigma de cómo se puede enfocar la propia vida: sobre el egoísmo, sobre la cerrazón en sí mismos y en las cosas materiales, dejándose guiar por el mal; o sobre el sentido de la presencia de un Dios que vino y permanece en medio de nosotros, y que nos espera con bondad si nos equivocamos y nos pide que lo sigamos, que nos fiemos de él.

María de Nazaret es la mujer del «Heme aquí» pleno y total a la voluntad divina, y en este «sí», repetido también ante el dolor de la pérdida del Hijo, encuentra la felicidad plena y profunda. ¡Gracias a todos por esta grata velada!

La «mujer del “Heme aquí” pleno y total a la voluntad divina»: la figura de la Virgen fue descrita con estas palabras por Benedicto XVI en su alocución al final de la proyección de la película «María de Nazaret». El lugar, la sala Clementina del palacio apostólico, que por una tarde, el miércoles 16 de mayo, se transformó en sala cinematográfica con pantalla grande, butacas, un centenar de espectadores y el Papa como invitado de honor. La cinta es una co-producción de Raifiction, Lux Vide, BetaFilm, Tellux, Bayerischer Rundfunk y Telecinco Cinema; la dirección, de Giacomo Campiotti. Las imágenes de María y de su vida —desde la infancia a la anunciación de la Encarnación, el nacimiento de Jesús, la presentación en el templo, el comienzo de la predicación del reino de Dios, la pasión, muerte y resurrección del Hijo— ocuparon 75 minutos de proyección, una versión reducida respecto a las dos partes que el 1 y 2 de abril emitió la televisión pública italiana Rai Uno. Al final de la película, Benedicto XVI pronunció el saludo que publicamos junto a estas líneas. Entre los espectadores se contaron el cardenal Re; el arzobispo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado; el obispo Sciacca, secretario general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano; y monseñor Wells, asesor de la Secretaría de Estado. El Papa estuvo acompañado por el arzobispo Harvey, prefecto de la Casa pontificia; y los monseñores Gänswein, secretario particular, y Xuereb, de la secretaría particular. Entre las personalidades, Ettore, Matilde y Paolo Bernabei, respectivamente presidente honorario, presidente y director de Lux Vide; los actores Alissa Jung, Andreas Pietschmann y Luca Marinelli, intérpretes de los papeles de María, Jesús y José; el director Campiotti; y Lorenza Lei, directora general de la Rai.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:42


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UN GRUPO DE OBISPOS DE RITO ORIENTAL DE ESTADOS UNIDOS
(REGIONES XVI Y XV) EN VISITA «AD LIMINA»

Viernes 18 de mayo de 2012



Queridos hermanos en el episcopado:

Os saludo a todos con afecto fraterno en el Señor. Nuestro encuentro de hoy concluye la serie de visitas quinquenales ad limina Apostolorum de los obispos de Estados Unidos. Como sabéis, en los últimos seis meses he querido reflexionar con vosotros y con vuestros hermanos en el episcopado sobre algunos desafíos espirituales y culturales urgentes que debe afrontar la Iglesia en vuestro país, mientras lleva a cabo la tarea de la nueva evangelización.

Me alegra en especial que en este encuentro conclusivo participen los obispos de las diversas Iglesias orientales presentes en Estados Unidos, pues vosotros y vuestros fieles encarnáis de modo único la riqueza étnica, cultural y espiritual de la comunidad católica estadounidense, pasada y presente. Históricamente, la Iglesia en Estados Unidos ha luchado por reconocer e incorporar esta diversidad, y lo ha logrado, no sin dificultades, forjando una comunión en Cristo y en la fe apostólica que refleja la catolicidad, signo indefectible de la Iglesia. En esta comunión, que tiene su fuente y su modelo en el misterio del Dios uno y trino (cf. Lumen gentium, 4), la unidad y la diversidad se reconcilian y valorizan constantemente, como signo y sacramento de la vocación y del destino último de toda la familia humana.

Durante nuestros encuentros, vosotros y vuestros hermanos en el episcopado habéis hablado con insistencia de la importancia de preservar, fomentar y promover este don de la unidad católica como condición fundamental para el cumplimiento de la misión de la Iglesia en vuestro país. En este discurso conclusivo quiero tocar sólo dos puntos específicos, que se han abordado repetidamente en nuestras conversaciones y que, como vosotros, considero fundamentales para el ejercicio de vuestro ministerio de guiar el rebaño de Cristo a través de las dificultades y las oportunidades del momento presente.

Ante todo quiero comenzar elogiando vuestros incansables esfuerzos, siguiendo las mejores tradiciones de la Iglesia en Estados Unidos, para responder al fenómeno constante de la inmigración en vuestro país. La comunidad católica en Estados Unidos sigue acogiendo con gran generosidad oleadas de nuevos inmigrantes, proporcionándoles asistencia pastoral y ayuda caritativa, y sosteniendo modos de regularizar su situación, especialmente por lo que se refiere a la reunificación de las familias. Un signo particular de eso es el compromiso constante de los obispos estadounidenses en favor de la reforma de las leyes relativas a la inmigración. Se trata, evidentemente, de una cuestión difícil y compleja desde el punto de vista civil y político, así como social y económico, pero sobre todo desde el punto de vista humano. Por eso preocupa profundamente a la Iglesia, pues implica la necesidad de asegurar un trato justo a los inmigrantes y defender su dignidad humana.

También hoy la Iglesia en Estados Unidos está llamada a abrazar, incorporar y cultivar el rico patrimonio de fe y de cultura presente en los numerosos grupos de inmigrantes en el país, no sólo entre los que pertenecen a vuestros ritos, sino también en el número cada vez mayor de católicos hispanos, asiáticos y africanos. La exigente tarea pastoral de promover una comunión de culturas en vuestras Iglesias locales se debe considerar de especial importancia en el ejercicio de vuestro ministerio al servicio de la unidad (cf. Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, n. 63). Esta diaconía de comunión implica algo más que respetar meramente la diversidad lingüística, promover sólidas tradiciones y proporcionar los programas y servicios sociales tan necesarios. Exige también un compromiso constante en la predicación, en la catequesis y en la actividad pastoral orientada a infundir en todos los fieles un sentido más profundo de su comunión en la fe apostólica y su responsabilidad en la misión de la Iglesia en Estados Unidos. Tampoco se puede subestimar la importancia de este desafío: la inmensa promesa y las energías vivas de una nueva generación de católicos esperan ser utilizadas para la renovación de la vida de la Iglesia y la reconstrucción del tejido de la sociedad estadounidense.

Este esfuerzo por promover la unidad católica no sólo es necesario para afrontar los desafíos positivos de la nueva evangelización, sino también para contrarrestar las fuerzas de disgregación en el seno de la Iglesia, que representan cada vez más un gran obstáculo para su misión en Estados Unidos. Aprecio los esfuerzos que se realizan para alentar a los fieles, tanto individualmente como en las múltiples asociaciones eclesiales, a actuar juntos, hablando con una sola voz al afrontar los problemas urgentes del momento presente. Aquí quiero repetir el apremiante llamamiento que dirigí a los católicos estadounidenses durante mi visita pastoral: «Sólo podemos avanzar si fijamos juntos nuestra mirada en Cristo» y de este modo emprendemos «la verdadera renovación espiritual que quería el Concilio, la única renovación que puede reforzar la Iglesia en la santidad y en la unidad indispensable para la proclamación eficaz del Evangelio en el mundo de hoy» (Homilía en la catedral de San Patricio, Nueva York, 19 de abril de 2008: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de abril de 2008, p. 16).

En nuestras conversaciones muchos habéis hablado de vuestra preocupación de construir relaciones cada vez más fuertes de amistad, cooperación y confianza con vuestros sacerdotes. También ahora os exhorto a permanecer particularmente cercanos a los hombres y mujeres que en vuestras Iglesias locales están comprometidos a seguir a Cristo de un modo cada vez más perfecto, abrazando generosamente los consejos evangélicos. Deseo reafirmar mi profunda gratitud por el ejemplo de fidelidad y abnegación que dan muchas mujeres consagradas en vuestro país, y unirme a ellas en la oración para que este momento de discernimiento dé abundantes frutos espirituales para reavivar a sus comunidades y reforzarlas en la fidelidad a Cristo y a la Iglesia, así como a sus carismas fundacionales. La urgente necesidad que existe en la actualidad de un testimonio creíble y atractivo de la fuerza redentora y transformadora del Evangelio hace que sea fundamental para recuperar el sentido de la sublime dignidad y belleza de la vida consagrada, orar por las vocaciones religiosas y promoverlas activamente, reforzando a la vez los canales de comunicación y cooperación existentes, especialmente a través de la obra del vicario o del delegado para los religiosos en cada diócesis.

Queridos hermanos en el episcopado, es mi deseo que el Año de la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre, en el quincuagésimo aniversario de la convocatoria del concilio Vaticano II, despierte en toda la comunidad católica en Estados Unidos el deseo de reapropiarse con alegría y gratitud del inestimable tesoro de nuestra fe. Con el progresivo debilitamiento de los valores cristianos tradicionales y la amenaza de un tiempo en el que nuestra fidelidad al Evangelio nos puede costar cara, no sólo es preciso comprender, articular y defender la verdad de Cristo, sino también proponerla con alegría y confianza como clave de la realización humana auténtica y del bienestar de toda la sociedad.

Ahora, al concluir estos encuentros, me uno de buen grado a vosotros en la acción de gracias a Dios todopoderoso por los signos de nueva vitalidad y esperanza con los que ha bendecido a la Iglesia en Estados Unidos. Al mismo tiempo, le pido que os fortalezca a vosotros y a vuestros hermanos en el episcopado en la delicada misión de guiar a la comunidad católica en vuestro país por los caminos de la unidad, la verdad y la caridad, mientras afronta los desafíos del futuro. Con palabras de la antigua oración, pidamos al Señor que oriente nuestro corazón y el de nuestros fieles, para que el rebaño no desfallezca nunca en la obediencia a sus pastores, y para que los pastores no desfallezcan nunca en la solicitud por el rebaño (cf. Sacramentarium Veronense, «Missa de natale Episcoporum»). Con gran afecto os encomiendo a vosotros, a vuestros sacerdotes, religiosos y fieles laicos encomendados a vuestra solicitud pastoral, a la amorosa intercesión de María Inmaculada, patrona de Estados Unidos, y os imparto de corazón mi bendición apostólica, como prenda de alegría y de paz en el Señor.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:43


MOVIMIENTO ECLESIAL DE COMPROMISO CULTURAL,
FEDERACIÓN DE ORGANISMOS CRISTIANOS
DE SERVICIO INTERNACIONAL VOLUNTARIO
MOVIMIENTO CRISTIANO DE TRABAJADORES

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Aula Pablo VI
Sábado 19 de mayo de 2012



Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra acogeros esta mañana en este encuentro que reúne al Movimiento eclesial de compromiso cultural, a la Federación de organismos cristianos de servicio internacional voluntario y al Movimiento cristiano de trabajadores. Saludo con afecto a los hermanos en el episcopado que os apoyan y os guían, a los dirigentes y responsables, a los consiliarios y a todos los socios y simpatizantes. Este año vuestras asociaciones festejan los aniversarios de fundación: ochenta años el Movimiento eclesial de compromiso cultural; cuarenta años la Federación de organismos cristianos de servicio internacional voluntario y el Movimiento cristiano de trabajadores. Estas tres realidades son deudoras de la sabia obra del siervo de Dios Pablo VI, quien, en calidad de consiliario nacional, sostuvo los primeros pasos del Movimiento de licenciados de la Acción católica en 1932, y, como Pontífice, el reconocimiento de la Federación de los organismos cristianos de voluntariado y el nacimiento del Movimiento cristiano de trabajadores, en 1972. A mi venerado predecesor se dirige nuestro recuerdo y nuestra gratitud por el impulso que dio a estas importantes asociaciones eclesiales.

Los aniversarios son ocasiones propicias para pensar nuevamente en el propio carisma con gratitud y también con mirada crítica, atenta a los orígenes históricos y a los nuevos signos de los tiempos. Cultura, voluntariado y trabajo constituyen un trinomio indisoluble del compromiso diario del laicado católico, que quiere hacer incisiva su pertenencia a Cristo y a la Iglesia, tanto en el ámbito privado como en la esfera pública de la sociedad. El fiel laico se pone propiamente en acción cuando entra en uno o más de estos ámbitos y, en el servicio cultural, en la acción solidaria con las personas necesitadas y en el trabajo, se esfuerza por promover la dignidad humana. Estos tres ámbitos están unidos por un común denominador: el don de sí. En efecto, el compromiso cultural, sobre todo el escolar y el universitario, orientado a la formación de las futuras generaciones, no se limita a la transmisión de nociones técnicas y teóricas, sino que implica el don de sí con la palabra y con el ejemplo. El voluntariado, recurso insustituible de la sociedad, conlleva no tanto dar cosas cuanto darse a sí mismo en la ayuda concreta a los más necesitados. Por último, el trabajo no es sólo instrumento de ganancia individual, sino también ocasión para expresar las propias capacidades dedicándose, con espíritu de servicio, a la actividad profesional, ya sea obrera, agrícola, científica o de otro tipo.

Pero para vosotros todo esto tiene una connotación particular, la cristiana: vuestra acción debe estar animada por la caridad; esto significa aprender a ver con los ojos de Cristo y dar al otro algo más que las cosas necesarias exteriormente, darle la mirada, el gesto de amor que necesita. Esto nace del amor que proviene de Dios, quien nos ha amado primero, nace del encuentro íntimo con él (cf. Deus caritas est, 18). San Pablo, en su discurso de despedida de los ancianos de Éfeso, recuerda una verdad expresada por Jesús: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Queridos amigos, es la lógica del don, una lógica a menudo subestimada, que vosotros valoráis y testimoniáis: dar el propio tiempo, las propias habilidades y competencias, la propia instrucción, la propia profesionalidad; en una palabra, prestar atención al otro, sin esperar nada a cambio en este mundo; y os agradezco este gran testimonio. Al obrar así, no sólo se hace bien al otro, sino que también se descubre la felicidad profunda, según la lógica de Cristo, que se entregó totalmente a sí mismo.

La familia es el primer lugar en el que se experimenta el amor gratuito; y cuando esto no sucede, la familia se desnaturaliza, entra en crisis. Todo lo que se vive en la familia, la entrega sin reservas por el bien del otro, es un momento educativo fundamental para aprender a vivir como cristianos también la relación con la cultura, el voluntariado y el trabajo. En la encíclica Caritas in veritate quise extender el modelo familiar de la lógica de la gratuidad y de la entrega a una dimensión universal. La justicia sola de hecho no es suficiente. Para que haya verdadera justicia es necesario algo «más» que sólo la gratuidad y la solidaridad pueden dar: «La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos; por tanto, no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia» (n. 38). La gratuidad no se compra en el mercado y no se puede prescribir por ley. Sin embargo, tanto la economía como la política necesitan la gratuidad, personas abiertas al don recíproco (cf. ib, 39).

El encuentro de hoy pone de relieve dos elementos: la afirmación por vuestra parte de la necesidad de seguir recorriendo el camino del Evangelio, con fidelidad a la doctrina social de la Iglesia y con lealtad a los pastores; y mi aliento, el aliento del Papa, que os invita a proseguir con constancia vuestro compromiso en favor de los hermanos. De este compromiso también forma parte la tarea de evidenciar las injusticias y testimoniar los valores en los que se funda la dignidad de la persona, promoviendo las formas de solidaridad que favorecen el bien común. El Movimiento eclesial de compromiso cultural, a la luz de su historia, está llamado a un renovado servicio en el mundo de la cultura, caracterizado por desafíos urgentes y complejos, para la difusión del humanismo cristiano: la razón y la fe son aliadas en el camino hacia la Verdad. La Federación de organismos cristianos de servicio internacional voluntario debe continuar confiando sobre todo en la fuerza de la caridad que viene de Dios, prosiguiendo su lucha contra toda forma de pobreza y de exclusión, en favor de las poblaciones menos favorecidas. El Movimiento cristiano de trabajadores ha de llevar luz y esperanza cristiana al mundo del trabajo, para lograr también una justicia social cada vez mayor. Además, ha de mirar siempre al mundo juvenil, que hoy más que nunca busca sendas de compromiso que sepan conjugar idealidad y concreción.

Queridos amigos, deseo a cada uno que prosiga con alegría su compromiso personal y asociativo, testimoniando el Evangelio del don y de la gratuidad. Invoco para vosotros la intercesión maternal de la Virgen María y os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo a todos los socios y a los familiares. Gracias por vuestro compromiso y por vuestra presencia.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:44


PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DEL ALMUERZO CON EL COLEGIO CARDENALICIO

Sala Ducal
Lunes 21 de mayo de 2012



Eminencia,
queridos hermanos:

En este momento mi palabra sólo puede ser una palabra de agradecimiento. Agradecimiento ante todo al Señor por los muchos años que me ha concedido; años con muchos días de alegría, espléndidos tiempos, pero también con noches oscuras. Pero retrospectivamente se comprende que igualmente las noches eran necesarias y buenas, motivo de agradecimiento.

Hoy la palabra Ecclesia militans está algo pasada de moda; pero en realidad podemos entender cada vez mejor que es verdadera, contiene verdad. Vemos cómo el mal quiere dominar en el mundo y es necesario entrar en lucha contra el mal. Vemos cómo lo hace de tantos modos, cruentos, con las distintas formas de violencia, pero también disfrazado de bien y precisamente así destruyendo los fundamentos morales de la sociedad.

San Agustín dijo que toda la historia es una lucha entre dos amores: amor a uno mismo hasta el desprecio de Dios; amor a Dios hasta el desprecio de uno mismo, en el martirio. Nosotros estamos en esta lucha y es muy importante tener amigos. Y en mi caso estoy rodeado de los amigos del Colegio cardenalicio: son mis amigos y me siento en casa, me siento seguro en esta compañía de grandes amigos, que están conmigo, y todos juntos con el Señor.

Gracias por esta amistad. Gracias a usted, eminencia, por todo lo que ha hecho por este momento, hoy, y por todo lo que hace siempre. Gracias a vosotros por la comunión de las alegrías y de los dolores. Sigamos adelante; el Señor dijo: «¡Ánimo, yo he vencido al mundo!». Estamos en el equipo del Señor, por tanto, en el equipo victorioso. Gracias a todos vosotros. Que el Señor os bendiga a todos. Y brindemos.


English

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:45


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA ASAMBLEA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA

Aula del Sínodo
Jueves 24 de mayo de 2012



Venerados y queridos hermanos:

Vuestra reunión anual en asamblea es un momento de gracia, en el que vivís una profunda experiencia de confrontación, de comunión y de discernimiento por el camino común, animado por el Espíritu del Señor resucitado; es un momento de gracia que manifiesta la naturaleza de la Iglesia. Agradezco al cardenal Angelo Bagnasco las cordiales palabras que me ha dirigido, haciéndose intérprete de vuestros sentimientos: a usted, eminencia, le expreso mi felicitación por la confirmación en la guía de la Conferencia episcopal italiana. Que el afecto colegial que os anima alimente cada vez más vuestra colaboración al servicio de la comunión eclesial y del bien común de la nación italiana, en diálogo fructuoso con sus instituciones civiles. En este nuevo quinquenio proseguid juntos la renovación eclesial que nos ha encomendado el concilio ecuménico Vaticano II. Que el 50° aniversario de su inicio, que celebraremos en otoño, sea motivo para profundizar en los textos, condición de una recepción dinámica y fiel. «Lo que principalmente atañe al Concilio ecuménico es esto: que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz», afirmaba el beato Papa Juan XXIII en el discurso de apertura. Y vale la pena meditar y leer estas palabras. El Papa comprometía a los padres a profundizar y a presentar esa doctrina perenne en continuidad con la tradición milenaria de la Iglesia: «Transmitir la doctrina pura e íntegra sin atenuaciones o alteraciones», sino de un manera nueva, «como exige nuestro tiempo» (Discurso en la apertura solemne del concilio ecuménico Vaticano II, 11 de octubre de 1962). Con esta clave de lectura y de aplicación —no en la perspectiva de una inaceptable hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura, sino de una hermenéutica de la continuidad y de la reforma— escuchar el Concilio y hacer nuestras sus indicaciones autorizadas, constituye el camino para descubrir las modalidades con que la Iglesia puede dar una respuesta significativa a las grandes transformaciones sociales y culturales de nuestro tiempo, que también tienen consecuencias visibles sobre la dimensión religiosa.

De hecho, la racionalidad científica y la cultura técnica no sólo tienden a uniformar el mundo, sino que a menudo traspasan sus respectivos ámbitos específicos, con la pretensión de delinear el perímetro de las certezas de razón únicamente con el criterio empírico de sus propias conquistas. De este modo el poder de las capacidades humanas termina por ser considerado la medida del obrar, desvinculado de toda norma moral. Precisamente en ese contexto surge, a veces de manera confusa, una singular y creciente demanda de espiritualidad y de lo sobrenatural, signo de una inquietud que anida en el corazón del hombre que no se abre al horizonte trascendente de Dios. Esta situación de laicismo caracteriza sobre todo a las sociedades de antigua tradición cristiana y erosiona el tejido cultural que, hasta un pasado reciente, era una referencia aglutinante, capaz de abrazar toda la existencia humana y de marcar sus momentos más significativos, desde el nacimiento hasta su paso a la vida eterna. El patrimonio espiritual y moral en que Occidente hunde sus raíces y que constituye su savia vital, hoy ya no se comprende en su valor profundo, hasta el punto de que no se capta su exigencia de verdad. De este modo incluso una tierra fecunda corre el riesgo de convertirse en desierto inhóspito y la buena semilla de ser sofocada, pisoteada y perdida.

Un signo de ello es la disminución de la práctica religiosa, visible en la participación en la liturgia eucarística y, más aún, en el sacramento de la Penitencia. Muchos bautizados han perdido su identidad y pertenencia: no conocen los contenidos esenciales de la fe o piensan que la pueden cultivar prescindiendo de la mediación eclesial. Y mientras muchos miran dudosos a las verdades que enseña la Iglesia, otros reducen el reino de Dios a algunos grandes valores, que ciertamente tienen que ver con el Evangelio, pero que no conciernen todavía al núcleo central de la fe cristiana. El reino de Dios es don que nos trasciende. Como afirmaba el beato Juan Pablo II, «el reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa sujeto a libre elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible» (Redemptoris missio, 18). Por desgracia, es precisamente Dios quien queda excluido del horizonte de muchas personas; y cuando no encuentra indiferencia, cerrazón o rechazo, el discurso sobre Dios queda en cualquier caso relegado al ámbito subjetivo, reducido a un hecho íntimo y privado, marginado de la conciencia pública. Pasa por este abandono, por esta falta de apertura al Trascendente, el corazón de la crisis que hiere a Europa, que es crisis espiritual y moral: el hombre pretende tener una identidad plena solamente en sí mismo.

En este contexto, ¿cómo podemos corresponder a la responsabilidad que el Señor nos ha confiado? ¿Cómo podemos sembrar con confianza la Palabra de Dios, para que cada uno pueda encontrar la verdad de sí mismo, su propia autenticidad y esperanza? Somos conscientes de que no bastan nuevos métodos de anuncio evangélico o de acción pastoral de manera que la propuesta cristiana pueda encontrar mayor acogida y adhesión. En la preparación del Vaticano II, el interrogante principal y al que la Asamblea conciliar pretendía dar respuesta era: «Iglesia, ¿qué dices de ti misma?». Profundizando en esta pregunta, los padres conciliares, por así decirlo, fueron reconducidos al corazón de la respuesta: se trataba de recomenzar desde Dios, celebrado, profesado y testimoniado. En efecto, exteriormente por casualidad, pero fundamentalmente no por casualidad, la primera Constitución aprobada fue la de la Sagrada Liturgia: el culto divino orienta al hombre hacia la Ciudad futura y restituye a Dios su primado, modela a la Iglesia, incesantemente convocada por la Palabra, y muestra al mundo la fecundidad del encuentro con Dios. Nosotros, por nuestra parte, mientras debemos cultivar una mirada de gratitud por el crecimiento del grano de trigo incluso en un terreno que se presenta a menudo árido, advertimos que nuestra situación requiere un renovado impulso, que apunte a aquello que es esencial de la fe y de la vida cristiana. En un tiempo en el que Dios se ha vuelto para muchos el gran desconocido y Jesús solamente un gran personaje del pasado, no habrá relanzamiento de la acción misionera sin la renovación de la calidad de nuestra fe y de nuestra oración; no seremos capaces de dar respuestas adecuadas sin una nueva acogida del don de la Gracia; no sabremos conquistar a los hombres para el Evangelio a no ser que nosotros mismos seamos los primeros en volver a una profunda experiencia de Dios.

Queridos hermanos, nuestra primera, verdadera y única tarea sigue siendo la de comprometer la vida por lo que vale y perdura, por lo que es realmente fiable, necesario y último. Los hombres viven de Dios, de aquel a quien buscan, a menudo inconscientemente o sólo a tientas, para dar pleno significado a la existencia: nosotros tenemos la misión de anunciarlo, de mostrarlo, de guiar al encuentro con él. Sin embargo, siempre es importante recordar que la primera condición para hablar de Dios es hablar con Dios, convertirnos cada vez más en hombres de Dios, alimentados por una intensa vida de oración y modelados por su Gracia. San Agustín, después de un camino de búsqueda, ansiosa pero sincera, de la Verdad llegó finalmente a encontrarla en Dios. Entonces se dio cuenta de un aspecto singular que llenó de estupor y de alegría su corazón: entendió que a lo largo de todo su camino era la Verdad quien lo estaba buscando y quien lo había encontrado. Quiero decir a cada uno: dejémonos encontrar y aferrar por Dios, para ayudar a cada persona que encontramos a ser alcanzada por la Verdad. De la relación con él nace nuestra comunión y se genera la comunidad eclesial, que abraza todos los tiempos y todos los lugares para constituir el único pueblo de Dios.

Por esto he querido convocar un Año de la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre, para redescubrir y volver a acoger este don valioso que es la fe, para conocer de manera más profunda las verdades que son la savia de nuestra vida, para conducir al hombre de hoy, a menudo distraído, a un renovado encuentro con Jesucristo «camino, vida y verdad».

En medio de cambios que afectaban a amplios sectores de la humanidad, el siervo de Dios Pablo VI indicó claramente que la Iglesia tiene la tarea de «alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 8 de diciembre de 1975, n. 19: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de diciembre de 1975, p. 5). Quiero recordar aquí cómo, el beato Juan Pablo II, con ocasión de la primera visita como Pontífice a su tierra natal, visitó el barrio industrial de Cracovia concebido como una especie de «ciudad sin Dios». Sólo la obstinación de los obreros había llevado a erigir allí primero una cruz, después una iglesia. En aquellos signos el Papa reconoció el inicio de la que él, por primera vez, definió «nueva evangelización», explicando que «la evangelización del nuevo milenio debe fundarse en la doctrina del concilio Vaticano II. Debe ser, como enseña el mismo Concilio, tarea común de los obispos, de los sacerdotes, de los religiosos y de los seglares, obra de los padres y de los jóvenes». Y concluyó: «Habéis construido la iglesia; edificad vuestra vida según el Evangelio» (Homilía en el santuario de la Santa Cruz, Mogila, 9 de junio de 1979, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de junio de 1979, p. 8).

Queridos hermanos en el episcopado, la misión antigua y nueva que nos corresponde realizar consiste en introducir a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo en la relación con Dios, ayudarles a abrir la mente y el corazón a aquel Dios que los busca y quiere hacerse cercano a ellos, guiarlos a que comprendan que cumplir su voluntad no es un límite a la libertad, sino que es ser verdaderamente libres, realizar el verdadero bien de la vida. Dios es el garante, no el competidor, de nuestra felicidad, y donde entra el Evangelio —y por tanto la amistad de Cristo— el hombre experimenta que es objeto de un amor que purifica, calienta y renueva, y lo hace capaz de amar y de servir al hombre con amor divino.

Como pone de relieve oportunamente el tema principal de vuestra asamblea, la nueva evangelización necesita adultos que sean «maduros en la fe y testigos de humanidad». La atención prestada al mundo de los adultos manifiesta vuestra consciencia del papel decisivo de cuantos están llamados, en los diversos ámbitos de la vida, a asumir una responsabilidad educativa respecto de las nuevas generaciones. Velad y esforzaos para que la comunidad cristiana sepa formar personas adultas en la fe porque han encontrado a Jesucristo, que ha llegado a ser la referencia fundamental de su vida; personas que lo conocen porque lo aman, y lo aman porque lo han conocido; personas capaces de ofrecer razones sólidas y creíbles de vida. En este camino formativo es particularmente importante —a los veinte años de su publicación— el Catecismo de la Iglesia católica, valiosa ayuda para un conocimiento orgánico y completo de los contenidos de la fe y para guiar al encuentro con Cristo. Que también gracias a este instrumento el asentimiento de fe se convierta en criterio de inteligencia y de acción que implique toda la existencia.

Dado que nos encontramos en la novena de Pentecostés, quiero concluir estas reflexiones con una oración al Espíritu Santo:

Espíritu de Vida, que en un principio aleteabas en el abismo,
ayuda a la humanidad de nuestro tiempo a comprender que la exclusión de Dios la lleva a perderse en el desierto del mundo, y que sólo donde entra la fe florecen la dignidad y la libertad, y toda la sociedad se construye en la justicia.

Espíritu de Pentecostés, que haces de la Iglesia un solo Cuerpo,
llévanos a los bautizados a una auténtica experiencia de comunión;
haznos signo vivo de la presencia del Resucitado en el mundo, comunidad de santos que vive en el servicio de la caridad.

Espíritu Santo, que habilitas a la misión,
concédenos reconocer que, también en nuestro tiempo, muchas personas están en busca de la verdad sobre su existencia y sobre el mundo.

Haznos colaboradores de su alegría con el anuncio del Evangelio de Jesucristo, grano del trigo de Dios, que hace bueno el terreno de la vida y asegura la abundancia de la cosecha.

Amén.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:46


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PARTICIPANTES EN LA REUNIÓN
DE RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU

Plaza de San Pedro
Sábado 26 de mayo de 2012



Queridos hermanos y hermanas:

Con gran alegría os acojo con ocasión del cuadragésimo aniversario del nacimiento de la Renovación en el Espíritu Santo en Italia, expresión del movimiento de renovación carismática más amplio que recorrió la Iglesia católica tras el concilio ecuménico Vaticano II. Os saludo a todos con afecto, comenzando por el presidente nacional, a quien agradezco las amables palabras, llenas de Espíritu, que me ha dirigido en nombre de todos vosotros. Saludo al consejero espiritual, a los miembros del comité y del consejo, a los responsables y a los animadores de los grupos y de las comunidades esparcidas por Italia. En esta peregrinación vuestra, que os ofrece la oportunidad de orar ante la tumba de san Pedro, podéis fortalecer vuestra fe, crecer en el testimonio cristiano y afrontar sin temor, guiados por el Espíritu Santo, las exigentes tareas de la nueva evangelización.

Me alegra encontrarme con vosotros en la víspera de Pentecostés, fiesta fundamental para la Iglesia y tan significativa para vuestro movimiento, y os exhorto a acoger el amor de Dios que se comunica a nosotros mediante el don del Espíritu Santo, principio unificador de la Iglesia. En estas décadas —cuarenta años— os habéis esforzado por dar vuestra aportación específica a la extensión del reino de Dios y a la edificación de la comunidad cristiana, alimentando la comunión con el Sucesor de Pedro, con los pastores y con toda la Iglesia. De varias maneras habéis afirmado la primacía de Dios, a quien se dirige siempre y sumamente nuestra adoración. Y habéis procurado proponer esta experiencia a las nuevas generaciones, mostrando la alegría de la vida nueva en el Espíritu a través de una amplia obra de formación y múltiples actividades vinculadas a la nueva evangelización y a la missio ad gentes. Vuestra obra apostólica ha contribuido así al crecimiento de la vida espiritual en el tejido eclesial y social italiano mediante caminos de conversión que han llevado a muchas personas a sanarse en profundidad por el amor de Dios, y a muchas familias a superar momentos de crisis. En vuestros grupos no han faltado jóvenes que generosamente han respondido a la vocación de especial consagración a Dios en el sacerdocio o en la vida consagrada. Por todo ello os doy gracias a vosotros y al Señor.

Queridos amigos, seguid testimoniando la alegría de la fe en Cristo, la belleza de ser discípulos de Jesús, el poder del amor que su Evangelio difunde en la historia, así como la incomparable gracia que cada creyente puede experimentar en la Iglesia con la práctica santificante de los sacramentos y el ejercicio humilde y desinteresado de los carismas, que, como dice san Pablo, se han de utilizar siempre para el bien común. No cedáis a la tentación de la mediocridad y de la rutina. Cultivad en el alma deseos elevados y generosos. Haced vuestros los pensamientos, los sentimientos y las acciones de Jesús. Sí, el Señor llama a cada uno de vosotros a ser colaborador infatigable de su proyecto de salvación que cambia los corazones; os necesita también a vosotros para hacer de vuestras familias, de vuestras comunidades y de vuestras ciudades lugares de amor y de esperanza.

En la sociedad actual vivimos una situación en ciertos aspectos precaria, caracterizada por la inseguridad y la fragmentación de las opciones. A menudo faltan puntos de referencia válidos en los que inspirar la propia existencia. Por lo tanto, se hace cada vez más importante construir el edificio de la vida y el conjunto de las relaciones sociales sobre la roca firme de la Palabra de Dios, dejándose guiar por el Magisterio de la Iglesia. Se comprende cada vez más el valor determinante de la afirmación de Jesús, que dice: «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca» (Mt 7, 24-25).

El Señor está con nosotros, actúa con la fuerza de su Espíritu. Nos invita a crecer en la confianza y en el abandono a su voluntad, en la fidelidad a nuestra vocación y en el compromiso de ser adultos en la fe, en la esperanza y en la caridad. Adulto, según el Evangelio, no es quien no está sometido a nadie y no necesita de nadie. Adulto, o sea, maduro y responsable, puede ser sólo quien se hace pequeño, humilde y siervo ante Dios, y quien no sigue simplemente los vientos del tiempo. Por ello, es necesario formar las conciencias a la luz de la Palabra de Dios, y dar así firmeza y madurez verdadera; Palabra de Dios de la que obtiene sentido e impulso todo proyecto eclesial y humano, también en lo relativo a la edificación de la ciudad terrena (cf. Sal 127, 1). Es necesario renovar el alma de las instituciones y fecundar la historia con semillas de vida nueva.

Actualmente los creyentes están llamados a un testimonio de fe convencido, sincero y creíble, íntimamente unido al compromiso de la caridad. A través de la caridad, de hecho, incluso personas lejanas o indiferentes al mensaje del Evangelio logran acercarse a la verdad y convertirse al amor misericordioso del Padre celestial. Al respecto expreso satisfacción por cuanto hacéis por difundir una «cultura de Pentecostés» en los ambientes sociales, proponiendo una animación espiritual con iniciativas a favor de quienes sufren situaciones de malestar y marginación. Pienso en particular en vuestra obra a favor del renacimiento espiritual y material de los detenidos y de los ex detenidos; pienso en el «Polo de excelencia de la promoción humana y de la solidaridad Mario y Luigi Sturzo» en Caltagirone; así como en el «Centro internacional para la familia» en Nazaret, cuya primera piedra tuve la alegría de bendecir. Proseguid en vuestro compromiso por la familia, lugar imprescindible de educación en el amor y en el sacrificio de uno mismo.

Queridos amigos de la Renovación en el Espíritu Santo, no os canséis de dirigiros al cielo: el mundo tiene necesidad de oración. Hacen falta hombres y mujeres que sientan la atracción del cielo en su vida, que hagan de la alabanza al Señor un estilo de vida nueva. Y sed cristianos alegres. Os encomiendo a todos a María santísima, presente en el Cenáculo en el acontecimiento de Pentecostés. Perseverad con ella en la oración, caminad guiados por la luz del Espíritu Santo viviendo y proclamando el anuncio de Cristo. Que os acompañe la bendición apostólica que con afecto os imparto, extendiéndola a todos los miembros y a vuestros familiares. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
23/08/2013 14:47


Conclusione del mese mariano (Grotta di Lourdes nei Giardini Vaticani, 31 maggio 2012) (Video)

English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:39


VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN
Y VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
(1-3 DE JUNIO DE 2012)

ENCUENTRO CON LA POBLACIÓN

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Plaza del Duomo, Milán
Viernes 1 de junio de 2012

[Vídeo]



Señor alcalde,
distinguidas autoridades,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas de la archidiócesis de Milán:

Os saludo cordialmente a todos, que habéis venido en gran número, así como a cuantos siguen este acontecimiento a través de la radio y la televisión. ¡Gracias por vuestra calurosa acogida! Agradezco al señor alcalde las amables palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de la comunidad cívica. Saludo con deferencia al representante del Gobierno, al presidente de la Región, al presidente de la Provincia, así como a los demás representantes de las instituciones civiles y militares, y expreso mi aprecio por la colaboración brindada para los diversos momentos de esta visita. Y también le agradezco a usted, eminencia, su cordial saludo.

Me alegra estar hoy entre vosotros y doy las gracias a Dios, que me ofrece la oportunidad de visitar vuestra ilustre ciudad. Mi primer encuentro con los milaneses se realiza en esta plaza del Duomo, corazón de Milán, donde surge el imponente monumento símbolo de la ciudad. Con su selva de agujas invita a mirar hacia lo alto, a Dios. Precisamente ese impulso hacia el cielo ha caracterizado siempre a Milán y le ha permitido a lo largo de los tiempos responder con fruto a su vocación: ser una encrucijada —Mediolanum— de pueblos y de culturas. De esta forma, la ciudad ha sabido conjugar sabiamente el orgullo por su propia identidad con la capacidad de acoger toda contribución positiva que se le ofrecía en el transcurso de la historia. También hoy, Milán está llamada a redescubrir este papel positivo, que presagia desarrollo y paz para toda Italia. Expreso mi agradecimiento cordial, una vez más, al pastor de esta archidiócesis, el cardenal Angelo Scola, por la acogida y las palabras que me ha dirigido en nombre de toda la comunidad diocesana; con él saludo a los obispos auxiliares y a quienes lo han precedido en esta gloriosa y antigua cátedra, el cardenal Dionigi Tettamanzi y el cardenal Carlo Maria Martini.

Dirijo un saludo particular a los representantes de las familias —provenientes de todo el mundo— que participan en el VII Encuentro mundial. Dirijo un afectuoso recuerdo a cuantos tienen necesidad de ayuda y de consuelo, y se encuentran afligidos por varias preocupaciones: a las personas solas o en dificultad, a los desempleados, a los enfermos, a los encarcelados, a cuantos no tienen una casa o lo indispensable para vivir una vida digna. Que a ninguno de estos hermanos y hermanas nuestros les falte el interés solidario y constante de la colectividad. A este propósito, me complace lo que la diócesis de Milán ha hecho y sigue haciendo para salir concretamente al encuentro de las necesidades de las familias más golpeadas por la crisis económico-financiera, y por haberse puesto en acción de inmediato, junto a toda la Iglesia y la sociedad civil en Italia, para socorrer a las poblaciones damnificadas en el terremoto de Emilia Romaña, que están en nuestro corazón y en nuestras oraciones, y por las cuales invito, una vez más, a una generosa solidaridad.

El VII Encuentro mundial de las familias me ofrece la grata ocasión de visitar vuestra ciudad y renovar los vínculos estrechos y constantes que unen a la comunidad ambrosiana con la Iglesia de Roma y con el Sucesor de Pedro. Como es sabido, san Ambrosio provenía de una familia romana y mantuvo siempre vivo su vínculo con la Ciudad Eterna y con la Iglesia de Roma, manifestando y elogiando el primado del Obispo que la preside. En Pedro —afirma— «está el fundamento de la Iglesia y el magisterio de la disciplina» (De virginitate, 16, 105); y también en la conocida declaración: «Donde está Pedro, allí está la Iglesia» (Explanatio Psalmi 40, 30, 5). La prudencia pastoral y el magisterio de Ambrosio sobre la ortodoxia de la fe y sobre la vida cristiana dejarán una huella indeleble en la Iglesia universal y, en particular, marcarán a la Iglesia de Milán, que nunca ha dejado de cultivar su memoria y de conservar su espíritu. La Iglesia ambrosiana, custodiando las prerrogativas de su rito y las expresiones propias de la única fe, está llamada a vivir en plenitud la catolicidad de la Iglesia una, testimoniarla y contribuir a enriquecerla.

El profundo sentido eclesial y el sincero afecto de comunión con el Sucesor de Pedro forman parte de la riqueza y de la identidad de vuestra Iglesia a lo largo de todo su camino, y se manifiestan de modo luminoso en las figuras de los grandes pastores que la han gobernado. En primer lugar san Carlos Borromeo: hijo de vuestra tierra. Él fue, como dijo el siervo de Dios Pablo VI, «un forjador de la conciencia y de las costumbres del pueblo» (Discurso a los milaneses, 18 de marzo de 1968); y lo fue sobre todo con la aplicación amplia, tenaz y rigurosa de las reformas tridentinas, con la creación de instituciones renovadoras, comenzando por los seminarios, y con su ilimitada caridad pastoral arraigada en una profunda unión con Dios, acompañada de una ejemplar austeridad de vida. Junto con los santos Ambrosio y Carlos, deseo recordar otros excelentes pastores más cercanos a nosotros, que han enriquecido a la Iglesia de Milán con la santidad y la doctrina: el beato cardenal Andrea Carlo Ferrari, apóstol de la catequesis y de los oradores, y promotor de la renovación social en sentido cristiano; el beato Alfredo Ildefonso Schuster, el «cardenal de la oración», pastor incansable, hasta la consumación total de sí mismo por sus fieles. Además, deseo recordar a dos arzobispos de Milán que llegaron a ser Pontífices: Achille Ratti, Papa Pío xi; a su determinación se debe la positiva conclusión de la «Cuestión romana» y la constitución del Estado de la Ciudad del Vaticano; y el siervo de Dios Giovanni Battista Montini, Pablo VI, bueno y sabio, que con mano experta supo guiar y llevar a un feliz resultado el concilio Vaticano II. En la Iglesia ambrosiana han madurado además algunos frutos espirituales particularmente significativos para nuestro tiempo. Entre todos hoy quiero recordar, precisamente pensando en las familias, a santa Gianna Beretta Molla, esposa y madre, mujer comprometida en el ámbito eclesial y civil, que hizo resplandecer la belleza y la alegría de la fe, de la esperanza y de la caridad.

Queridos amigos, vuestra historia es riquísima en cultura y en fe. Esta riqueza ha impregnado el arte, la música, la literatura, la cultura, la industria, la política, el deporte, las iniciativas de solidaridad de Milán y de toda la archidiócesis. Os toca ahora a vosotros, herederos de un glorioso pasado y de un patrimonio espiritual de inestimable valor, comprometeros para transmitir a las generaciones futuras la antorcha de una tradición tan luminosa. Vosotros sabéis bien cuán urgente es introducir en el actual contexto cultural la levadura evangélica. La fe en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, vivo entre nosotros, debe animar todo el tejido de la vida, personal y comunitaria, pública y privada, para que permita un «bienestar» estable y auténtico, a partir de la familia, que es preciso redescubrir como patrimonio principal de la humanidad, coeficiente y signo de una verdadera y estable cultura a favor del hombre. La identidad singular de Milán no debe aislarla ni separarla, encerrándola en sí misma. Al contrario, conservando la savia de sus raíces y los rasgos característicos de su historia, está llamada a mirar al futuro con esperanza, cultivando un vínculo íntimo y propulsor con la vida de toda Italia y de Europa. Con la clara distinción de papeles y de finalidades, la Milán positivamente «laica» y la Milán de la fe están llamadas a concurrir al bien común.

Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias de nuevo por vuestra acogida! Os encomiendo a la protección de la Virgen María, que desde la más alta aguja de la catedral vela maternalmente día y noche sobre esta ciudad. A todos vosotros, que estrecho en un gran abrazo, imparto mi afectuosa bendición. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:39


VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN
Y VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
(1-3 DE JUNIO DE 2012)

CONCIERTO EN HONOR DEL SANTO PADRE
Y DE LAS DELEGACIONES OFICIALES
DEL ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Teatro de la Scala de Milán
Viernes 1 de junio de 2012

[Vídeo]



Señores cardenales,
ilustres autoridades,
venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado,
queridas delegaciones del VII Encuentro mundial de las familias:

En este lugar histórico, ante todo quiero recordar un hecho: era el 11 de mayo de 1946 y Arturo Toscanini levantó la batuta para dirigir un concierto memorable en la Scala reconstruida después de los horrores de la guerra. Narran que el gran maestro recién llegado aquí a Milán se dirigió inmediatamente a este teatro y en el centro de la sala comenzó a aplaudir para comprobar si se había mantenido intacta la proverbial acústica y, constatando que era perfecta, exclamó: «¡Es la Scala, es siempre mi Scala!». En estas palabras, «¡Es la Scala!», se encierra el sentido de este lugar, templo de la Ópera, punto de referencia musical y cultural, no sólo para Milán y para Italia, sino para todo el mundo. Y la Scala está profundamente vinculada a Milán; es una de sus glorias más grandes. Y he querido recordar aquel mayo de 1946 porque la reconstrucción de la Scala fue un signo de esperanza para la recuperación de la vida de toda la ciudad después de las destrucciones de la guerra. Por eso, para mí es un honor estar aquí con todos vosotros y haber vivido, con este espléndido concierto, un momento de elevación del espíritu. Doy las gracias al alcalde, abogado Giuliano Pisapia; al director artístico, doctor Stéphane Lissner, también por haber introducido esta velada; y sobre todo a la orquesta y al coro del teatro en la Scala, a los cuatro solistas y al maestro Daniel Barenboim por la intensa y emotiva interpretación de una de las obras maestras en absoluto de la historia de la música. La gestación de la novena sinfonía de Ludwig van Beethoven fue larga y compleja, pero desde los célebres primeros dieciséis compases del primer movimiento, se crea un clima de espera de algo grandioso y la espera no queda defraudada.

Beethoven, aun siguiendo sustancialmente las formas y el lenguaje tradicional de la Sinfonía clásica, hace percibir algo nuevo ya desde la amplitud sin precedentes de todos los movimientos de la obra, que se confirma con la parte final introducida por una terrible disonancia, en la que se halla el recitado con las famosas palabras «¡Oh amigos, no estos tonos; entonemos otros más atractivos y alegres!», palabras que, en cierto sentido, «pasan página» e introducen el tema principal del Himno a la alegría. Es una visión ideal de humanidad que Beethoven dibuja con su música: «La alegría activa en la fraternidad y en el amor recíproco, bajo la mirada paterna de Dios» (Luigi Della Croce). No es una alegría propiamente cristiana la que Beethoven canta, pero es la alegría de la convivencia fraterna de los pueblos, de la victoria sobre el egoísmo, y es el deseo de que el camino de la humanidad esté marcado por el amor, como una invitación que dirige a todos más allá de cualquier barrera y convicción.

Sobre este concierto, que debía ser una fiesta jubilosa con ocasión de este encuentro de personas provenientes de casi todas las naciones del mundo, se cierne la sombra del seísmo que ha producido gran sufrimiento a numerosos habitantes de nuestro país. Las palabras tomadas del Himno a la alegría de Schiller suenan como vacías para nosotros, más aún, no parecen verdaderas. De hecho, no experimentamos las chispas divinas del Elisio. No estamos ebrios de fuego, sino más bien paralizados por el dolor ante una destrucción tan grande e incomprensible que ha costado vidas humanas, que ha dejado a muchos sin casa y sin hogar. Incluso nos parece discutible la hipótesis de que sobre el cielo estrellado debe de habitar un buen padre. ¿El buen padre está sólo sobre el cielo estrellado? ¿Su bondad no llega hasta nosotros? Nosotros buscamos un Dios que no truena a lo lejos, sino que entra en nuestra vida y en nuestro sufrimiento.

En esta hora quisiéramos referir las palabras de Beethoven, «Amigos, no estos tonos...», precisamente a las de Schiller. No estos tonos. No necesitamos un discurso irreal de un Dios lejano y de una fraternidad que no compromete. Estamos en busca del Dios cercano. Buscamos una fraternidad que, en medio de los sufrimientos, sostiene al otro y así ayuda a seguir adelante. Después de este concierto muchos irán a la adoración eucarística, al Dios que se ha metido en nuestros sufrimientos y sigue haciéndolo. Al Dios que sufre con nosotros y por nosotros, y así ha capacitado a los hombres y las mujeres para compartir el sufrimiento de los demás y para transformarlo en amor. Precisamente a eso nos sentimos llamados por este concierto.

Así pues, gracias, una vez más, a la orquesta y al coro del teatro en la Scala, a los solistas y a todos los que han hecho posible este evento. Gracias al maestro Daniel Barenboim también porque con la elección de la Novena Sinfonía de Beethoven nos permite lanzar con la música un mensaje que afirme el valor fundamental de la solidaridad, de la fraternidad y de la paz. Y me parece que este mensaje también es valioso para la familia, porque es en la familia donde se experimenta por primera vez que la persona humana no ha sido creada para vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; es en la familia donde se comprende cómo la propia realización no se logra poniéndose en el centro, guiados por el egoísmo, sino entregándose; es en la familia donde se comienza a encender en el corazón la luz de la paz para que ilumine nuestro mundo. Y gracias a todos vosotros por el momento que hemos vivido juntos. ¡Gracias de corazón!


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:40


VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN
Y VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
(1-3 DE JUNIO DE 2012)

CELEBRACIÓN DE LA HORA MEDIA CON SACERDOTES,
RELIGIOSOS, CONSAGRADOS Y SEMINARISTAS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Duomo de Milán
Sábado 2 de junio de 2012

[Vídeo]



Queridos hermanos y hermanas:

Nos hemos reunido en oración, respondiendo a la invitación del himno ambrosiano de la Hora Tercia: «Es la hora tercia. Jesús, el Señor, sube injuriado a la cruz». Es una clara referencia a la obediencia amorosa de Jesús a la voluntad del Padre. El misterio pascual ha dado inicio a un tiempo nuevo: la muerte y resurrección de Cristo recrea la inocencia en la humanidad y suscita en ella la alegría. De hecho, el himno prosigue: «Aquí comienza la época de la salvación de Cristo», «Hinc iam beata tempora coepere Christi gratia». Nos hemos reunido en la basílica catedral, en este Duomo, que es verdaderamente el corazón de Milán. Desde aquí el pensamiento se extiende a la vastísima archidiócesis ambrosiana, que a lo largo de los siglos y también en tiempos recientes ha dado a la Iglesia hombres insignes por su santidad de vida y por su ministerio, como san Ambrosio y san Carlos, y algunos Pontífices de talla poco común, como Pío XI y el siervo de Dios Pablo VI, y los beatos cardenales Andrea Carlo Ferrari y Alfredo Ildefonso Schuster.

Me alegra mucho estar un poco con vosotros. Saludo con afecto a todos, y a cada uno en particular, y extiendo mi saludo de modo especial a los que están enfermos o son muy ancianos. Saludo con viva cordialidad a vuestro arzobispo, el cardenal Angelo Scola, y le agradezco sus amables palabras; saludo con afecto a vuestros pastores eméritos, los cardenales Carlo Maria Martini y Dionigi Tettamanzi, con los demás cardenales y obispos presentes.

En este momento vivimos el misterio de la Iglesia en su expresión más alta, la de la oración litúrgica. Nuestros labios, nuestro corazón y nuestra mente, en la oración eclesial se hacen intérpretes de las necesidades y de los anhelos de toda la humanidad. Con las palabras del Salmo 118 hemos suplicado al Señor en nombre de todos los hombres: «Inclina mi corazón a tus preceptos… Señor, que me alcance tu favor» (vv. 36.41). La oración diaria de la Liturgia de las Horas constituye una tarea esencial del ministerio ordenado en la Iglesia. También a través del Oficio divino, que prolonga a lo largo de la jornada el misterio central de la Eucaristía, los presbíteros están unidos de modo especial al Señor Jesús, vivo y operante en el tiempo. ¡El sacerdocio es un don precioso! Vosotros, queridos seminaristas que os preparáis para recibirlo, aprended a gustarlo desde ahora y vivid con empeño el valioso tiempo en el seminario. El arzobispo Montini, durante las ordenaciones de 1958 dijo precisamente en esta catedral: «Comienza la vida sacerdotal: un poema, un drama, un misterio nuevo…, fuente de perpetua meditación…, siempre objeto de descubrimiento y de maravilla; [el sacerdocio] —dijo— siempre es novedad y belleza para quien le dedica un pensamiento amoroso…, es reconocimiento de la obra de Dios en nosotros» (Homilía en la ceremonia de ordenación de 46 sacerdotes, 21 de junio de 1958).

Si Cristo, para edificar su Iglesia, se entrega en las manos del sacerdote, este a su vez se debe abandonar a él sin reservas: el amor al Señor Jesús es el alma y la razón del ministerio sacerdotal, como fue premisa para que él asignara a Pedro la misión de apacentar su rebaño: «Simón…, ¿me amas más que estos?… Apacienta mis corderos (Jn 21, 15)». El concilio Vaticano II recordó que Cristo «es siempre el principio y fuente de la unidad de su vida. Los presbíteros, por tanto, conseguirán la unidad de su vida uniéndose a Cristo en el conocimiento de la voluntad del Padre y en la entrega de sí mismos a favor del rebaño a ellos confiado. Así, realizando la misión del buen Pastor, encontrarán en el ejercicio mismo de la caridad pastoral el vínculo de la perfección sacerdotal que una su vida con su acción» (Presbyterorum ordinis, 14). Precisamente sobre esta cuestión afirmó: en las diversas ocupaciones, de hora en hora, la unidad de la vida, la unidad del ser sacerdote se encuentra precisamente en esta fuente de la amistad profunda de con Jesús, en estar interiormente junto con él. Y no hay oposición entre el bien de la persona del sacerdote y su misión; más aún, la caridad pastoral es elemento unificador de vida que parte de una relación cada vez más íntima con Cristo en la oración para vivir la entrega total de sí mismos en favor del rebaño, de modo que el pueblo de Dios crezca en la comunión con Dios y sea manifestación de la comunión de la Santísima Trinidad. De hecho, cada una de nuestras acciones tiene como finalidad llevar a los fieles a la unión con el Señor y hacer crecer así la comunión eclesial para la salvación del mundo. Las tres cosas: unión personal con Dios, bien de la Iglesia y bien de la humanidad en su totalidad no son cosas distintas u opuestas, sino una sinfonía de la fe vivida.

El celibato sacerdotal y la virginidad consagrada son signo luminoso de esta caridad pastoral y de un corazón indiviso. En el himno de san Ambrosio hemos cantado: «Si en ti nace el Hijo de Dios, conservas la vida inocente». «Acoger a Cristo» —«Christum suscipere»— es un tema que vuelve a menudo en la predicación del santo obispo de Milán; cito un pasaje de su Comentario a san Lucas: «Quien acoge a Cristo en la intimidad de su casa se sacia con las alegrías más grandes» (Expos. Evangelii sec. Lucam, v. 16). El Señor Jesús fue su gran atractivo, el tema principal de su reflexión y de su predicación, y sobre todo el término de un amor vivo e íntimo. Sin duda, el amor a Jesús vale para todos los cristianos, pero adquiere un significado singular para el sacerdote célibe y para quien ha respondido a la vocación a la vida consagrada: sólo y siempre en Cristo se encuentra la fuente y el modelo para repetir a diario el «sí» a la voluntad de Dios. «¿Qué lazos tenía Cristo?», se preguntaba san Ambrosio, que con intensidad sorprendente predicó y cultivó la virginidad en la Iglesia, promoviendo también la dignidad de la mujer. A esa pregunta respondía: «No tiene lazos de cuerda, sino vínculos de amor y afecto del alma» (De virginitate, 13, 77). Y, precisamente en un célebre sermón a las vírgenes, dijo: «Cristo es todo para nosotros. Si tú quieres curar tus heridas, él es médico; si estás ardiendo de fiebre, él es fuente refrescante; si estás oprimido por la iniquidad, él es justicia; si tienes necesidad de ayuda, él es vigor; si temes la muerte, él es la vida; si deseas el cielo, él es el camino; si huyes de las tinieblas, él es la luz; si buscas comida, él es alimento» (ib., 16, 99).

Queridos hermanos y hermanas consagrados, os agradezco vuestro testimonio y os aliento: mirad al futuro con confianza, contando con la fidelidad de Dios, que no nos faltará nunca, y el poder de su gracia, capaz de realizar siempre nuevas maravillas, también en nosotros y con nosotros. Las antífonas de la salmodia de este sábado nos han llevado a contemplar el misterio de la Virgen María. De hecho, en ella podemos reconocer el «tipo de vida en pobreza y virginidad que eligió para sí mismo Cristo el Señor y que también abrazó su madre, la Virgen» (Lumen gentium, 46), una vida en plena obediencia a la voluntad de Dios.

El himno nos ha recordado también las palabras de Jesús en la cruz: «Desde la gloria de su patíbulo, Jesús habla a la Virgen: “Mujer, he ahí a tu hijo”; “Juan, he ahí a tu madre”». María, Madre de Cristo, extiende y prolonga también en nosotros su divina maternidad, para que el ministerio de la Palabra y de los sacramentos, la vida de contemplación y la actividad apostólica en las múltiples formas perseveren, sin cansancio y con valentía, al servicio de Dios y para la edificación de su Iglesia.

En este momento quiero dar gracias a Dios por los numerosos sacerdotes ambrosianos, religiosos y religiosas que han gastado sus energías al servicio del Evangelio, llegando incluso al sacrificio supremo de la vida. Algunos de ellos han sido propuestos al culto y a la imitación de los fieles también en tiempos recientes: los beatos sacerdotes Luigi Talamoni, Luigi Biraghi, Luigi Monza, Carlo Gnocchi, Serafino Morazzone; los beatos religiosos Giovanni Mazzucconi, Luigi Monti y Clemente Vismara, y las religiosas Maria Anna Sala y Enrichetta Alfieri. Por su común intercesión pidamos con confianza al Dador de todo don que haga siempre fecundo el ministerio de los sacerdotes, que refuerce el testimonio de las personas consagradas, para mostrar al mundo la belleza de la entrega a Cristo y a la Iglesia; y que renueve a las familias cristianas según el designio de Dios, para que sean espacios de gracia y de santidad, terreno fértil para las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Amén. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:41


VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN
Y VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
(1-3 DE JUNIO DE 2012)

ENCUENTRO CON LOS CONFIRMANDOS

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Estadio "Meazza", San Siro
Sábado 2 de junio de 2012

[Vídeo]



Queridos muchachos y muchachas:

Para mí es una gran alegría poder encontrarme con vosotros durante mi visita a vuestra ciudad. En este famoso estadio de fútbol hoy los protagonistas sois vosotros. Saludo a vuestro arzobispo, el cardenal Angelo Scola, y le agradezco las palabras que me ha dirigido. Gracias también a don Samuele Marelli. Saludo a vuestro amigo que, en nombre de todos vosotros, me ha dirigido palabras de bienvenida. Me alegra saludar a los vicarios episcopales que, en nombre del arzobispo, os han administrado o administrarán la Confirmación. Expreso mi agradecimiento en particular a la fundación «Oratori Milanesi» que ha organizado este encuentro, a vuestros sacerdotes, a todos los catequistas, a los educadores, a los padrinos y a las madrinas, y a quienes en las diversas comunidades parroquiales se han hecho vuestros compañeros de viaje y os han testimoniado la fe en Jesucristo muerto y resucitado, y vivo.

Vosotros, queridos muchachos, os estáis preparando para recibir el sacramento de la Confirmación, o lo habéis recibido recientemente. Sé que habéis realizado un buen itinerario formativo, llamado este año «El espectáculo del Espíritu». Ayudados por este itinerario, con varias etapas, habéis aprendido a reconocer las cosas estupendas que el Espíritu Santo ha hecho y hace en vuestra vida y en todos los que dicen «sí» al Evangelio de Jesucristo. Habéis descubierto el gran valor del Bautismo, el primero de los sacramentos, la puerta de entrada a la vida cristiana. Vosotros lo habéis recibido gracias a vuestros padres, que juntamente con los padrinos, en vuestro nombre, profesaron el Credo y se comprometieron a educaros en la fe. Esta fue para vosotros —al igual que para mí, hace mucho tiempo— una gracia inmensa. Desde aquel momento, renacidos por el agua y por el Espíritu Santo, habéis entrado a formar parte de la familia de los hijos de Dios, habéis llegado a ser cristianos, miembros de la Iglesia.

Ahora habéis crecido, y vosotros mismos podéis decir vuestro personal «sí» a Dios, un «sí» libre y consciente. El sacramento de la Confirmación refuerza el Bautismo y derrama el Espíritu Santo en abundancia sobre vosotros. Ahora vosotros mismos, llenos de gratitud, tenéis la posibilidad de acoger sus grandes dones, que os ayudan, en el camino de la vida, a ser testigos fieles y valientes de Jesús. Los dones del Espíritu son realidades estupendas, que os permiten formaros como cristianos, vivir el Evangelio y ser miembros activos de la comunidad. Recuerdo brevemente estos dones, de los que ya nos habla el profeta Isaías y luego Jesús:

El primer don es la sabiduría, que os hace descubrir cuán bueno y grande es el Señor y, como lo dice la palabra, hace que vuestra vida esté llena de sabor, para que, como decía Jesús, seáis «sal de la tierra».

Luego el don de entendimiento, para que comprendáis a fondo la Palabra de Dios y la verdad de la fe.

Después viene el don de consejo, que os guiará a descubrir el proyecto de Dios para vuestra vida, para la vida de cada uno de vosotros.

Sigue el don de fortaleza, para vencer las tentaciones del mal y hacer siempre el bien, incluso cuando cuesta sacrificio.

Luego el don de ciencia, no ciencia en el sentido técnico, como se enseña en la Universidad, sino ciencia en el sentido más profundo, que enseña a encontrar en la creación los signos, las huellas de Dios, a comprender que Dios habla en todo tiempo y me habla a mí, y a animar con el Evangelio el trabajo de cada día; a comprender que hay una profundidad y comprender esta profundidad, y así dar sentido al trabajo, también al que resulta difícil.

Otro don es el de piedad, que mantiene viva en el corazón la llama del amor a nuestro Padre que está en el cielo, para que oremos a él cada día con confianza y ternura de hijos amados; para no olvidar la realidad fundamental del mundo y de mi vida: que Dios existe, y que Dios me conoce y espera mi respuesta a su proyecto.

Y, por último, el séptimo don es el temor de Dios —antes hablamos del miedo—; temor de Dios no indica miedo, sino sentir hacia él un profundo respeto, el respeto de la voluntad de Dios que es el verdadero designio de mi vida y es el camino a través del cual la vida personal y comunitaria puede ser buena; y hoy, con todas las crisis que hay en el mundo, vemos la importancia de que cada uno respete esta voluntad de Dios grabada en nuestro corazón y según la cual debemos vivir; y así este temor de Dios es deseo de hacer el bien, de vivir en la verdad, de cumplir la voluntad de Dios.

Queridos muchachos y muchachas, toda la vida cristiana es un camino, es como recorrer una senda que sube a un monte —por tanto, no siempre es fácil, pero subir a un monte es una experiencia bellísima— en compañía de Jesús. Con estos dones preciosos vuestra amistad con él será aún más verdadera y más íntima. Esa amistad se alimenta continuamente con el sacramento de la Eucaristía, en el que recibimos su Cuerpo y su Sangre. Por eso os invito a participar siempre con alegría y fidelidad en la misa dominical, cuando toda la comunidad se reúne para orar juntamente, para escuchar la Palabra de Dios y participar en el Sacrificio eucarístico. Y acudid también al sacramento de la Penitencia, a la Confesión: es un encuentro con Jesús, que perdona nuestros pecados y nos ayuda a hacer el bien. Recibir el don, recomenzar de nuevo es un gran don en la vida, saber que soy libre, que puedo recomenzar, que todo está perdonado. Que no falte, además, vuestra oración personal de cada día. Aprended a dialogar con el Señor, habladle con confianza, contadle vuestras alegrías y preocupaciones, y pedidle luz y apoyo para vuestro camino.

Queridos amigos, vosotros sois afortunados porque en vuestras parroquias hay oratorios, un gran don de la diócesis de Milán. El oratorio, como lo dice la palabra, es un lugar donde se ora, pero también donde se está en grupo con la alegría de la fe, se recibe catequesis, se juega, se organizan actividades de servicio y de otro tipo; yo diría: se aprende a vivir. Frecuentad asiduamente vuestro oratorio, para madurar cada vez más en el conocimiento y en el seguimiento del Señor. Estos siete dones del Espíritu Santo crecen precisamente en esta comunidad donde se ejercita la vida en la verdad, con Dios. En la familia obedeced a vuestros padres, escuchad las indicaciones que os dan, para crecer como Jesús «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52). Por último, no seáis perezosos, sino muchachos y jóvenes comprometidos, especialmente en el estudio, con vistas a la vida futura: es vuestro deber diario y es una gran oportunidad que tenéis para crecer y para preparar el futuro. Estad disponibles y sed generosos con los demás, venciendo la tentación de poneros vosotros mismos en el centro, porque el egoísmo es enemigo de la verdadera alegría. Si gustáis ahora la belleza de formar parte de la comunidad de Jesús, podréis también vosotros dar vuestra contribución para hacerla crecer y sabréis invitar a los demás a formar parte de ella. Permitidme asimismo deciros que el Señor cada día, también hoy, aquí, os llama a cosas grandes. Estad abiertos a lo que os sugiere y, si os llama a seguirlo por la senda del sacerdocio o de la vida consagrada, no le digáis no. Sería una pereza equivocada. Jesús os colmará el corazón durante toda la vida.

Queridos muchachos, queridas muchachas, os digo con fuerza: tended a altos ideales: todos, no sólo algunos, pueden llegar a una alta medida. Sed santos. Pero, ¿es posible ser santos a vuestra edad? Os respondo: ¡ciertamente! Lo dice también san Ambrosio, gran santo de vuestra ciudad, en una de sus obras, donde escribe: «Toda edad es madura para Cristo» (De virginitate, 40). Y sobre todo lo demuestra el testimonio de numerosos santos coetáneos vuestros, como Domingo Savio o María Goretti. La santidad es la senda normal del cristiano: no está reservada a unos pocos elegidos, sino que está abierta a todos. Naturalmente, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, que no nos faltará si extendemos nuestras manos y abrimos nuestro corazón; y con la guía de nuestra Madre. ¿Quién es nuestra Madre? Es la Madre de Jesús, María. A ella Jesús nos encomendó a todos, antes de morir en la cruz. Que la Virgen María custodie siempre la belleza de vuestro «sí» a Jesús, su Hijo, el gran y fiel Amigo de vuestra vida. Así sea.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:42


VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN
Y VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
(1-3 DE JUNIO DE 2012)

ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Sala del Trono del Arzobispado de Milán
Sábado 2 de junio de 2012

[Vídeo]



Ilustres señores:

Os agradezco sinceramente este encuentro, que revela vuestros sentimientos de respeto y estima hacia la Sede apostólica y, al mismo tiempo, me permite, en calidad de Pastor de la Iglesia universal, expresaros aprecio por la obra diligente y benemérita que no cesáis de promover para un bienestar civil, social y económico cada vez mayor de las laboriosas poblaciones milanesas y lombardas. Gracias al cardenal Angelo Scola que ha introducido este momento. Al dirigiros mi deferente y cordial saludo a vosotros, mi pensamiento va a aquel que fue vuestro ilustre predecesor, san Ambrosio, gobernador —consularis— de las provincias de Liguria y Aemilia, con sede en la ciudad imperial de Milán, lugar europeo de tránsito y de referencia —diríamos hoy—. Antes de ser elegido obispo de Mediolanum, de modo inesperado y absolutamente contra su voluntad, porque no se sentía preparado, había sido el responsable del orden público y había administrado la justicia en esta ciudad. Me parecen significativas las palabras con que el prefecto Probo lo invitó como consularis a Milán; de hecho, le dijo: «Ve y administra no como un juez, sino como un obispo». Y fue efectivamente un gobernador equilibrado e iluminado que supo afrontar con sabiduría, buen sentido y autoridad las cuestiones, sabiendo superar contrastes y recomponer divisiones. Precisamente quiero detenerme brevemente en algunos principios, por los que él se regía y que siguen siendo valiosos para quienes están llamados a la administración pública.

En su comentario al Evangelio de san Lucas, san Ambrosio recuerda que «la institución del poder deriva tan bien de Dios, que quien lo ejerce es él mismo ministro de Dios» (Expositio Evangelii secundum Lucam, IV, 29). Esas palabras podrían parecer extrañas a los hombres del tercer milenio, pero indican claramente una verdad central sobre la persona humana, que es fundamento sólido de la convivencia social: ningún poder del hombre puede considerarse divino; por tanto, ningún hombre es amo de otro hombre. San Ambrosio lo recordará con valentía al emperador, escribiéndole: «También tú, oh augusto emperador, eres un hombre» (Epistula 51, 11).

De la enseñanza de san Ambrosio podemos sacar otro elemento. La primera cualidad de quien gobierna es la justicia, virtud pública por excelencia, porque atañe al bien de toda la comunidad. Sin embargo, la justicia no basta. San Ambrosio la acompaña con otra cualidad: el amor a la libertad, que él considera elemento decisivo para distinguir a los buenos gobernantes de los malos, pues, como se lee en otra de sus cartas, «los buenos aman la libertad, y los malos aman la esclavitud» (Epistula 40, 2). La libertad no es un privilegio para algunos, sino un derecho de todos, un valioso derecho que el poder civil debe garantizar. Con todo, la libertad no significa arbitrio del individuo; más bien, implica la responsabilidad de cada uno. Aquí se encuentra uno de los principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad para que todos puedan proponer su visión de la vida común, pero siempre en el respeto de los demás y en el contexto de las leyes que miran al bien de todos.

Por otra parte, en la medida en que se supera la concepción de un Estado confesional, resulta claro, en cualquier caso, que sus leyes deben encontrar justificación y fuerza en la ley natural, que es fundamento de un orden adecuado a la dignidad de la persona humana, superando una concepción meramente positivista, de la que no pueden derivar indicaciones que sean, de algún modo, de carácter ético (cf. Discurso al Parlamento alemán, 22 de septiembre de 2011). El Estado está al servicio y para la protección de la persona y de su «bien estar» en sus múltiples aspectos, comenzando por el derecho a la vida, cuya supresión deliberada nunca se puede permitir. Así pues, cada uno puede ver cómo la legislación y la obra de las instituciones estatales deben estar, en particular, al servicio de la familia, fundada en el matrimonio y abierta a la vida; y además deben reconocer el derecho primario de los padres a la libre educación y formación de los hijos, según el proyecto educativo que ellos juzguen válido y pertinente. No se hace justicia a la familia si el Estado no sostiene la libertad de educación para el bien común de toda la sociedad.

Teniendo en cuenta que el Estado existe para los ciudadanos resulta muy valiosa una colaboración constructiva con la Iglesia, sin duda no por una confusión de las finalidades y de las funciones diversas y distintas del poder civil y de la Iglesia misma, sino por la aportación que ella ha dado y todavía puede dar a la sociedad con su experiencia, su doctrina, su tradición, sus instituciones y sus obras, con las que se ha puesto al servicio del pueblo. Basta pensar en la espléndida legión de los santos de la caridad, de la escuela y de la cultura, del cuidado de los enfermos y los marginados, a los que se sirve y se ama como se sirve y se ama al Señor. Esta tradición sigue dando frutos: la laboriosidad de los cristianos lombardos en esos ambientes es muy viva y tal vez aún más significativa que en el pasado. Las comunidades cristianas promueven estas actividades no tanto como suplencia, cuanto como sobreabundancia gratuita de la caridad de Cristo y de la experiencia totalizadora de su fe. El tiempo de crisis que estamos atravesando, además de valientes decisiones técnico-políticas, necesita gratuidad, como recordé: «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión» (Caritas in veritate, 6).

Podemos recoger una última y valiosa invitación de san Ambrosio, cuya figura solemne y amonestadora está tejida en el estandarte de la ciudad de Milán. A quienes quieren colaborar en el gobierno y en la administración pública san Ambrosio les pide que se hagan amar. En la obra De officiis afirma: «Lo que hace el amor, no podrá nunca hacerlo el miedo. Nada es tan útil como hacerse amar» (II, 29). Por otra parte, la razón que a su vez mueve y estimula vuestra activa y laboriosa presencia en los distintos ámbitos de la vida pública no puede menos de ser la voluntad de dedicaros al bien de los ciudadanos, y, por tanto, una expresión clara y un signo evidente de amor. Así, la política se ennoblece profundamente, convirtiéndose en una forma elevada de caridad.

Ilustres señores, aceptad estas sencillas consideraciones como signo de mi profunda estima por las instituciones a las que servís y por vuestra importante obra. Que os asista, en esta misión vuestra, la protección continua del cielo, de la cual quiere ser prenda y auspicio la bendición apostólica que os imparto a vosotros, a vuestros colaboradores y a vuestras familias. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:43


VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN
Y VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
(1-3 DE JUNIO DE 2012)

FIESTA DE LOS TESTIMONIOS

INTERVENCIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Parco de Bresso
Sábado 2 de junio de 2012

[Vídeo]



EL PAPA CON LAS FAMILIAS DEL MUNDO

1. CAT TIEN (niña de Vietnam): Hola, Papa. Soy Cat Tien, vengo de Vietnam.

Tengo siete años y te quiero presentar a mi familia. Él es mi papá, Dan, y mi mamá se llama Tao, y este es mi hermanito Binh.

Me gustaría mucho saber algo de tu familia y de cuando eras pequeño como yo...

SANTO PADRE: Gracias a ti, querida, y a los padres: gracias de corazón. Así que has preguntado cómo son los recuerdos de mi familia: ¡serían tantos! Quisiera decir sólo alguna cosa. Para nosotros, el punto esencial para la familia era siempre el domingo, pero el domingo comenzaba ya el sábado por la tarde. El padre nos contaba las lecturas, las lecturas del domingo, tomadas de un libro muy difundido en aquel tiempo en Alemania, en el que también se explicaban los textos. Así comenzaba el domingo: entrábamos ya en la liturgia, en una atmósfera de alegría. Al día siguiente íbamos a Misa. Mi casa está cerca de Salzburgo y, por tanto, teníamos mucha música – Mozart, Schubert, Haydn – y, cuando empezaba el Kyrie, era como si se abriera el cielo. Y, naturalmente, luego, en casa, era muy importante una buena comida todos juntos. Además, cantábamos mucho: mi hermano es un gran músico, ya de chico hacía composiciones para todos nosotros y, así, toda la familia cantaba. El papá tocaba la cítara y cantaba; son momentos inolvidables. Naturalmente, luego hemos hecho viajes juntos, paseos; estábamos cerca de un bosque, así que caminar por los bosques era algo muy bonito: aventuras, juegos, etc. En una palabra, éramos un solo corazón y un alma sola, con tantas experiencias comunes, incluso en tiempos muy difíciles, porque eran los años de la guerra, antes de la dictadura, y después de la pobreza. Pero este amor recíproco que había entre nosotros, esta alegría aun por cosas simples era grande y así se podían superar y soportar también las dificultades. Me parece que esto es muy importante: que también las pequeñas cosas hayan dado alegría, porque así se expresaba el corazón del otro. De este modo, hemos crecido en la certeza de que es bueno ser hombre, porque veíamos que la bondad de Dios se reflejaba en los padres y en los hermanos. Y, a decir verdad, cuando trato de imaginar un poco cómo será en el Paraíso, se me parece siempre al tiempo de mi juventud, de mi infancia. Así, en este contexto de confianza, de alegría y de amor, éramos felices, y pienso que en el Paraíso debería ser similar a como era en mi juventud. En este sentido, espero ir «a casa», yendo hacia la «otra parte del mundo».

2. SERGE RAZAFINBONY Y FARA ANDRIANOMBONANA, (Pareja de novios de Madagascar):

SERGE: Santidad, somos Fara y Serge, y venimos de Madagascar.

Nos hemos conocido en Florencia, donde estamos estudiando, yo ingeniería y ella economía. Somos novios desde hace cuatro años y soñamos volver a nuestro país en cuanto terminemos los estudios para dar una mano a nuestra gente, también mediante nuestra profesión.

FARA: Los modelos familiares que predominan en Occidente no nos convencen, pero somos conscientes de que también muchos tradicionalismos de nuestra África deban ser de algún modo superados. Nos sentimos hechos el uno para el otro; por eso queremos casarnos y construir un futuro juntos. También queremos que cada aspecto de nuestra vida esté orientado por los valores del Evangelio.

Pero hablando de matrimonio, Santidad, hay una palabra que, más que ninguna otra, nos atrae y al mismo tiempo nos asusta: el «para siempre»...

SANTO PADRE: Queridos amigos, gracias por este testimonio. Mi oración os acompaña en este camino de noviazgo y espero que podáis crear, con los valores del Evangelio, una familia «para siempre». Usted ha aludido a diversos tipos de matrimonio: conocemos el «mariage coutumier» de África y el matrimonio occidental. A decir verdad, también en Europa había otro modelo de matrimonio dominante hasta el s. XIX, como ahora: a menudo, el matrimonio era en realidad un contrato entre clanes, con el cual se traba de conservar el clan, de abrir el futuro, de defender las propiedades, etc. Se buscaba a uno para el otro por parte del clan, esperando que fueran idóneos uno para otro. Así sucedía en parte también en nuestros países. Yo me acuerdo que, en un pequeño pueblo en el que iba al colegio, en buena parte se hacía todavía así. Pero luego, desde el s. XIX, viene la emancipación del individuo, de la persona, y el matrimonio no se basa en la voluntad de otros, sino en la propia elección; comienza con el enamoramiento, se convierte luego en noviazgo y finalmente en matrimonio. En aquel tiempo, todos estábamos convencidos de que ese era el único modelo justo y de que el amor garantizaba de por sí el «siempre», puesto que el amor es absoluto y quiere todo, también la totalidad del tiempo: es «para siempre». Desafortunadamente, la realidad no era así: se ve que el enamoramiento es bello, pero quizás no siempre perpetuo, como lo es también el sentimiento: no permanece por siempre. Por tanto, se ve que el paso del enamoramiento al noviazgo y luego al matrimonio exige diferentes decisiones, experiencias interiores. Como he dicho, es bello este sentimiento de amor, pero debe ser purificado, ha de seguir un camino de discernimiento, es decir, tiene que entrar también la razón y la voluntad; han de unirse razón, sentimiento y voluntad. En el rito del matrimonio, la Iglesia no dice: «¿Estás enamorado?», sino «¿quieres?», «¿estás decidido?». Es decir, el enamoramiento debe hacerse verdadero amor, implicando la voluntad y la razón en un camino de purificación, de mayor hondura, que es el noviazgo, de modo que todo el hombre, con todas sus capacidades, con el discernimiento de la razón y la fuerza de voluntad, dice realmente: «Sí, esta es mi vida». Yo pienso con frecuencia en la boda de Caná. El primer vino es muy bueno: es el enamoramiento. Pero no dura hasta el final: debe venir un segundo vino, es decir, tiene que fermentar y crecer, madurar. Un amor definitivo que llega a ser realmente «segundo vino» es más bueno, mejor que el primero. Y esto es lo que hemos de buscar. Y aquí es importante también que el yo no esté aislado, el yo y el tú, sino que se vea implicada también la comunidad de la parroquia, la Iglesia, los amigos. Es muy importante esto, toda la personalización justa, la comunión de vida con otros, con familias que se apoyan una a otra; y sólo así, en esta implicación de la comunidad, de los amigos, de la Iglesia, de la fe, de Dios mismo, crece un vino que vale para siempre. ¡Os felicito!

3. FAMILIA PALEOLOGOS (Familia griega)

NIKOS: ¡Kalispera! Somos la familia Paleologos. Venimos de Atenas. Me llamo Nikos y ella es mi mujer Pania. Y estos son nuestros dos hijos, Pavlos y Lydia.

Hace años, con otros dos socios, invirtiendo todo lo que teníamos, hemos creado una pequeña sociedad de informática.

Al llegar la durísima crisis económica actual, los clientes han disminuido drásticamente, y los que han quedado aplazan cada vez más los pagos. A duras penas logramos pagar los sueldos de los dos dependientes, y a nosotros, los socios, nos queda muy poco: así que, cada día que pasa, nos queda cada vez menos para mantener a nuestras familias. Nuestra situación es una como tantas, una entre millones de otras. En la ciudad, la gente va agachando la cabeza; ya nadie confía en nadie, falta la esperanza.

PANIA: También a nosotros, aunque seguimos creyendo en la providencia, se nos hace difícil pensar en un futuro para nuestros hijos.

Hay días y noches, Santo Padre, en los cuáles nos surge la pregunta sobre cómo hacer para no perder la esperanza. ¿Qué puede decir la Iglesia a toda esta gente, a estas personas y familias a las que ya no queda perspectivas?

SANTO PADRE: Queridos amigos, gracias por este testimonio que me ha llegado al corazón y al corazón de todos nosotros. ¿Qué podemos responder? Las palabras son insuficientes. Deberíamos hacer algo concreto y todos sufrimos por el hecho de que somos incapaces de hacer algo concreto. Hablemos primero de la política: me parece que debería crecer el sentido de responsabilidad en todos los partidos, que no prometan cosas que no pueden realizar, que no busquen sólo votos para ellos, sino que sean responsables del bien de todos y que se entienda que la política es siempre también responsabilidad humana, moral ante Dios y los hombres. Después, también las personas sufren y tienen que aceptar, naturalmente, la situación tal como es, a menudo sin posibilidad de defenderse. Sin embargo, también podemos aquí decir: tratemos de que cada uno haga todo lo que esté en sus manos, que piense en sí mismo, en la familia y en los otros con gran sentido de responsabilidad, sabiendo que los sacrificios son necesarios para seguir adelante. Tercer punto: ¿qué podemos hacer nosotros? Esta es mi pregunta en este momento. Pienso que quizás podrían ayudar los hermanamientos entre ciudades, entre familias, entre parroquias. Nosotros tenemos ahora en Europa una red de hermanamientos, pero se trata de intercambios culturales, ciertamente muy buenos y útiles, pero quizás se requieran hermanamientos en otro sentido: que realmente una familia de Occidente, de Italia, Alemania o Francia,... se tome la responsabilidad de ayudar a otra familia. Y también así las parroquias, las ciudades: que asuman verdaderamente una responsabilidad, que ayuden de forma concreta. Y estad seguros: yo y tantos otros rogamos por vosotros, y esta plegaria no es sólo pronunciar palabras, sino que abre el corazón a Dios, y así suscita también creatividad para encontrar soluciones. Esperamos que el Señor nos ayude, que el Señor os ayude siempre. Gracias.

4. FAMILIA RERRIE (Familia estadounidense)

JAY: Vivimos cerca de Nueva York.

Me llamo Jay, soy de origen jamaicano y trabajo de contable.

Ella es mi mujer, Anna, y es maestra de apoyo.

Y estos son nuestros seis hijos, que tienen de 2 a 12 años. Así que se puede imaginar, Santidad, que nuestra vida está hecha de continuas carreras contra el tiempo, de afanes, de ajustes muy complicados...

También para nosotros, en los Estados Unidos, una de las prioridades absolutas es conservar el puesto de trabajo y, para ello, no hay que atenerse a los horarios y, con frecuencia, lo que se resiente son precisamente las relaciones familiares.

ANNA: En verdad no siempre es fácil… La impresión, Santidad, es que las instituciones y las empresas no facilitan compaginar el tiempo del trabajo con el tiempo para la familia.

Santidad, imaginamos que para usted tampoco es fácil conciliar sus infinitos compromisos con el descanso.

¿Tiene algún consejo para ayudarnos a reencontrar esta armonía necesaria? En el torbellino de tantos estímulos impuestos por la sociedad contemporánea, ¿cómo ayudar a la familia a vivir la fiesta según el corazón de Dios?

SANTO PADRE: Es una gran cuestión, y creo entender este dilema entre las dos prioridades: la prioridad del puesto de trabajo es fundamental, como lo es la prioridad de la familia. Y cómo armonizar las dos prioridades. Puedo tratar únicamente de dar algún consejo. El primer punto: hay empresas que permiten un cierto extra para las familias – el día del cumpleaños, etc. – y comprueban que conceder un poco de libertad, al final hace bien también a la empresa, porque refuerza el amor por el trabajo, por el puesto de trabajo. Por tanto, quisiera aquí invitar a quienes dan trabajo a pensar en la familia, a pensar también en dar su aportación para que las dos prioridades puedan conciliar. Segundo punto: me parece que naturalmente se deba buscar una cierta creatividad, y esto no siempre es fácil. Pero llevar cada día a la familia al menos algún motivo de alegría, de atención, alguna renuncia a la propia voluntad para estar juntos en familia, y de aceptar y superar las noches, las oscuridades de las que antes ya he hablado, pensando en este gran bien que es la familia y encontrar así una conciliación de las dos prioridades, también en la solicitud por llevar cada día algo bueno. Y finalmente, está el domingo, la fiesta; espero que en America se observe el domingo. Y por tanto, este día, me parece muy importante, porque el domingo, precisamente en cuanto día del Señor es también «día del hombre», porque estamos libres. En el relato de la creación, esta era la intención original del Creador: que todos seamos libres un día. En esta libertad de uno para el otro, para sí mismos, se es libre para Dios. Pienso que así defendemos la libertad del hombre, defendiendo el domingo y las fiestas como días de Dios y así días del hombre. Os felicito. Gracias.

5. FAMILIA ARAUJO (familia brasileña de Porto Alegre)

MARIA MARTA: Santidad, como en el resto del mundo, también en Brasil los fracasos matrimoniales van aumentando.

Me llamo María Marta, él es Manoel Angelo. Estamos casamos desde hace 34 años y somos ya abuelos. En cuanto medico y psicoterapeuta familiar encontramos tantas familias, observando en los conflictos de pareja una dificultad mayor de perdonar y de aceptar el perdón, pero en diversos casos hemos visto el deseo y la voluntad de construir una nueva unión algo de duradero, también para los hijos que nacen de la nueva unión.

MANOEL ANGELO: Algunas de estas parejas que se vuelven a casar desearían acercarse nuevamente a la Iglesia, pero cuando ven que se les niega los sacramentos su desilusión es grande. Se sienten excluidos, marcados por un juicio inapelable.

Estos grandes sufrimientos hieren en lo profundo a quien está implicado; heridas que se convierten también parte del mundo, y son heridas también nuestras, de toda la humanidad.

Santo Padre, sabemos que esta situación y estas personas es una gran preocupación para la Iglesia: ¿Qué palabras y signos de esperanza podemos darles?

SANTO PADRE: Queridos amigos, gracias por vuestro trabajo tan necesario de psicoterapeutas para la familia. Gracias por todo lo que hacéis por ayudar a estas personas que sufren. En realidad, este problema de los divorciados y vueltos a casar es una de las grandes penas de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas sencillas. El sufrimiento es grande y podemos sólo animar a las parroquias, a cada uno individualmente, a que ayuden a estas personas a soportar el dolor de este divorcio. Diría que, naturalmente, sería muy importante la prevención, es decir, que se profundizara desde el inicio del enamoramiento hasta llegar a una decisión profunda, madura; y también el acompañamiento durante el matrimonio, para que las familias nunca estén solas sino que estén realmente acompañadas en su camino. Y luego, por lo que se refiere a estas personas, debemos decir – como usted ha hecho notar – que la Iglesia les ama, y ellos deben ver y sentir este amor. Me parece una gran tarea de una parroquia, de una comunidad católica, el hacer realmente lo posible para que sientan que son amados, aceptados, que no están «fuera» aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía: deben ver que aun así viven plenamente en la Iglesia. A lo mejor, si no es posible la absolución en la Confesión, es muy importante sin embargo un contacto permanente con un sacerdote, con un director espiritual, para que puedan ver que son acompañados, guiados. Además, es muy valioso que sientan que la Eucaristía es verdadera y participada si realmente entran en comunión con el Cuerpo de Cristo. Aun sin la recepción «corporal» del sacramento, podemos estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. Y hacer entender que esto es importante. Que encuentren realmente la posibilidad de vivir una vida de fe, con la Palabra de Dios, con la comunión de la Iglesia y puedan ver que su sufrimiento es un don para la Iglesia, porque sirve así a todos para defender también la estabilidad del amor, del matrimonio; y que este sufrimiento no es sólo un tormento físico y psicológico, sino que también es un sufrir en la comunidad de la Iglesia por los grandes valores de nuestra fe. Pienso que su sufrimiento, si se acepta de verdad interiormente, es un don para la Iglesia. Deben saber que precisamente de esa manera sirven a la Iglesia, están en el corazón de la Iglesia. Gracias por vuestro compromiso.

SALUDOS A LOS AFECTADOS POR EL TERREMOTO

SANTO PADRE: Querido amigos, sabéis que sentimos profundamente vuestro dolor, vuestro sufrimiento; y sobretodo, ruego cada día para que termine por fin este terremoto. Todos queremos colaborar para ayudaros: estad seguros de que no los olvidamos, que todos hacemos lo posible para ayudarles – la Caritas, todas las organizaciones de la Iglesia, el Estado, las diversas comunidades –; cada uno de nosotros quiere ayudarlos, sea espiritualmente con nuestra plegaria, con la cercanía de corazón, sea materialmente, y oro insistentemente por vosotros. Dios os ayude, nos ayude a todos. Os felicito, el Señor os bendiga.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:44


VISITA PASTORAL A LA ARCHIDIÓCESIS DE MILÁN
Y VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
(1-3 DE JUNIO DE 2012)

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
EN EL ALMUERZO EN EL ARZOBISPADO

Domingo 3 de junio de 2012



Al final del almuerzo celebrado en el arzobispado milanés el domingo 3 de junio, los cardenales Scola y Tettamanzi dirigieron palabras de saludo al Papa. El arzobispo emérito le entregó además una valiosa copia del Evangeliario ambrosiano —realizada por grandes artistas actuales— que lleva en portada una representación iconográfica de la Jerusalén del cielo. Benedicto XVI respondió, improvisando, con las siguientes palabras.

Queridos amigos, me parece muy hermoso el hecho de que al final hayamos llegado de nuevo a la Palabra de Dios, que es la clave de la vida, la clave del pensar, del vivir: así comenzamos y concluimos con la Palabra de Dios. Estamos en el ámbito de la verdadera vida. Y simplemente quiero dar las gracias por todo lo que he vivido en estos días: por esta experiencia de la Iglesia viva.

Aunque alguna vez se pueda pensar que la barca de Pedro se encuentra realmente a merced de los vientos contrarios difíciles, vemos que el Señor está presente, vivo; que el Resucitado está realmente vivo y tiene en su mano el gobierno del mundo y el corazón de los hombres. Esta experiencia de que la Iglesia está viva, que vive por el amor de Dios, que vive por Cristo Resucitado, es —podemos decir— el don de estos días. Por eso, demos gracias ante todo al Señor.

Y gracias también al cardenal Scola, al cardenal Tettamanzi, a sus colaboradores, a todos —son numerosos los que han colaborado— y a todos los que han festejado con nosotros.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:45


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE PAPÚA NUEVA GUINEA
Y DE LAS ISLAS SALOMÓN EN VISITA «AD LIMINA

Sábado 9 de junio de 2012



Queridos hermanos en el episcopado:

Os doy una cordial bienvenida fraterna con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum y agradezco al arzobispo John Ribat las amables palabras que me ha dirigido en nombre de toda la Conferencia episcopal de Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón. Este encuentro es una oportunidad privilegiada para expresar nuestra comunión en la única Iglesia de Cristo. A través de vosotros envío un cordial saludo a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral. Aseguradles mis oraciones para que sigan creciendo en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Deseo elogiar vuestros esfuerzos para «apacentar el rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo» (1 P 5, 2). La atención que prestáis a quienes han sido encomendados a vuestra solicitud pastoral es especialmente digna de relieve por el modo como proveéis a las necesidades elementales de los pobres, de los marginados y de los enfermos —en particular de los afectados por el sida/vih— a través del trabajo de vuestras organizaciones diocesanas. Otra parte importante de vuestro ministerio pastoral la ejercéis cuando habláis públicamente como voz moral objetiva en nombre de los necesitados. Cuando la Iglesia manifiesta su preocupación en el ámbito público, lo hace legítimamente y con el fin de contribuir al bien común, no proponiendo soluciones políticas concretas, sino más bien ayudando a «purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos» (Discurso en el Westminster Hall de Londres, 17 de septiembre de 2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 26 de septiembre de 2010, pp. 3-4). Estos principios son accesibles a todos a través de la recta razón y son necesarios para el justo ordenamiento de la sociedad civil. Teniendo esto en cuenta, os aliento a seguir dialogando y colaborando con las autoridades civiles, para que la Iglesia pueda ser libre de hablar y proporcionar servicios para el bien común de modo plenamente conforme con los valores evangélicos.

Por vuestras relaciones sé que estáis poniendo en marcha diversas iniciativas pastorales que tienen como elemento común la evangelización de la cultura. Esto es muy importante, pues sólo «a través de la cultura» la persona humana puede «acceder a la verdadera y plena humanidad» (Gaudium et spes, 53). También observamos el papel fundamental de la cultura en la historia de la salvación, pues el Dios uno y trino se reveló gradualmente a lo largo del tiempo, culminando en el envío de su Hijo unigénito, que nació en una cultura particular. Por otra parte, aun reconociendo las respectivas contribuciones de cada cultura y a veces aprovechando sus recursos al cumplir su misión, la Iglesia ha sido enviada a predicar el Evangelio a todas las naciones, trascendiendo los confines construidos por el hombre. En la obra de evangelización, por consiguiente, queridos hermanos en el episcopado, seguid aplicando las verdades eternas del Evangelio a las costumbres de las personas a las que servís, con el fin de construir sobre los elementos positivos ya presentes y purificar otros cuando sea necesario. De este modo desempeñáis vuestro papel en la misión de la Iglesia de llevar a personas de toda nación, raza y lengua a Jesucristo el Salvador, en el que encontramos reveladas la plenitud y la verdad de la humanidad (cf. ib.).

Hablando de este aspecto de la evangelización, la familia desempeña un papel clave, pues es la unidad básica de la sociedad humana y el primer lugar donde se asimilan la fe y la cultura. Aunque la sociedad haya reconocido el papel importante de la familia a lo largo de la historia, actualmente es necesario prestar atención especial a los bienes religiosos, sociales y morales de la fidelidad, la igualdad y el respeto recíproco que deben existir entre marido y mujer. La Iglesia proclama incansablemente que la familia está basada en la institución natural del matrimonio entre un hombre y una mujer y, en el caso de los cristianos bautizados, es un contrato que fue elevado por Cristo al nivel sobrenatural de sacramento, por el cual marido y mujer participan en el amor de Dios llegando a ser una sola carne, prometiendo amarse y respetarse recíprocamente, permaneciendo abiertos al don de Dios de los hijos. A este propósito, elogio vuestros esfuerzos por dar prioridad pastoral a la evangelización del matrimonio y de la familia de acuerdo con la doctrina moral católica. Mientras proseguís las celebraciones por el centenario del nacimiento del beato Pedro To Rot, que derramó su sangre por la defensa de la santidad del matrimonio, invito a todos los matrimonios a mirar su ejemplo de valentía y a ayudar así a otros a ver la familia como un don de Dios y como ámbito privilegiado en el que los niños pueden «nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral» (Homilía durante la misa de clausura del V Encuentro mundial de las familias, 9 de julio de 2006: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de julio de 2006, p. 13).

La obra de evangelización implica a todos los miembros de la Iglesia de Cristo. Recordando que los obispos, como los Apóstoles, «han sido enviados a sus diócesis como primeros testigos del Resucitado» (Ecclesia in Oceania, 19), realizad todos los esfuerzos necesarios para ofrecer programas adecuados de formación y de catequesis para los sacerdotes, para los religiosos y las religiosas, y para los fieles laicos, a fin de que sean testigos fuertes y gozosos de la fe que profesan como miembros de la Iglesia católica. Un laicado adecuadamente catequizado, y sacerdotes y religiosos bien formados, «como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca» (Mt 7, 24), podrán resistir a las tentaciones del mundo secular y serán bastante prudentes como para no dejarse engañar por los intentos de convertirlos a versiones excesivamente simplistas del cristianismo, a menudo basadas sólo en falsas promesas de prosperidad material. Reconociendo la importancia de desarrollar y mantener programas formales, os aliento a recordar que un elemento clave para programas eficaces de formación y de catequesis es el ejemplo de testigos santos que, «obedientes en todo a la voluntad del Padre, se entreguen totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo» (cf. Lumen gentium, 40). Estos testigos, y las personas a las que enseñan, con vuestra guía y vuestro apoyo, ayudarán a asegurar que la Iglesia en vuestros países siga siendo un instrumento eficaz de evangelización, atrayendo a quienes todavía no conocen a Cristo e inspirando a quienes se han vuelto tibios en su fe.

Por último, queridos hermanos en el episcopado, albergo la esperanza de que vuestra visita al Sucesor de Pedro y a las tumbas de los Apóstoles os afiance en vuestra decisión de ser protagonistas de la nueva evangelización, especialmente durante el inminente Año de la fe. También pido a Dios que vuestros esfuerzos den fruto, para que el reino de Dios siga creciendo en la porción de la viña del Señor encomendada a vuestra solicitud pastoral. Encomendándoos a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, y asegurándoos mi afecto y mis oraciones por vosotros y por vuestros fieles, os imparto de buen grado mi bendición apostólica.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:46


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA PONTIFICIA ACADEMIA ECLESIÁSTICA

Lunes 11 de junio de 2012



Venerado Hermano en el Episcopado,
queridos Sacerdotes:

Doy las gracias, antes de nada, a Monseñor Beniamino Stella por las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos, así como también por el precioso servicio que realiza. Saludo con gran afecto a toda la comunidad de la Pontificia Academia Eclesiástica. Me complace recibiros también este año, en el momento en que se concluyen las clases y, para algunos de vosotros, se acerca el día de partir para el servicio en las Representaciones Pontificias esparcidas por todo el mundo. El Papa cuenta con vosotros, para ayudarle en el desarrollo de su ministerio universal. Os invito a no tener temor, preparándoos con diligencia y seriedad a la misión que os espera, confiando en la fidelidad de Aquél que desde siempre os conoce y os ha llamado a la comunión con su Hijo Jesucristo (cf. 1 Co 1,9).

La fidelidad de Dios es la clave y la fuente de nuestra fidelidad. Hoy quisiera llamar vuestra atención precisamente sobre esta virtud, que expresa muy bien el vínculo especial entre el Papa y sus directos colaboradores, tanto en la Curia Romana como en las Representaciones Pontificias: un vínculo que para muchos tiene su raíz en el carácter sacerdotal del que están investidos, y se especifica después en la peculiar misión confiada a cada uno en el servicio al Sucesor de Pedro.

En el contexto bíblico, la fidelidad es sobre todo un atributo divino: Dios se nos da a conocer como Aquél que es fiel para siempre a la alianza que ha establecido con su pueblo, no obstante la infidelidad de éste. En su fidelidad, Dios garantiza el cumplimiento de su plan de amor, y por esto es también digno de fe y veraz. Es esta actitud divina la que crea en el hombre la posibilidad de ser, a su vez, fiel. Aplicada al hombre, la virtud de la fidelidad está profundamente unida al don sobrenatural de la fe, llegando a ser expresión de la solidez que caracteriza a quien ha puesto en Dios el fundamento de toda su vida. En la fe encontramos de hecho la única garantía de nuestra estabilidad (cf. Is 7,9b), y sólo a partir de ella podemos también nosotros ser verdaderamente fieles: en primer lugar con respecto a Dios, después hacia su familia, la Iglesia, que es madre y maestra, y en ella a nuestra vocación, a la historia en la que el Señor nos ha injertado.

Queridos amigos, en esta óptica os animo a vivir el vínculo personal con el Vicario de Cristo como parte de vuestra espiritualidad. Se trata, ciertamente, de un elemento característico de todo católico, y más aún de todo sacerdote. Sin embargo, para los que trabajan en la Santa Sede adquiere un carácter particular, desde el momento que ellos ponen al servicio del Sucesor de Pedro buena parte de sus propias energías, su tiempo y su ministerio cotidiano. Se trata de una grave responsabilidad, pero también de un don especial, que con el tiempo va desarrollando un vínculo afectivo con el Papa, de confianza interior, un idem sentire natural, que se expresa justamente con la palabra «fidelidad».

Y desde la fidelidad a Pedro, que os envía, deriva también una especial fidelidad hacia aquellos a los cuales sois enviados: de hecho, se pide a los Representantes del Romano Pontífice, y a sus colaboradores, de hacerse intérpretes de su solicitud por todas las Iglesias, así como de la cercanía y afecto con el que sigue el camino de cada pueblo. Debéis, por tanto, alimentar una relación de profunda estima y benevolencia, incluso diría de verdadera amistad, hacia las Iglesias y las comunidades a las cuales seréis enviados. También hacia ellas tenéis un deber de fidelidad, que se concreta en la dedicación asidua al trabajo cotidiano, en la presencia en medio de ellas en los momentos alegres y tristes, a veces incluso dramáticos de su historia, en la adquisición de un conocimiento profundo de su cultura, del camino eclesial, en el saber apreciar todo lo que la gracia divina ha obrado en cada pueblo y nación.

Se trata de una preciosa ayuda para el ministerio petrino, sobre el que el siervo de Dios Pablo VI decía lo siguiente: «El Pastor Eterno, al confiar a su Vicario la potestad de las llaves y constituirlo piedra y fundamento de su Iglesia, le confió también el mandato de “confirmar a los hermanos”: esto no se verifica solamente cuando los guía o los mantiene unidos en su nombre, sino también cuando los sostiene y conforta, ciertamente con su palabra, pero de alguna manera también con su presencia» (Carta apos. Sollicitudo omnium ecclesiarum, 24 junio 1969: AAS 61 (1969) 473-474).

De esta forma, animaréis y estimularéis también a las Iglesias particulares a crecer en fidelidad al Romano Pontífice, y a encontrar en el principio de comunión con la Iglesia universal una orientación segura para su propia peregrinación en la historia. Y, no por último, ayudaréis al Sucesor de Pedro a ser fiel a la misión recibida de Cristo, permitiéndole conocer más de cerca la grey que se le ha confiado y hacerse presente en ella por medio de su palabra, su cercanía y su afecto. Pienso en este momento con gratitud en la ayuda que recibo cotidianamente de muchos colaboradores de la Curia Romana y de las Representaciones Pontificias, como también en el apoyo que me llega de la oración de innumerables hermanos y hermanas de todo el mundo.

Queridos amigos, en la medida en que seáis fieles, seréis también dignos de fe. Sabemos por otra parte que la fidelidad que se vive en la Iglesia y en la Santa Sede no es una lealtad «ciega», porque está iluminada por la fe en Aquél que ha dicho: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Comprometámonos todos en este camino, para que un día escuchemos las palabras de la parábola evangélica dirigidas a nosotros: «Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu señor» (cf. Mt 25,21).

Con estos sentimientos, renuevo a Monseñor Presidente, a sus colaboradores, a las Hermanas Franciscanas Misioneras del Niño Jesús y a la toda la comunidad de la Pontificia Academia Eclesiástica mi saludo afectuoso, al mismo tiempo que os bendigo de corazón.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:47


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS CAPELLANES Y AGENTES DE PASTORAL
DE LAS CAPELLANÍAS DE LA AVIACIÓN CIVIL

Lunes 11 de junio de 2012



Señor Cardenal,
Queridos capellanes y agentes de pastoral de la aviación civil,
Queridos hermanos y hermanas

Me es grato recibiros en la apertura del XV Seminario mundial de capellanes católicos y miembros de las capellanías de la aviación civil, promovido por el Consejo Pontificio de la Pastoral de los emigrantes e itinerantes, sobre el tema «La nueva evangelización en el mundo de la aviación civil». Saludo cordialmente al Presidente del Dicasterio, el Cardenal Antonio María Vegliò, y le agradezco las palabras que me ha dirigido. Y os saludo con afecto a todos vosotros, que participáis en estas jornadas de oración, estudio e intercambio para reafirmar y profundizar en los motivos espirituales que os impulsan a llevar adelante con entusiasmo y renovado celo vuestro peculiar servicio eclesial.

Me ha alegrado saber que, en ese Seminario, con la ayuda de relatores destacados, queréis reflexionar sobre nuevos modos y expresiones de la obra de evangelización en el ámbito en el que desarrolláis vuestro ministerio. Queridos amigos, sed siempre conscientes de estar llamados a hacer presente en los aeropuertos del mundo la misma misión de la Iglesia, que es llevar a Dios al hombre y guiar al hombre al encuentro con Dios. Y los aeropuertos son lugares que reflejan cada vez más la realidad globalizada de nuestro tiempo. En ellos se encuentran personas diferentes por nacionalidad, cultura, religión, nivel social y edad, pero se encuentran también situaciones humanas muy distintas y nada fáciles, que requieren siempre una mayor atención; pienso, por ejemplo, en quienes viven una espera llena de angustia en el intento de transitar sin los documentos necesarios, como los emigrantes o los que solicitan asilo; pienso en los engorros ocasionados por las medidas para contrarrestar los atentados terroristas. Además, también en las comunidades de los aeropuertos se refleja la crisis de fe que afecta a muchos; los contenidos de la doctrina cristiana y los valores que ésta enseña, ya no son considerados como puntos de referencia, incluso en los países que tienen una larga tradición de vida eclesial. Éste es el contexto humano y espiritual en el que estáis llamados a anunciar con renovado vigor la Buena Nueva, con la palabra, con vuestra presencia, con vuestro ejemplo y vuestro testimonio, bien conscientes de que, aun en los encuentros casuales, la gente sabe reconocer un hombre de Dios y que, con frecuencia, hasta una pequeña semilla en una tierra bien dispuesta puede germinar y producir frutos abundantes.

Además, en los aeródromos tenéis la posibilidad de entrar en contacto cada día con muchas personas, hombres y mujeres, que trabajan en un ambiente en el que tanto la continua movilidad como la tecnología constantemente en progreso, amenazan con oscurecer la centralidad que debe tener el ser humano; a menudo se da mayor atención a la eficiencia y a la productividad en detrimento del amor al prójimo y de la solidaridad, que, sin embargo, han de caracterizar siempre las relaciones humanas. También en esto es importante y preciosa vuestra presencia: es un testimonio vivo de un Dios cercano al hombre; y es una llamada a no quedarse nunca indiferentes ante quien se encuentra, sino a tratarlo con disponibilidad y con amor. Os animo a ser un signo luminoso de esta caridad de Cristo, que da serenidad y paz.

Queridos amigos, preocuparos de que cada persona, cualquiera que sea su nacionalidad o condición social, encuentre en vosotros un corazón acogedor, capaz de escuchar y comprender. Que todos puedan experimentar mediante vuestra vida cristiana y sacerdotal el amor que proviene de Dios, para que cada uno sea impulsado a una relación renovada y profunda con Cristo, que nunca deja de hablar a cuantos se abren a él con confianza, especialmente en la oración. De aquí la importancia de las capillas en los aeropuertos, como lugares de silencio y sosiego espiritual.

En vuestro servicio pastoral, tenéis como modelo y protectora a la Santísima Virgen, que veneráis con el título de Nuestra Señora de Loreto, patrona de todos los que viajan en avión, haciendo referencia a la tradición que atribuye a los ángeles el traslado de la casa de María de Nazaret a Loreto. Pero hay otro «vuelo» del que la casa de María es testigo, y mucho más significativo para toda la humanidad: el del arcángel Gabriel, que llevó a María el gozoso anuncio de que sería la Madre del Hijo del Altísimo (cf. Lc 1,26-32). Así, el Eterno ha entrado en el tiempo, Dios se ha hecho hombre y ha venido a habitar entre nosotros (cf. Jn 1,14). Es la manifestación del amor infinito de Dios por su criatura. Dios ha enviado a su Hijo, Jesucristo, cuando éramos aún pecadores, para redimirnos con su muerte y resurrección. No se ha quedado en «lo alto del cielo», sino que se ha sumido en las alegrías y las penas de los hombres de su tiempo y de todos los tiempos, compartiendo su suerte y devolviéndoles la esperanza.

Esta es la misión de la Iglesia: anunciar a Jesucristo, único salvador del mundo, «misión – como decía el Siervo de Dios, el Papa Pablo VI – que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgente» (Exhort. ap., Evangelii nuntiandi, 14). En efecto, también en nuestros días «notamos la urgencia de promover, con nueva fuerza y modalidades renovadas, la obra de evangelización en un mundo en el que la desaparición de las fronteras y los nuevos procesos de globalización acercan aún más las personas y los pueblos, tanto por el desarrollo de los medios de comunicación como por la frecuencia y la facilidad con que se llevan a cabo los desplazamientos de individuos y de grupo» (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2012).

Queridos hermanos, que el encuentro cotidiano con el Señor Jesús en la celebración eucarística y en la oración personal os dé el entusiasmo y la fuerza de anunciar la novedad evangélica, que transforma los corazones y hace nuevas todas las cosas. Os aseguro mi recuerdo en la oración, para que seáis instrumento eficaz en la ayuda a las personas confiadas a vuestros cuidados pastorales a cruzar la «porta fidei», acompañándolas en el encuentro con Cristo vivo y operante entre nosotros. Con estos deseos, os imparto complacido la Bendición Apostólica, que hago extensiva a los que comparten vuestro ministerio, y a quienes forman parte del vasto mundo de la aviación civil.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:48


ASAMBLEA ECLESIAL DE LA DIÓCESIS DE ROMA

"LECTIO DIVINA" DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica de San Juan de Letrán
Lunes 11 de junio de 2012

[Vídeo]



Eminencia,
queridos hermanos en el sacerdocio y en el episcopado,
queridos hermanos y hermanas:

Para mí es una gran alegría estar aquí, en la catedral de Roma con los representantes de mi diócesis, y agradezco de corazón al cardenal vicario sus buenas palabras.

Hemos escuchado que las últimas palabras del Señor a sus discípulos en esta tierra fueron: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19). Haced discípulos y bautizad. ¿Por qué a los discípulos no les basta conocer las doctrinas de Jesús, conocer los valores cristianos? ¿Por qué es necesario estar bautizados? Este es el tema de nuestra reflexión, para comprender la realidad, la profundidad del sacramento del Bautismo.

Una primera puerta se abre si leemos atentamente estas palabras del Señor. La elección de la palabra «en el nombre del Padre» en el texto griego es muy importante: el Señor dice «eis» y no «en», es decir, no «en nombre» de la Trinidad, como nosotros decimos que un viceprefecto habla «en nombre» del prefecto, o un embajador habla «en nombre» del Gobierno. No; dice: «eis to onoma», o sea, una inmersión en el nombre de la Trinidad, ser insertados en el nombre de la Trinidad, una inter-penetración del ser de Dios y de nuestro ser, un ser inmerso en el Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como en el matrimonio, por ejemplo, dos personas llegan a ser una carne, convirtiéndose en una nueva y única realidad, con un nuevo y único nombre.

El Señor, en su conversación con los saduceos sobre la resurrección, nos ha ayudado a comprender aún mejor esta realidad. Los saduceos, del canon del Antiguo Testamento, reconocían sólo los cinco libros de Moisés, y en ellos no aparece la resurrección; por eso la negaban. El Señor, partiendo precisamente de estos cinco libros, demuestra la realidad de la resurrección y dice: ¿No sabéis que Dios se llama Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob? (cf. Mt 22, 31-32). Así pues, Dios toma a estos tres y precisamente en su nombre se convierten en el nombre de Dios. Para comprender quién es este Dios se deben ver estas personas que se han convertido en el nombre de Dios, en un nombre de Dios: están inmersas en Dios. Así vemos que quien está en el nombre de Dios, quien está inmerso en Dios, está vivo, porque Dios —dice el Señor— no es un Dios de muertos, sino de vivos; y si es Dios de estos, es Dios de vivos; los vivos están vivos porque están en la memoria, en la vida de Dios. Y precisamente esto sucede con nuestro Bautismo: somos insertados en el nombre de Dios, de forma que pertenecemos a este nombre y su nombre se transforma en nuestro nombre, y también nosotros, con nuestro testimonio —como los tres del Antiguo Testamento—, podremos ser testigos de Dios, signo de quién es este Dios, nombre de este Dios.

Por tanto, estar bautizados quiere decir estar unidos a Dios; en una existencia única y nueva pertenecemos a Dios, estamos inmersos en Dios mismo. Pensando en esto, podemos ver inmediatamente algunas consecuencias.

La primera es que para nosotros Dios ya no es un Dios muy lejano, no es una realidad para discutir —si existe o no existe—, sino que nosotros estamos en Dios y Dios está en nosotros. La prioridad, la centralidad de Dios en nuestra vida es una primera consecuencia del Bautismo. A la pregunta: «¿Existe Dios?», la respuesta es: «Existe y está con nosotros; es fundamental en nuestra vida esta cercanía de Dios, este estar en Dios mismo, que no es una estrella lejana, sino el ambiente de mi vida». Esta sería la primera consecuencia y, por tanto, debería decirnos que nosotros mismos debemos tener en cuenta esta presencia de Dios, vivir realmente en su presencia.

Una segunda consecuencia de lo que he dicho es que nosotros no nos hacemos cristianos. Llegar a ser cristiano no es algo que deriva de una decisión mía: «Yo ahora me hago cristiano». Ciertamente, también mi decisión es necesaria, pero es sobre todo una acción de Dios conmigo: no soy yo quien me hago cristiano, yo soy asumido por Dios, tomado de la mano por Dios y, así, diciendo «sí» a esta acción de Dios, llego a ser cristiano. Llegar a ser cristianos, en cierto sentido, es pasivo: yo no me hago cristiano, sino que Dios me hace un hombre suyo, Dios me toma de la mano y realiza mi vida en una nueva dimensión. Como yo no me doy la vida, sino que la vida me es dada; nací no porque yo me hice hombre, sino que nací porque me fue dado el ser humano. Así también el ser cristiano me es dado, es un pasivo para mí, que se transforma en un activo en nuestra vida, en mi vida. Y este hecho del pasivo, de no hacerse cristianos por sí mismos, sino de ser hechos cristianos por Dios, implica ya un poco el misterio de la cruz: sólo puedo ser cristiano muriendo a mi egoísmo, saliendo de mí mismo.

Un tercer elemento que destaca de inmediato en esta visión es que, naturalmente, al estar inmerso en Dios, estoy unido a los hermanos y a las hermanas, porque todos los demás están en Dios, y si yo soy sacado de mi aislamiento, si estoy inmerso en Dios, estoy inmerso en la comunión con los demás. Ser bautizados nunca es un acto «mío» solitario, sino que siempre es necesariamente un estar unido con todos los demás, un estar en unidad y solidaridad con todo el Cuerpo de Cristo, con toda la comunidad de sus hermanos y hermanas. Este hecho de que el Bautismo me inserta en comunidad rompe mi aislamiento. Debemos tenerlo presente en nuestro ser cristianos.

Y, por último, volvamos a las palabras de Cristo a los saduceos: «Dios es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob» (cf. Mt 22, 32); por consiguiente, estos no están muertos; si son de Dios están vivos. Quiere decir que con el Bautismo, con la inmersión en el nombre de Dios, también nosotros ya estamos inmersos en la vida inmortal, estamos vivos para siempre. Con otras palabras, el Bautismo es una primera etapa de la Resurrección: inmersos en Dios, ya estamos inmersos en la vida indestructible, comienza la Resurrección. Como Abrahán, Isaac y Jacob por ser «nombre de Dios» están vivos, así también nosotros, insertados en el nombre de Dios, estamos vivos en la vida inmortal. El Bautismo es el primer paso de la Resurrección, es entrar en la vida indestructible de Dios.

Así, en un primer momento, con la fórmula bautismal de san Mateo, con las últimas palabras de Cristo, ya hemos visto un poco lo esencial del Bautismo. Ahora veamos el rito sacramental, para poder comprender aún más precisamente qué es el Bautismo.

Este rito, como el rito de casi todos los sacramentos, se compone de dos elementos: materia —agua— y palabra. Esto es muy importante. El cristianismo no es algo puramente espiritual, algo solamente subjetivo, del sentimiento, de la voluntad, de ideas, sino que es una realidad cósmica. Dios es el Creador de toda la materia, la materia entra en el cristianismo, y sólo somos cristianos en este gran contexto de materia y espíritu juntos. Por consiguiente, es muy importante que la materia forme parte de nuestra fe, que el cuerpo forme parte de nuestra fe; la fe no es puramente espiritual, sino que Dios nos inserta así en toda la realidad del cosmos y transforma el cosmos, lo atrae hacia sí. Y con este elemento material —el agua— no sólo entra un elemento fundamental del cosmos, una materia fundamental creada por Dios, sino también todo el simbolismo de las religiones, porque en todas las religiones el agua tiene un significado. El camino de las religiones, esta búsqueda de Dios de diversas maneras —también equivocadas, pero siempre búsqueda de Dios— es asumida en el Sacramento. Las otras religiones, con su camino hacia Dios, están presentes, son asumidas, y así se hace la síntesis del mundo; toda la búsqueda de Dios que se expresa en los símbolos de las religiones, y sobre todo —naturalmente— el simbolismo del Antiguo Testamento, que así, con todas sus experiencias de salvación y de bondad de Dios, se hace presente. Volveremos sobre este punto.

El otro elemento es la palabra, y esta palabra se presenta en tres elementos: renuncias, promesas e invocaciones. Es importante, por tanto, que estas palabras no sean sólo palabras, sino también camino de vida. En ellas se realiza una decisión; en estas palabras está presente todo nuestro camino bautismal, tanto el pre-bautismal como el post-bautismal; por consiguiente, con estas palabras, y también con los símbolos, el Bautismo se extiende a toda nuestra vida. Esta realidad de las promesas, de las renuncias y de las invocaciones es una realidad que dura toda nuestra vida, porque siempre estamos en camino bautismal, en camino catecumenal, a través de estas palabras y de la realización de estas palabras. El sacramento del Bautismo no es un acto de «ahora», sino una realidad de toda nuestra vida, es un camino de toda nuestra vida. En realidad, detrás está también la doctrina de los dos caminos, que era fundamental en el primer cristianismo: un camino al que decimos «no» y un camino al que decimos «sí».

Comencemos por la primera parte, las renuncias. Son tres y tomo ante todo la segunda: «¿Renunciáis a todas las seducciones del mal para que no domine en vosotros el pecado?». ¿Qué son estas seducciones del mal? En la Iglesia antigua, e incluso durante siglos, aquí se decía: «¿Renunciáis a la pompa del diablo?», y hoy sabemos qué se entendía con esta expresión «pompa del diablo». La pompa del diablo eran sobre todo los grandes espectáculos sangrientos, en los que la crueldad se transforma en diversión, en los que matar hombres se convierte en un espectáculo: la vida y la muerte de un hombre transformadas en espectáculo. Estos espectáculos sangrientos, esta diversión del mal es la «pompa del diablo», donde se presenta con aparente belleza y, en realidad, se muestra con toda su crueldad. Pero más allá de este significado inmediato de la expresión «pompa del diablo», se quería hablar de un tipo de cultura, de una way of life, de un estilo de vida, en el que no cuenta la verdad sino la apariencia, no se busca la verdad sino el efecto, la sensación, y, bajo el pretexto de la verdad, en realidad se destruyen hombres, se quiere destruir y considerarse sólo a sí mismos vencedores. Por lo tanto, esta renuncia era muy real: era la renuncia a un tipo de cultura que es una anticultura, contra Cristo y contra Dios. Se optaba contra una cultura que, en el Evangelio de san Juan, se llama «kosmos houtos», «este mundo». Con «este mundo», naturalmente, Juan y Jesús no hablan de la creación de Dios, del hombre como tal, sino que hablan de una cierta criatura que es dominante y se impone como si fuera este el mundo, y como si fuera este el estilo de vida que se impone. Dejo ahora a cada uno de vosotros reflexionar sobre esta «pompa del diablo», sobre esta cultura a la que decimos «no». Estar bautizados significa sustancialmente emanciparse, liberarse de esta cultura. También hoy conocemos un tipo di cultura en la que no cuenta la verdad; aunque aparentemente se quiere hacer aparecer toda la verdad, cuenta sólo la sensación y el espíritu de calumnia y de destrucción. Una cultura que no busca el bien, cuyo moralismo es, en realidad, una máscara para confundir, para crear confusión y destrucción. Contra esta cultura, en la que la mentira se presenta con el disfraz de la verdad y de la información, contra esta cultura que busca sólo el bienestar material y niega a Dios, decimos «no». También por muchos Salmos conocemos bien este contraste de una cultura en la cual uno parece intocable por todos los males del mundo, se pone sobre todos, sobre Dios, mientras que, en realidad, es una cultura del mal, un dominio del mal. Y así, la decisión del Bautismo, esta parte del camino catecumenal que dura toda nuestra vida, es precisamente este «no», dicho y realizado de nuevo cada día, incluso con los sacrificios que cuesta oponerse a la cultura que domina en muchas partes, aunque se impusiera como si fuera el mundo, este mundo: no es verdad. Y también hay muchos que desean realmente la verdad.

Así pasamos a la primera renuncia: «¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?». Hoy libertad y vida cristiana, observancia de los mandamientos de Dios, van en direcciones opuestas; ser cristianos sería una especie de esclavitud; libertad es emanciparse de la fe cristiana, emanciparse —en definitiva— de Dios. La palabra pecado a muchos les parece casi ridícula, porque dicen: «¿Cómo? A Dios no podemos ofenderlo. Dios es tan grande... ¿Qué le importa a Dios si cometo un pequeño error? No podemos ofender a Dios; su interés es demasiado grande para que lo podamos ofender nosotros». Parece verdad, pero no lo es. Dios se hizo vulnerable. En Cristo crucificado vemos que Dios se hizo vulnerable, se hizo vulnerable hasta la muerte. Dios se interesa por nosotros porque nos ama y el amor de Dios es vulnerabilidad, el amor de Dios es interés por el hombre, el amor de Dios quiere decir que nuestra primera preocupación debe ser no herir, no destruir su amor, no hacer nada contra su amor, porque de lo contrario vivimos también contra nosotros mismos y contra nuestra libertad. Y, en realidad, esta aparente libertad en la emancipación de Dios se transforma inmediatamente en esclavitud de tantas dictaduras de nuestro tiempo, que se deben acatar para ser considerados a la altura de nuestro tiempo.

Y, por último: «¿Renunciáis a Satanás?». Esto nos dice que hay un «sí» a Dios y un «no» al poder del Maligno, que coordina todas estas actividades y quiere ser dios de este mundo, como dice también san Juan. Pero no es Dios, es sólo el adversario, y nosotros no nos sometemos a su poder; nosotros decimos «no» porque decimos «sí», un «sí» fundamental, el «sí» del amor y de la verdad. Estas tres renuncias, en el rito del Bautismo, antiguamente iban acompañadas de tres inmersiones: inmersión en el agua como símbolo de la muerte, de un «no» que realmente es la muerte de un tipo de vida y resurrección a otra vida. Volveremos sobre esto. Luego viene la profesión de fe en tres preguntas: «¿Creéis en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?; ¿Creéis en Jesucristo? y, por último, ¿Creéis en el Espíritu Santo y en la santa Iglesia?». Esta fórmula, estas tres partes, se han desarrollado a partir de las palabras del Señor: «bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»; estas palabras se han concretado y profundizado: ¿qué quiere decir Padre?, ¿qué quiere decir Hijo —toda la fe en Cristo, toda la realidad del Dios que se hizo hombre— y qué quiere decir creer que hemos sido bautizados en el Espíritu Santo, es decir, toda la acción de Dios en la historia, en la Iglesia, en la comunión de los santos? Así, la fórmula positiva del Bautismo también es un diálogo: no es simplemente una fórmula. Sobre todo la profesión de la fe no es sólo algo para comprender, algo intelectual, algo para memorizar —ciertamente, también es esto—; toca también el intelecto, toca también nuestro vivir, sobre todo. Y esto me parece muy importante. No es algo intelectual, una pura fórmula. Es un diálogo de Dios con nosotros, una acción de Dios con nosotros, y una respuesta nuestra; es un camino. La verdad de Cristo sólo se puede comprender si se ha comprendido su camino. Sólo si aceptamos a Cristo como camino comenzamos realmente a estar en el camino de Cristo y podemos también comprender la verdad de Cristo. La verdad que no se vive no se abre; sólo la verdad vivida, la verdad aceptada como estilo de vida, como camino, se abre también como verdad en toda su riqueza y profundidad. Así pues, esta fórmula es un camino, es expresión de nuestra conversión, de una acción de Dios. Y nosotros queremos realmente tener presente también en toda nuestra vida que estamos en comunión de camino con Dios, con Cristo. Y así estamos en comunión con la verdad: viviendo la verdad, la verdad se transforma en vida, y viviendo esta vida encontramos también la verdad.

Pasemos ahora al elemento material: el agua. Es muy importante ver dos significados del agua. Por una parte, el agua hace pensar en el mar, sobre todo en el mar Rojo, en la muerte en el mar Rojo. En el mar se representa la fuerza de la muerte, la necesidad de morir para llegar a una nueva vida. Esto me parece muy importante. El Bautismo no es sólo una ceremonia, un ritual introducido hace tiempo; y tampoco es sólo un baño, una operación cosmética. Es mucho más que un baño: es muerte y vida, es muerte de una cierta existencia, y renacimiento, resurrección a nueva vida. Esta es la profundidad del ser cristiano: no sólo es algo que se añade, sino un nuevo nacimiento. Después de atravesar el mar Rojo, somos nuevos. Así, el mar, en todas las experiencias del Antiguo Testamento, se ha convertido para los cristianos en símbolo de la cruz. Porque sólo a través de la muerte, una renuncia radical en la que se muere a cierto estilo de vida, puede realizarse el renacimiento y puede haber realmente una vida nueva. Esta es una parte del simbolismo del agua: simboliza —sobre todo con las inmersiones de la antigüedad— el mar Rojo, la muerte, la cruz. Sólo por la cruz se llega a la nueva vida y esto se realiza cada día. Sin esta muerte siempre renovada no podemos renovar la verdadera vitalidad de la nueva vida de Cristo.

Pero el otro símbolo es el de la fuente. El agua es origen de toda la vida. Además del simbolismo de la muerte, tiene también el simbolismo de la nueva vida. Toda vida viene también del agua, del agua que brota de Cristo como la verdadera vida nueva que nos acompaña a la eternidad.

Al final permanece la cuestión —la comento brevemente— del Bautismo de los niños. ¿Es justo hacerlo, o sería más necesario hacer primero el camino catecumenal para llegar a un Bautismo verdaderamente realizado? Y la otra cuestión que se plantea siempre es: «¿Podemos nosotros imponer a un niño qué religión quiere vivir, o no? ¿No debemos dejar a ese niño la decisión?». Estas preguntas muestran que ya no vemos en la fe cristiana la vida nueva, la verdadera vida, sino que vemos una opción entre otras, incluso un peso que no se debería imponer sin haber obtenido el asentimiento del sujeto. La realidad es diversa. La vida misma se nos da sin que podamos nosotros elegir si queremos vivir o no; a nadie se le puede preguntar: «¿quieres nacer, o no?». La vida misma se nos da necesariamente sin consentimiento previo; se nos da así y no podemos decidir antes «sí o no, quiero vivir o no». Y, en realidad, la verdadera pregunta es: «¿Es justo dar vida en este mundo sin haber obtenido el consentimiento: quieres vivir o no? ¿Se puede realmente anticipar la vida, dar la vida sin que el sujeto haya tenido la posibilidad de decidir?». Yo diría: sólo es posible y es justo si, con la vida, podemos dar también la garantía de que la vida, con todos los problemas del mundo, es buena, que es un bien vivir, que hay una garantía de que esta vida es buena, que está protegida por Dios y que es un verdadero don. Sólo la anticipación del sentido justifica la anticipación de la vida. Por eso, el Bautismo como garantía del bien de Dios, como anticipación del sentido, del «sí» de Dios que protege esta vida, justifica también la anticipación de la vida. Por lo tanto, el Bautismo de los niños no va contra la libertad; y es necesario darlo, para justificar también el don —de lo contrario discutible— de la vida. Sólo la vida que está en las manos de Dios, en las manos de Cristo, inmersa en el nombre del Dios trinitario, es ciertamente un bien que se puede dar sin escrúpulos. Y así demos gracias a Dios porque nos ha dado este don, que se nos ha dado a sí mismo. Y nuestro desafío es vivir este don, vivir realmente, en un camino post-bautismal, tanto las renuncias como el «sí», y vivir siempre en el gran «sí» de Dios, y así vivir bien. Gracias.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:49


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA
DE LA «REUNIÓN DE LAS OBRAS DE AYUDA
A LAS IGLESIAS ORIENTALES» (ROACO)

Sala Clementina
Jueves 21 de junio de 2012



Señor cardenal,
Beatitud,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos miembros de la ROACO:

Me alegra acogeros y saludaros en este tradicional encuentro. Saludo al cardenal prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales y presidente de la ROACO, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido. Saludo asimismo al arzobispo secretario, al subsecretario, a los colaboradores y a todos los presentes, renovando mi gratitud a las Obras aquí representadas, a las Iglesias de los continentes europeo y americano que las sostienen, así como a los numerosos bienhechores. Aseguro mi oración al Señor, con la consoladora certeza de que él «ama al que da con alegría»(2 Co 9, 7).

Ante todo, espero que perseveréis en «el movimiento de caridad que, por mandato del Papa, lleva a cabo la Congregación para que, de modo ordenado y equitativo, Tierra Santa y las demás regiones orientales reciban la ayuda espiritual y material necesaria para hacer frente a la vida eclesial ordinaria y a necesidades particulares» (Discurso a la Congregación para las Iglesias orientales, 9 de junio de 2007: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de junio de 2007, p. 7). Pronuncié estas palabras hace cinco años al visitar el dicasterio para las Iglesias orientales y ahora deseo reafirmar con fuerza esa exhortación para subrayar las urgentes necesidades de este momento.

La actual coyuntura económico-social, de hecho, tan delicada por la dimensión global que ha asumido, ciertamente está afectando a las regiones del mundo económicamente desarrolladas pero, en medida aún más preocupante, afecta a las más pobres, penalizando seriamente su presente y su futuro. A Oriente, madre patria de antiguas tradiciones cristianas, le está afectando de modo especial ese proceso, que genera inseguridad e inestabilidad también a nivel eclesial y en el campo ecuménico e interreligioso. Se trata de factores que alimentan las endémicas heridas de la historia y contribuyen a hacer más frágiles el diálogo, la paz y la convivencia entre los pueblos, así como el respeto auténtico de los derechos humanos, especialmente el derecho a la libertad religiosa personal y comunitaria. Este derecho se debe garantizar en su profesión pública y no sólo en términos cultuales, sino también pastorales, educativos, asistenciales y sociales, todos ellos aspectos indispensables para su ejercicio efectivo.

A los representantes de Tierra Santa, comenzando por el delegado apostólico, monseñor Antonio Franco, el vicario del patriarca latino de Jerusalén y el padre custodio, que participan de modo permanente en la ROACO, se han unido este año los arzobispos mayores de la Iglesia siro-malabar de la India, Su Beatitud el cardenal George Alencherry y de la Iglesia greco-católica de Ucrania, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, así como el nuncio apostólico en Siria, monseñor Mario Zenari, y el obispo presidente de la Cáritas siria. Esto me permite ensanchar aún más la mirada de la Iglesia de Roma a la dimensión universal que la caracteriza profundamente y que constituye una de las notas esenciales del misterio de la Iglesia. También es una ocasión para reafirmar mi cercanía a los grandes sufrimientos de los hermanos y hermanas de Siria, en especial de los pequeños inocentes y de los más débiles. Que nuestra oración, nuestro compromiso y nuestra fraternidad concreta en Cristo, como aceite de consolación, les ayuden a no perder la luz de la esperanza en estos momentos de oscuridad, y alcancen de Dios la sabiduría del corazón para quienes tienen cargos de responsabilidad, a fin de que cese todo derramamiento de sangre y la violencia, que sólo produce dolor y muerte, y se deje espacio a la reconciliación, a la concordia y a la paz. Que no se escatime ningún esfuerzo, también por parte de la comunidad internacional, para hacer que Siria salga de la actual situación de violencia y de crisis, que dura ya desde hace mucho tiempo y corre el riesgo de convertirse en un conflicto generalizado que tendría consecuencias fuertemente negativas para el país y para toda la región. Asimismo, hago un apremiante y encarecido llamamiento para que, ante la necesidad extrema de la población, se garantice la necesaria asistencia humanitaria, también a las numerosas personas que se han visto forzadas a abandonar sus casas, algunas refugiándose en los países vecinos: el valor de la vida humana es un bien precioso que se debe proteger siempre.

Queridos amigos de la ROACO, el Año de la fe que convoqué con ocasión del 50° aniversario del inicio del concilio ecuménico Vaticano II ofrecerá fecundas orientaciones a las Obras de ayuda a las Iglesias orientales, que representan un testimonio providencial de lo que dice la Palabra de Dios: la fe sin obras se apaga y muere (cf. St 2, 17). Sed siempre signos elocuentes de la caridad que brota del corazón de Cristo y presenta al mundo la Iglesia en su verdadera identidad y misión, poniéndola al servicio de Dios, que es Amor. A san Luis Gonzaga, a quien celebramos hoy en la liturgia latina, pido que sostenga nuestra acción de gracias al Espíritu Santo y que ore con nosotros para que el Señor suscite también en nuestro tiempo agentes ejemplares de caridad hacia el prójimo. La intercesión de la santísima Madre de Dios acompañe siempre a las Iglesias orientales en la madre patria y en la diáspora, proporcionando en todas partes estímulo y esperanza para un renovado servicio al Evangelio. Que ella vele también sobre el próximo viaje que —Dios mediante— realizaré al Líbano para poner el sello sobre la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos. Deseo desde ahora anticipar a la Iglesia y a la nación libanesas mi abrazo de padre y de hermano, a la vez que de corazón imparto a vuestras organizaciones, a los presentes y a vuestros seres queridos, así como a las comunidades encomendadas a vosotros, mi afectuosa bendición apostólica.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:50


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL PRIMER GRUPO DE OBISPOS DE COLOMBIA
EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»

Sala del Consistorio
Viernes 22 de junio de 2012



Queridos hermanos en el Episcopado:

1. Con gran gozo los recibo, Pastores de la Iglesia de Dios que peregrina en Colombia, venidos a Roma para realizar su visita ad limina y estrechar así los vínculos que los unen con esta Sede Apostólica. Como Sucesor de Pedro, ésta es una preciosa oportunidad para reiterarles mi afecto y cordialidad. Agradezco las amables palabras que me ha dirigido, en nombre de todos, Monseñor Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá y Presidente de la Conferencia Episcopal, presentándome las realidades que les preocupan, así como los desafíos que han de afrontar las comunidades que presiden en la fe.

2. Conozco los esfuerzos que, tanto en el seno de la Conferencia Episcopal como en sus Iglesias particulares, han hecho en los últimos años para concretar iniciativas encaminadas a fomentar una corriente de renovada y fructífera evangelización. En efecto, Colombia no es ajena a las consecuencias del olvido de Dios. Mientras que años atrás era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a cuanto inspirado en ella, hoy no parece que sea así en vastos sectores de la sociedad, a causa de la crisis de valores espirituales y morales que incide negativamente en muchos de sus compatriotas. Es indispensable, pues, reavivar en todos los fieles su conciencia de ser discípulos y misioneros de Cristo, nutriendo las raíces de su fe, fortaleciendo su esperanza y vigorizando su testimonio de caridad.

3. A este respecto, ustedes han plasmado sus anhelos evangelizadores en el Plan Global de la Conferencia Episcopal (2012-2020), resultado de un consciente discernimiento de la hora que vive la Iglesia en Colombia. Les quiero animar a que sigan con tenacidad y perseverancia las pautas en él trazadas. Háganlo afianzando la comunión a la que están llamados los Obispos en el ejercicio de su misión, pues, concordando planteamientos pastorales y aunando voluntades, el ministerio que el Señor les confió alcanzará copiosos frutos. Con este mismo objetivo, aprovechen las reflexiones de la próxima Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, así como las propuestas del “Año de la fe” que he convocado, para ilustrar con ellas su magisterio e irrigar benéficamente su apostolado.

4. El creciente pluralismo religioso es un factor que exige una seria consideración. La presencia cada vez más activa de comunidades pentecostales y evangélicas, no sólo en Colombia, sino también en muchas regiones de América Latina, no puede ser ignorada ni minusvalorada. En este sentido, es evidente que el pueblo de Dios está llamado a purificarse y a revitalizar su fe dejándose guiar por el Espíritu Santo, para dar así nueva pujanza a su acción pastoral, pues «muchas veces la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos sino metodológicos de nuestra Iglesia» (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo, n. 225). Se trata, por tanto, de ser mejores creyentes, más piadosos, afables y acogedores en nuestras parroquias y comunidades, para que nadie se sienta lejano o excluido. Hay que potenciar la catequesis, otorgando una especial atención a los jóvenes y adultos; preparar con esmero las homilías, así como promover la enseñanza de la doctrina católica en las escuelas y universidades. Y todo esto para que se recobre en los bautizados su sentido de pertenencia a la Iglesia y se despierte en ellos la aspiración de compartir con otros la alegría de seguir a Cristo y ser miembros de su cuerpo místico. Es importante también apelar a la tradición eclesial, incrementar la espiritualidad mariana y cuidar la rica diversidad devocional. Facilitar un intercambio sereno y abierto con los otros cristianos, sin perder la propia identidad, puede ayudar igualmente a mejorar las relaciones con ellos y a superar desconfianzas y enfrentamientos innecesarios.

5. Movidos por el celo apostólico y mirando al bien común, no dejen ustedes de individuar cuanto entorpece el recto progreso de Colombia, buscando salir al encuentro de los que se hallan privados de libertad por causa de la inicua violencia. La contemplación del rostro lacerado de Cristo en la Cruz les ha de impulsar también a redoblar las medidas y los programas tendentes a acompañar amorosamente y a asistir a cuantos se hallan probados, de modo peculiar a los que son víctimas de desastres naturales, a los más pobres, a los campesinos, a los enfermos y afligidos, multiplicando las iniciativas solidarias y las obras de amor y misericordia en su favor. No olviden tampoco a quienes tienen que emigrar de su patria, porque han perdido su trabajo o se afanan por encontrarlo; a los que ven avasallados sus derechos fundamentales y son forzados a desplazarse de sus propias casas y a abandonar sus familias bajo la amenaza de la mano oscura del terror y la criminalidad; o a los que han caído en la red infausta del comercio de las drogas y las armas. Deseo alentarles a proseguir este camino de servicio generoso y fraterno, que no es resultado de un cálculo humano, sino que nace del amor a Dios y al prójimo, fuente en donde la Iglesia encuentra su fuerza para llevar a cabo su tarea, brindando a los demás lo que ella misma ha aprendido del ejemplo sublime de su divino Fundador.

6. Queridos hermanos en el Episcopado, si la gracia de Dios no lo precede y sostiene, el hombre pronto flaquea en sus propósitos por transformar el mundo. Por eso, para que la luz de lo Alto continúe haciendo fecundo el empeño profético y caritativo de la Iglesia en Colombia, insistan en favorecer en los fieles el encuentro personal con Jesucristo, de modo que oren sin desfallecer, mediten con asiduidad la Palabra de Dios y participen más digna y fervorosamente en los sacramentos, celebrados a tenor de las normas canónicas y los libros litúrgicos. Todo esto será cauce propicio para un idóneo itinerario de Iniciación Cristiana, invitará a todos a la conversión y a la santidad y cooperará a la tan necesaria renovación eclesial.

7. Al terminar este encuentro, pido al Omnipotente que el Nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en ustedes, y ustedes en Él (cf. 2 Ts 1,12). A la vez que los pongo bajo el amparo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, celestial Patrona de Colombia, les imparto complacido la implorada Bendición Apostólica, como prenda de paz y alegría en Jesucristo, Redentor del hombre.


English

Français

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
OFFLINE
Post: 2.616
Città: VENEZIA
Età: 63
Sesso: Femminile
25/08/2013 16:50


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA CONFEDERACIÓN DE CULTIVADORES DIRECTOS

Sala Clementina
Viernes 22 de junio de 2012



Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra acogeros con ocasión de vuestra asamblea, que tiene como tema: «Agricultura familiar para un desarrollo sostenible». Este encuentro me ofrece la oportunidad de expresar a la Coldiretti mi aprecio por el compromiso en favor de las familias que viven y trabajan en las áreas rurales italianas. Os saludo a todos con afecto, empezando por el presidente nacional, doctor Sergio Marini, a quien doy las gracias por las palabras con que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos. Saludo asimismo al consiliario nacional, al Consejo nacional y a los demás dirigentes de vuestra benemérita confederación.

La sociedad, la economía y el trabajo no representan ámbitos únicamente seculares, y mucho menos extraños al mensaje cristiano, sino espacios para fecundar con la riqueza espiritual del Evangelio. De hecho, la Iglesia nunca es indiferente a la calidad de la vida de las personas, a sus condiciones laborales, y advierte la necesidad de preocuparse del hombre y de los contextos en que este vive y produce, para que sean lugares cada vez más auténticamente humanos y humanizadores. A este respecto, el siervo de Dios Pablo VI señalaba que «la Iglesia siempre ha dedicado especial atención a la gente del campo, abriendo el camino a su elevación humana y moral, y ayudándola a realizar su misión con dignidad y conciencia de su valor espiritual y social» (Discurso a los cultivadores directos italianos, 19 de abril de 1972: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de mayo de 1972, p. 10).

En esta solicitud, la Iglesia se alegra de implicar también a las diversas asociaciones, como la vuestra, que inspiran su acción en los principios de la doctrina social católica. A través de esta, de hecho, la Iglesia «actualiza en los acontecimientos históricos el mensaje de liberación y redención de Cristo, el Evangelio del Reino; (…) enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina» (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 63).

Precisamente en la Coldiretti, la enseñanza católica conoció uno de sus «laboratorios» más fértiles en materia de ética social, gracias a la intuición y a la sabiduría clarividente de su fundador Paolo Bonomi, que actuó a la luz del Evangelio de la caridad y en la estela del Magisterio social de la Iglesia. Fue una persona que estuvo muy atenta a la promoción de los agricultores, capaz de ofrecerles orientaciones y criterios claros, que siguen siendo sustancialmente válidos en nuestros días. Sed dignos herederos de un patrimonio ideal tan rico. Hoy en día, a vosotros os toca, permaneciendo fieles a los valores adquiridos, poneros en diálogo valiente con las nuevas condiciones de la sociedad. Además, se os han pedido una nueva conciencia y un esfuerzo ulterior de responsabilidad hacia el mundo agrícola. Sentíos implicados en esta misión. Que cada uno se comprometa, en el papel que desempeña, a sostener los intereses legítimos de las categorías que representa, actuando siempre con paciencia y clarividencia, con el fin de valorar los aspectos más nobles y distintivos de la persona humana: el sentido del deber, la capacidad de compartir y de sacrificio, la solidaridad, la observancia de las justas exigencias del descanso y de la regeneración corporal y más aún espiritual.

Sé muy bien que estáis comprometidos en continuar vuestro servicio de testimonio evangélico en el ambiente agrícola y pesquero, resaltando aquellos valores que hacen de la actividad laboral un instrumento valioso para la realización de una convivencia más justa y humana. Pienso en el respeto de la dignidad de la persona, en la búsqueda del bien común, en la honradez y en la transparencia en la gestión de los servicios, en la seguridad alimentaria y en la tutela del ambiente y del paisaje, y en la promoción del espíritu de solidaridad. Os animo a proseguir en esta obra, convirtiéndoos vosotros mismos, cada vez más, en fermento de vida buena, sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5, 13-14).

La persistente crisis económico-financiera, con las consiguientes incógnitas, sitúa a los emprendedores agrícolas y pesqueros ante retos nuevos y ciertamente difíciles, que vosotros estáis llamados a afrontar como cristianos, cultivando un renovado y profundo sentido de responsabilidad, dando prueba de solidaridad y participación. Considerando que en la raíz de la actual dificultad económica hay una crisis moral, esforzaos con diligencia para que las instancias éticas mantengan el primado sobre cualquier otra exigencia. En realidad, es preciso poner remedio allí donde está la raíz de la crisis, favoreciendo el redescubrimiento de aquellos valores espirituales de los cuales después surgen las ideas, los proyectos y las obras. Como recordé en la encíclica Caritas in veritate, «hemos de asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor» (n. 21). En este terreno ético, es necesario que la familia, la escuela, el sindicato y las demás instituciones políticas, culturales y cívicas realicen una labor importante de colaboración y de enlace, de estímulo y de promoción, sobre todo en lo que concierne a los jóvenes. Estos están llenos de propósitos y de esperanzas, buscan con generosidad construir su futuro y esperan de los adultos ejemplos válidos y propuestas serias. ¡No podemos defraudar sus expectativas!

Queridos amigos, esforzaos no sólo para que se tutele oportunamente a las empresas agrícolas y a los cultivadores directos, sino también para que se pongan en práctica adecuadas políticas sociales en favor de la persona y de su profesionalidad, considerando especialmente el papel crucial de la familia para toda la sociedad. Os animo a perseverar en vuestra obra educativa y social, llevando adelante con generosidad vuestros proyectos de solidaridad, de modo especial en favor de los más débiles y menos garantizados. A través de vuestra acción social testimoniáis la novedad del Evangelio, y por eso necesitáis una constante referencia en Cristo, en la oración, a fin de sacar la energía espiritual necesaria para dar nuevo vigor a vuestro compromiso. Por mi parte, os manifiesto el afecto y el apoyo de la Iglesia y, a la vez que encomiendo al Señor las alegrías y las fatigas cotidianas de cuantos trabajan en el sector agrícola y pesquero, os imparto de corazón una especial bendición apostólica a vosotros, a vuestras familias y a todos los miembros de vuestra asociación.

Papa Ratzi Superstar









"CON IL CUORE SPEZZATO... SEMPRE CON TE!"
Nuova Discussione
 | 
Rispondi
Cerca nel forum

Feed | Forum | Bacheca | Album | Utenti | Cerca | Login | Registrati | Amministra
Crea forum gratis, gestisci la tua comunità! Iscriviti a FreeForumZone
FreeForumZone [v.6.1] - Leggendo la pagina si accettano regolamento e privacy
Tutti gli orari sono GMT+01:00. Adesso sono le 21:35. Versione: Stampabile | Mobile
Copyright © 2000-2024 FFZ srl - www.freeforumzone.com